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FERIA DE SAN ISIDRO

Un pequeño desastre

Fue un desastre. Pero no un gran desastre: un pequeño desastre y gracias. Los grandes desastres ya no se llevan en el mundo de los toros. Los grandes desastres se producían cuando la fiesta tenía grandeza. Ahora todo se queda en un estrafalario acontecer, y de tal guisa transcurrió la tradicional Corrida de la Prensa.La fiesta ya no merece aquellos disgustos que se llevaban nuestros mayores cuando un toro se caía o un torero pegaba un bajonazo y lo consideraban tragedias equiparables a la pérdida de las Filipinas. En justa correspondencia, las alegrías tampoco alteran a nadie. Aquellos faenones de a lo mejor una docena de muletazos o aquellos quites del perdón que enloquecían a los aficionados y luego iban calle Alcalá arriba pegando pases, ni existen; y los triunfos se sustancian en estrictos raciocinios, en palabras huecas, en exageraciones que nadie se puede creer: "El toro le miraba, ¡oh!", "Estuvo importante", "Fue una gesta".

Varias ganaderías / Manzanares, Ponce

Toros: 1º. Los Bayones, poco trapío, flojo, descastado. 2º. Las Ramblas, bien presentado, inválido total. 3º. Victorino Martín, impresentable, inválido, devuelto; primer sobrero, Aguirre Fernández Cobaleda, sin trapío, inválido, devuelto; segundo sobrero, Sepúlveda, sospechoso de pitones, inválido, aborregado. 4º. Samuel Flores, trapío, cornalón, inválido, manejable. 5º. Alcurrucén, bien presentado, manso, manejable. 6º. Atanasio Fernández, impresentable, inválido, devuelto; tercer sobrero, Agustina López Flores, bien presentado, inválido, manso.Manzanares: dos pinchazos, media estocada caída, rueda de peones y tres descabellos (pitos); tres pinchazos, metisaca y estocada corta (silencio); estocada tendida baja,, rueda de peones y descabello (bronca). Enrique Ponce: estocada trasera (silencio); media estocada trasera (silencio); aviso antes de matar y estocada corta caída (silencio). Asistió el Príncipe de Asturias -a quien los espadas brindaron toros acompañado por Jesús de la Serna presidente de la Asociación de la Prensa. Plaza de Las Ventas, 31 de mayo. 21ª de feria. Corrida de la Prensa. Lleno.

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El toro le miraba... En la moderna tauromaquia los toros han de ser ciegos, al parecer. No basta con que salgan inválidos; se les exige' además que no vean o, en su defecto, que sean tontos de remate. Estuvo importante... O sea que se dio importancia por haber molido a derechazos al inválido. Fue una gesta... Es decir, que además de molerle a derechazos lo mató a la primera.

La Corrida de la Prensa estaba planteada en esta línea, sólo que se pasaron. Y todos los toros salieron impresentables por fuera, podridos por dentro, en tanto todos los toreros -dos; fenómenos de la figuración- no daban pie con bola.

La plaza estaba llena de un público benevolente pero consiguieron sacarle de sus casillas. La paciencia tiene un límite. La gatada que sacaron constituyó una auténtica provocación. Hasta Victorino Martín cometió un abuso imperdonable enviando el novillote aquel, famélico, degollado y tullido. Vivir para ver: Victorino Martín defraudando a los aficionados madrileños, que son precisamente quienes le convirtieron en ganadero emblemático y le auparon a la fama.

Toros impresentables; invalidez supina, mansedumbre, borreguez: ésa fue la tónica del ganado en la Corrida de la Prensa; y en cuanto a los toreros, la vulgaridad, la incompetencia, la falta de vergüenza torera. "¿Y éste es el rey de los toreros?", preguntaba alguien desde los tendidos de sol mientras Enrique Ponce porfiaba al sexto toro cuidándose de citarle fuera de cacho y pasándolo tan lejos cuanto el brazo le diera de sí.

Pesadísimo y dando vueltas alrededor de sus toros haciendo como que hacía: en semejante argucia consistió la actuación de Manzanares. Y la de Ponce, pretendiendo colar una faena intolerable a un toro moribundo que rodaba por la arena, sin asomo de la dignidad que debe ser propia de los de su oficio, sin respeto a un público que protestaba indignado. O menudeando pases desligados y mediocres a otro torucho inofensivo.

Un desastre de toros, de toreros y de corrida. A algunos les contrarió que el Príncipe llegara tarde, pero no tenía la menor importancia. También llegó tarde El Gallo el día de su homenaje y le recibieron con una ovación. Vaya el Príncipe a los toros o se quede en casa, da lo mismo. Han convertido la fiesta en una burda farsa, en una insustancial pequeñez; eso es todo.

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