Otra vez los profetas
Ya hace más de quince anos que soporto con una cierta mala conciencia el no atreverme a decir lo que pienso, por no dar la sensación de que lo que digo es como una pataleta en defensa de mi trabajo personal, que, por otro lado, tengo todo el derecho a defender.Los últimos años han estado demasiado llenos de profecías, hechas sin ninguna responsabilidad y pagadas con dinero público, que han llevado al arte a esta situación actual. Se hizo un discurso donde los deseos personales, mezclados con intereses profesionales y negocios, no dieron resultados tan claros y positivos como se pensó. En Europa, el tiempo y Maastricht han demostrado que el balance entre el debe y el haber no ha sido muy transparente. Los Gobiernos han tenido que apretarse el cinturón y los responsables culturales no han podido continuar profetizando.
¿Qué papel han representado los artistas en esta historia? Bien poco. Nosotros hemos estado de espectadores,- unos por demasiado jóvenes y confiados, otros por demasiado viejos y clásicos. Todo ha estado en manos de los nuevos intermediarios, nos han dicho lo que era y lo que no era, han llenado los almacenes de los museos de obra . Sólo nos dicen que el arte se ha acabado. Otra vez los profetas. No puedo más.
El hombre siempre ha querido contarlo que pensaba, aquello que le pasaba por su conciencia, un día y otro, lo que creía que era verdad, su verdad, a pesar de que corría el peligro de fallar. Ni el miedo ni el riesgo han podido detener su necesidad biológica de expresarse, de decir aquello que creía libremente, a pesar del poder, los inquisidores o los nuevos conductores de opinión. Por eso considero que la polémica actual, la crisis sobre las ideas, sobre la cultura en general y el arte en particular, que es el que a mí me interesa, es una discusión que se plantea en unos términos completamente ficticios, que me parecen muy superficiales, aquello que diríamos en pintura la cocina, a pasar de su cariz intelectual y filosófico. Más bien es la apariencia de la apariencia.
El arte es una de las formas de expresión más antigua y más perdurable del hombre. La mímesis ha sido sin duda el modelo, pero nunca el contenido; el fondo ha sido siempre el hombre y su ansia de expresar a los demás su visión del mundo, de la vida. Con toda la, complejidad que se quiera, pero ésta es hoy la única forma que tenemos de mirar el Thearte, para entenderlo, para emocionamos.
Si los alarmistas de final de siglo anuncian "la mala nueva" del fin del arte, su canto del cisne, y como sacerdotes profetas nos revelan otra vez el nuevo futuro para que vayamos preparándonos, para adelantarse a responder antes que los otros en esta carrera de la nueva concepción de la imagen, basada en la construcción de ídolos para la última tecnología de los espectáculos de y nasas; no hay duda, estamos en una crisis. Pero eso no quiere decir el final del arte, ni de la música, ni de la poesía...
Creo que toda esta situación de contradicciones ha sido incluso positiva, porque ha sacado a la luz muchas manipulaciones, que cada vez condicionaban más la obra de arte, desde los medios de 1 información a los museos.
¿Por qué no volvemos al principio y nos centramos en el destiatario de la obra de arte y el productor de esta obra? ¿Por qué los estudiosos del arte no se ocupan de la historia del arte que se ha hecho y dejan de conducir el devenir del arte? Insisto, el tema del arte está en el hombre que hace las obras y en los hombres que pueden sentir estas obras.
Aquí comienza y acaba todo, lo demás es bla, bla, bla, coyuntural. Y digo esto, yo que estoy lleno de dudas, insatisfecho, incluso depresivo, pero todavía dispuesto a dedicar mi tiempo a aquello que me parece básico para el arte y para la humanidad, la libertad.
