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49ª FESTIVAL DE CANNES

El cine europeo se afirma en la negación del de Hollywood

Comienza la competición con 'Ridículo' buen filme francés de Patrice Leconte

Desde hace una década, cada año adquiere aquí más firme carta de naturaleza la tendencia -peligrosa, como toda afirmación que proviene de una negación- a medir la identidad del cine europeo mediante un bombardeo de cifras, hechos y análisis que ponen de manifiesto lo ya sabido: la creciente, y probablemente irrecuperable, pérdida de identidad del cine de Hollywood. Pero esta primavera, a tenor de las opiniones que están poniendo los organizadores de Cannes a disposición de su clientela, la tendencia se ha convertido en estrategia, en jugada política dentro de un ajedrez comercial.

La elección del muy interesante filme Ridículo, dirigido por Patrice Leconte e interpretado por Fanny Ardant y Jean Rochefort, para abrir la competición no es ajena a esta vieja pugna. Ridículo es cine serio con gracia. Está elaborado por un equipo creador con alta precisión profesional, pero no es mecánico ni frío, sino que crea comodidad y divierte. Está hecho por gente de la industria que en su trabajo no deserta del estilo y la singularidad. Su director, Patrice Leconte, lo demostró en Monsieur Hire y El marido de la peluquera y vuelve a ponerlo ahora de manifiesto.La proyección de Ridículo en la mundialmente resonante sesión inaugural de Cannes 96 tiene, por ello, toda la pinta de un sutil y meditado movimiento de peón en ese intrincado ajedrez comercial y político.

Viene a decir a Jack Valenti y sus majors californianas: las películas europeas hechas con dinero de Hollywood -como ahora Sentido y sensibilidad o ayer Amadeus, Lo que queda del día, Amistades pelígrosas y docenas más- son cine europeo que puede y debe hacerse con dinero europeo, pues una comedia sobre el Versalles prerrevolucionario pagada por nosotros puede ser igual o más divertida y convincente que la que hagan ustedes, pero mucho más barata. Y ahí, en el coste de producción, es donde le duele a Hollywood, que desde hace mucho tiempo ha colocado sus presupuestos en alturas mareantes y esto le ha obligado a no tener más código de estética que su libro de cuentas. Corrió a Hollywood, a Cannes se le puede echar en cara su torpeza cuando intenta disimular sus trampas y sus artimañas para barrer siempre hacia dentro. Pero, puesto que cada edición de este festival se ha convertido en una batalla a cara descubierta en la guerra del audiovisual, entablada entre la UE y los Estados Unidos, es justo reconocer que Cannes está tomando la delantera en el uso de la sagacidad y de la zancadilla legal como herramientas de combate. Aquí está prohibido hablar de "cine americano" cuando se habla de Hollywood. Este nombre, oído en Cannes, suena a sinónimo de una fábrica de productos de consumo audiovisual masivo, que está metida hoy en el atolladero financiero a que le ha llevado una huida sin retorno hacia delante.

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