Falla y Marco, la luna pálida y la roja
Era uso habitual en Manuel de Falla el de sentirse acompañado en los homenajes que se le rendían por obras de otros autores españoles, actitud que han mantenido los rectores de la Zarzuela al unir al primer gran Falla de La vida breve con la ópera en un acto de Tomás Marco Selene, es trenada hace 12 años en el coliseo de Jovellanos.Entre ambas piezas existen, en principio, grandes diferencias conceptuales: La vida breve significa el mejor verismo nacionalista asumido por España; Selene es teatro musical, pero el público no lo entiende como una ópera, denominación más simbólica que semántica que aplica, sobre todo, a los modelos de finales del XVIII, el XIX y parte del XX. Desde joven demostró Marco un feliz ingenio para las formas representadas, en las que durante la década de los sesenta triunfaba la denominada "música de acción". Recordemos sus obras sobre Carroll, Schwitters o Grass. Selene, más que una música de acción, es una acción con música fuertemente literaria y abierta hasta el punto de que en cada versión pueden sustituirse los textos que se recitan. Todos coinciden, más o menos, en el cerco a la Luna, entre misterioso e investigador, y el trabajo de Marco no escapa, ni quiere hacerlo, a la postura. No olvidemos que Selene nace poco después de la llegada del hombre a la Luna, en 1969..Poesía sencilla
Selene I La vida breve
Homenaje a Manuel de Falla en el cincuentenario de su muerte. Selene, de Tomás Marco, y La vida breve, de C. Fernández Shaw y Falla. Intérpretes:Diana Teigs, Mabel Perelstein, Manuel Cid, Enrique Baquerizo, María José Montiel, Carlos Moreno, Gabriel Moreno y Carmelo Martínez. Ballet y coreografía: Blanca del Rey. Coro y orquesta titulares. Dirección musical: C. Halffier. Dirección escénica: J. C. Plaza. Escenarios y trajes: G. Torner. Iluminación: F. Leal. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 24 de marzo.
La partitura, con abundante intervención coral, está bien lejos de lo que los más conservadores denominan "agresividad", pues Marco ha hecho poesía sencilla, tenue y desnuda de retórica, pero efectiva. También poetizaron el director escénico, José Carlos Plaza; el creador de escenarios y figurines, Gustavo Torner; el di rector musical, Cristóbal Halffter, y los cuatro intérpretes de la nada fácil obra: Tiegs, Perelstein, Baquerizo y Cid.
La luna pálida que cruzó el escenario al comenzar Selene se tomó inmenso y trágico círculo rojo para La vida breve. Aquí el acierto de Torner me parece fuera de lo común, y algo parecido podría escribirse sobre Plaza, si no fuera por ciertas exageraciones en la expresión dramática que contradicen la intención de Falla y un abuso de la parte danzada. La vida breve contiene dos danzas, pero no es, desde luego, una ópera-ballet, sino un intento de expresión intensa a realizar con la mayor economía de recursos. Halffter llevó la obra con elegancia, mesura y emoción contenida, sin violentar los contrastes ni acelerar los tiempos. Una joven cantante, María José Montiel, encarnó a la gitanilla Salud con extraordinaria belleza vocal, de dicción y de fraseo, y Manuel Cid pasó de Selene a las coplas de la fragua con raro dominio. Cantó bien el coro, del que se desgajaron a veces pregoneros y voces de las coplas para situarse casi en primer plano de la escena. No es lógico: el coro es el gran ambiente y espacio de La vida breve, la Granada distanciada, plena de ecos y rumores lejanos.
Con todo, puede hablarse de una noche de categoría y de un éxito notable, excepción hecha de los ululadores disconformes con la obra de Marco, aunque los aplausos ganaron por mayoría suficiente.
Babelia
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