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Media docena de policías en un destartalado portal

A la entrada del edificio donde vive Naguib Mahfuz, a orillas del Nilo, en el centro de El Cairo, media docena de policías armados controlan las visitas. El portal, destartalado como buena parte de los de El Cairo, da paso al apartamento pulcro y lleno de recuerdos del único escritor árabe galardonado con el Premio Nobel de Literatura.Un anciano y sonriente Mahfuz, que parece haber ido achicándose con el tiempo, sentado en un butacón y envuelto en una bata de seda, casi se justifica porque tiene entre las manos un cigarrillo rubio: "Sólo fumo dos al día", dice.

Condenado a muerte

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Hasta el mes de octubre de 1994, el autor vivo más importante de la literatura árabe no tenía protección ninguna. El escritor se había negado a ella, pese a la insistencia del Ministerio del Interior. Ni una fatua (decreto islámico) que le condenaba a muerte en 1988, precisamente el año en que se le concedió el Nobel, ni el asesinato en 1992 del escritor Farag Fuda convencieron al escritor para aceptar las medidas de seguridad que se le ofrecían."Después del asesinato de Fuda sentí inquietud, pero volví a rechazar la protección que me ofrecían las autoridades desde que Omar Abdel Rahman emitió la fatua en la que pedía derramar mi sangre. Entonces estaba tranquilo", dice.

Los integristas egipcios se dieron cuenta de la repercusión mundial del Premio Nobel y rescataron de la memoria el libro Hijos de nuestro barrio, escrito en 1959 y nunca publicado en Egipto.

La fatua se cumplió a medias en octubre de 1994. Aquella amenaza fue emitida por Abdel Rahman, un jeque ciego que cumple una condena de cadena perpetua en Estados Unidos por su implicación en el atentado del World Trade Center de Nueva York, considerado por las autoridades egipcias como el guía espiritual de la Gamá Islamiya (asamblea islámica, el grupo integrista violento más radical de los que actúan en Egipto).

Un par de inviduos le esperaron una tarde a la salida de su casa, cuando se dirigía a su habitual reunión con los amigos, y le apuñalaron en el cuello. Salvó la vida de milagro, pero Mahfuz se refugia en su sordera para evitar comentar si ese intento de asesinato le dejó secuelas psicológicas. "Desde entonces estoy ocupado con el tratamiento médico diario para recuperar el movimiento de mi mano. Ya soy muy viejo tenía el oído y la vista débiles y el atentado los empeoró. Ése ha sido el cambio en mi vida, y en cuanto a mi pensamiento, no ha variado", se limita a responder.

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