Virus domesticados para la neurociencia
Todo el mundo sabe que los virus no son más que una causa de problemas de salud. Nadie se ve libre de sufrir sus infecciones, que van desde el catarro vulgar hasta problemas patológicos mucho más serios, como el cáncer o el sida. Los científicos han comenzado a dar en los últimos años la vuelta a la situación, modificando ciertos virus mediante técnicas de ingeniería genética y reconvirtiéndolos en instrumentos de trabajo. Con ellos se intenta curar enfermedades o responder a preguntas acerca de cómo funcionan los sistemas biológicos. Estos virus domesticados pueden revolucionar muchos campos de la biomedicina, entre ellos, el que nos interesa en el Instituto Cajal, la neurociencia.La idea base de esta tecnología es la introducción en el virus de un gen (en forma de fragmento de DNA) que será inoculado en las células que el virus infecte. De este modo, el virus se convierte en una "Jeringuilla de genes". Esto se realiza tratando el DNA con unas enzimas que lo cortan en lugares muy específicos (llamadas enzimas de restricción) y pegando posteriormente los fragmentos mediante otras llamadas ligasas.
Gran número de enfermedades del metabolismo son debidas a que ciertas células carecen de un gen necesario para el normal desarrollo del individuo. Si infectamos dichas células con un virus que transporte dicho gen, teóricamente podemos curarlas. A esta nueva rama de la biomedicina se la ha denominado terapia génica. Después de un nacimiento espectacular hace pocos años, la dura realidad clínica se ha impuesto en forma de jarro de agua fría producido por un informe emitido en diciembre del año pasado por el Instituto Nacional de la Salud (EE UU). En él se concluye que no se ha podido demostrar un efecto inequívocamente beneficioso en ningún paciente tratado hasta el presente por terapia génica, excepto en algunos casos anecdóticos. El informe recomienda dejar los intentos espectaculares, rodeados de un gran despliegue propagandístico en los medios de comunicación, por una investigación metódica para responder a preguntas concernientes a aspectos terapéuticos básicos.
Las potenciales aplicaciones de esta tecnología a la neurociencia son muy prometedoras. El virus escogido por nosotros para explorar éstas es un adenovirus. Estos virus conviven con hombres y animales en situación normal y por tanto no son patogénicos. Otra ventaja importante es que infectan con gran eficacia neuronas y otras células nerviosas, tanto en cultivo como cuando se inyectan intracerebralmente en animales de experimentación. Las neuronas son células muy diferenciadas y especializadas que no se dividen, lo que hace que sean difícilmente infectadas por otros virus. Finalmente, citamos la ventaja de que el mensaje genético depositado por los adenovirus persiste largo tiempo en la célula nerviosa tratada.
¿Qué sucede si una neurona comienza a producir proteínas propias de otras células al ser inyectada con adenovirus? ¿Se podrían modificar las funciones neuronales, regenerándolas para curarlas y/o retrasar la muerte fisiológicamente que lleva consigo la edad?
A todas estas preguntas básicas y aplicadas se podrá contestar mediante el empleo de las nuevas generaciones de adenovirus domesticados y puestos al servicio de la neurociencia.
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