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Ecofin busca un consenso para evitar una guerra entre el euro y las demás monedas

ENVIADO ESPECIAL"La cosa está muy verde". Así ve un alto funcionario español el Consejo de Ministros informal que mantendrán hoy en Verona los responsables de Finanzas de la UE. Sobre la mesa, la necesidad de concretar el tránsito hacia la moneda única. Pero hay desacuerdos. Especialmente en cómo lograr la estabilidad cambiaria que evite una guerra de paridades entre el euro y las divisas que no se incorporen a él, y cómo conjugar con la legalidad las propuestas alemanas para mantener sanas las finanzas públicas con moneda única.

Las negociaciones aún no están maduras, pero la tradición quiere que las reuniones informales del Ecofin acaben teniendo gran trascedencia y sean el génesis de acuerdos políticos de alto calado. Sin embargo ayer el ministro español de Economía, Pedro Solbes, afirmaba. "No veo el debate lo bastante maduro como para llegar a soluciones, lo que sí veo es que podamos ir avanzando".El anfitrión de hoy en Verona, el primer ministro italiano Lamberto Dini, que buscará un golpe de efecto de cara a su electorado a pocos días vista de los comicios en su país, deberá ser muy hábil para que salga algo concreto de aquí. La primera gran batalla enfrentará al Reino Unido -con el apoyo de Suecia y en menor medida de Finlandia- frente al resto. Los británicos se oponen a que el marco de estabilidad entre el euro y las monedas que se queden fuera venga dado por un nuevo mecanismo de cambios como el que funciona actualmente en el Sistema Monetario Europeo (SME). Sostienen que bastaría coordinar las políticas económicas de los Quince para ir a una tasa de inflación común como remedo para hipotéticas tormentas monetarias.

Francia defiende a fondo un SME-bis porque siente vértigo ante la posibilidad de que las monedas que se queden fuera del euro se aprovechen de ello para ganar márgenes de competitividad comercial depreciándose frente a la nueva divisa europea. Propone para evitarlo un nuevo SME que quede anclado en torno al euro. Pero Alemania, que comparte los temores franceses, no quiere que este nuevo SME obligue al futuro Banco Central Europeo (BCE) a quedar maniatado por este nuevo mecanismo de cambios y se vea obligado a intervenir de forma ilimitada en favor de las monedas más débiles. Al mismo tiempo, éstas no quieren estar obligadas a mantener paridades casi fijas con el euro porque eso supondría tanto como soportar todos los inconvenientes de la nueva moneda europea sin disfrutar de ninguna de sus ventajas.

La solución que se dibuja, defendida por el Instituto Monetario Europeo, es la de mantener una banda de paridades lo bastante amplia como para no exigir constantes intervenciones del Banco Central Europeo y lo bastante estrecha como para que las monedas out no se puedan depreciar en exceso. Probablemente entre el 8% y el 10%, frente al 15% que rige en el sistema actual. Ello no impediría acuerdos políticos para que las monedas con vocación de acabar incorporándose al euro intenten fijarse a sí mismas una banda de fluctuación más estrecha, aunque no se descarta que se propongan dos bandas de fluctuación.

Las disensiones entre los ministros no se limitan al SME-bis. También están enfrentados por el Plan de Estabilidad planteado por Alemania. Nadie discute el objetivo -finanzas saneadas para siempre- pero nadie admite la propuesta alemana de crear un mecanismo de sanciones automático para lograrlo porque entienden que esa obligatoriedad sólo se puede lograr modificando el Tratado de Maastricht y que la mejor alternativa es potenciar los mecanismos de sanciones ya existentes.

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