La conducta humana ha evolucionado poco en los últimos tres mil años. Pensemos que aquello que expresó finalmente el arte egipcio, en el nombrado 11 progreso de la mímesis", era poco más o menos lo que quería expresar Picasso en su tiempo. Y aquello que disfrutamos los humanos hoy cuando contemplamos un Ramsés o el Guernica también es lo mismo: el contenido, no su parecido más o menos a la realidad, es aquello que tenemos en común los hombres, nuestra pasión compartida entre los que hacen la obra y los que la miran, la complicidad que se produce ante cualquier expresión cultural, sea de arte, de poesía, de música... llena de significados, desde su temporalidad efímera hasta, a veces, problemas cotidianos ridículos para muchos, pero únicos y excepcionales para cada uno de nosotros. Al fin y al cabo, una apariencia de la realidad llena de sugerencias humanas que nos hace sentir, sea la época que sea. Una Madonna de Rafael no es sólo un pecho, una mujer, un niño; es la belleza, la caricia, el tacto, la ternura, el amor... y tantas cosas más... La sonrisa de la Monna Lisa no es una mujer y su sonrisa, es lo que hay al fondo de esa insinuación indescifrable, provocadora, desafiante, imposible y llena de deseo. Un bisonte de Altamira, un kouros griego, uno de los últimos esclavos de Miguel Ángel, la señorita Pogany de Brancusi... son algo más que el "progreso de la mímesis", que los datos que nos podrán proporcionar las nuevas autopistas de información.
El arte que nos ha interesado en los últimos veinte o treinta siglos ha superado a su tiempo y continúa atrayendo a nuestros sentidos. Es capaz de producir con la contemplación, de cuando en cuando, el ánimo y la esperanza para reemprender nuestra vida con un cierto optimismo, que por unos momentos nos hace creer superiores y felices frente a este combate diario, entre esta mezcla de sentimientos como el deseo, la impotencia, el desencanto, la alegría, la pasión, la belleza y, como no, la estupidez y demás.
Es en este arte lleno de referencias, que han sido comunes entre los hombres con el paso del tiempo, donde se ha ido formando la impresión de eternidad, cuando ésta sólo es posible gracias a la característica más importante de la existencia del hombre, su limitación de vida. Éste es el origen del arte, su razón de ser, su continuidad. No la mímesis, sus diferentes soportes y medios, los últimos descubrimientos científicos... y al mismo tiempo es todo esto y todo lo que queramos añadir, tanto si es bueno como si es malo. Bello o feo, expresa su condición humana. Estamos donde estábamos, no hay crisis, hay pequeñas miserias caseras, propias de los humanos.
Lo que ocurre es que posteriormente una parte del arte y de la sociedad se han vuelto excesivamente aparentes, han tomado la apariencia como la principal forma de expresión . El artista no expresa sólo la apariencia de la realidad, su forma de entender el mundo, copia la apariencia de la apariencia, se olvida del contenido, del camino que hay que recorrer para llegar a esta apariencia, piensa sólo en los otros, en los conductores profesionales de la novedad, ha perdido la libertad, no existe.
Ahora sólo le interesa la superficie, el efecto, la nueva receta gastronómica del arte, la cocina. La originalidad y la novedad se han transformado en el equívoco de la fama por la inteligencia, el éxito confuso de la cantidad por la calidad. Sin ensuciarse las manos, sin contenidos, sin compromisos, todo queda vacío, coyuntural. Por no poseer, no tienen ni pecados. El infierno queda para los otros, para los conductores del poder, del arte y de la información.
Pero todo esto no es el final del arte, es sencillamente el final de una "manera de hacer".
Me niego a admitir que el arte' esté muerto. Mientras haya hombres habrá arte. "El medio no es el mensaje", el medio es el poder para dar el mensaje, el que aparentemente gana la batalla, pero el mensaje es el hombre; y los que reciben el mensaje, los demás hombres. Esto no cambia, y ésta es una razón por la que podemos continuar vivos y libres. Prefiero la existencia con mis dudas y pecados de hombre libre, quiero que me dejen la posibilidad de. equivocarme yo solo, y después que me juzguen. Somos los autores de la obra, buena o mala. Merecemos el cielo o el infierno, da igual. No somos los invitados de piedra en este banquete de miserias intelectuales de finales del siglo XX. Amo el arte y la vida.'
Babelia
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