Ahora, a convencer
ESTÁ EN la tradición de las negociaciones entre partidos agotar los plazos y mantener la incertidumbre hasta el final. No habría que descartar, por ello, algún sobresalto de última hora destinado bien a forzar una postrera concesión, bien a dramatizar ante las clientelas respectivas la dureza de la negociación. Pero todo parece indicar que la vuelta atrás es ya imposible y que pronto habrá un acuerdo que garantice la investidura de Aznar y articule una mayoría estable. En principio, hay que felicitarse por ello. Porque no hay alternativa razonable a un pacto entre el PP y los nacionalistas. Y hay que felicitar al equipo negociador del PP, encabezado por Rodrigo Rato, que ha sabido sortear con inteligencia dificultades que en algún momento parecieron insalvables. Pero ahora queda lo más difícil. Convencer a los ciudadanos de que el acuerdo es conveniente o al menos aceptable.Para ello, lo primero es hacer honor al compromiso de transparencia. Lo segundo es reconocer que lo que el PP ha tenido que hacer, apremiado por la necesidad, no es exactamente lo que hubiera querido hacer y lo que de hecho se había comprometido a hacer. Hace tres años, este partido y sobre todo su hinchada mediática se hartaron de descalificar las negociaciones entre los socialistas y los nacionalistas catalanes con expresiones como "el timo del l5%" y similares joyas que regaron anticatalanismo energúmeno por la geografía española.
Caerse del caballo no es necesariamente sinónimo de clarividencia. Cuando algunos dirigentes del PP alardean de haber sido capaces de ir más lejos que los socialistas en materia de financiación autonómica fingen haber olvidado que lo que ellos sostenían era precisamente que los socialistas habían ido demasiado lejos. Decían sobre todo que se había abierto una peligrosa vía hacia la emulación negativa entre comunidades por vía de agravio. Es verdad. que algunas voces socialistas, como la de Rodríguez Ibarra, repiten ahora esas mismas aprensiones. Pero hay que decir en su honor que también se oyeron cuando era su partido el que negociaba con los nacionalistas.
El compromiso de transparencia adelantado por Aznar cuando los resultados del 3-M hicieron inevitable su pacto con Pujol se ha cumplido sólo a medias. Pero puede aceptarse que esa transparencia ha de manifestarse no tanto en el proceso negociador como al final del mismo. La investidura es el marco adecuado para exponer el contenido de los acuerdos, incluyendo, hasta donde sea posible, su cuantificación. Nada contribuiría tanto a disipar los recelos corno un esfuerzo de precisión en ese terreno. Sin olvidar que una reforma del sistema de financiación autonómica requiere un consenso "de casi tan amplia base como el que fundamentó la Constitución", según se admitía en el programa electoral del PP.
El acuerdo que a este respecto alcancen Aznar y Pujol tiene que ser extensible a todas las autonomías y susceptible de ser apreciado por la generalidad de los ciudadanos. Deben éstos considerar que la reforma es conveniente, bien porque evita el despilfarro que conlleva la duplicación de administraciones, bien porque garantiza mayor eficiencia recaudatoria o una mejor asignación de los recursos. Y no sólo porque lo pide un partido cuyos votos necesita Aznar para, su investidura.
Por lo demás, es cierto que, como ayer insinuó Mariano Rajoy, este proceso de negociación con los nacionalistas podría dar ocasión a que la segunda generación del PP hiciera patente la definitiva aceptación por Iparte de los conservadores del pluralismo nacional de España y de las consecuencias políticas que derivan del título VIII de la Constitución, al que tan enérgicamente se opuso la generación de Fraga.
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