Alta tensión
Estábamos aquella noche en el restaurante de un céntrico y famoso hotel madrileño. Ella había dudado muchísimo a la hora de la elección, habla desechado todos los consejos, cuando, por fin, se expuso con desmesurado entusiasmo: "¿Sabe lo que le digo? Sólo quiero angulas, una doble ración de angulas, y vino blanco con aguja".'Cumplidos sus deseos, se llevó el tenedor de madera a la boca, por tres veces, para a la cuarta estallar: "¡Camarero! Estas angulas no están frescas. Quiero que me las cambie". Explicaciones brumosas, a la par que inútiles, en medio de creciente agitación: "Yo no dudo de su palabra, pero, si insiste en que están frescas, siéntese a mi lado y. pruébelas. ¿Con que no quiere probarlas? Ah, ¿que no puede? Pues bonita profesión la suya, que ni puede probar lo mismo que le ofrece a los demás". Al cabo de media hora de diálogo anguleño, el camarero, apoyado por todos los suyos y por varios clientes cercanos, soltó una retahíla de tacos. Ella no los entendió, pero se hizo cargo del tono. Y, mientras se levantaba para abandonar el lugar del crimen, amenazó al camarero: con el tenedorcillo de madera: "¿Sabe? Yo siento a menudo el deseo de matar a alguien. Hasta ahora, se trataba de gentuza como Hitler o Franco. O Pinochet. Pero esta noche siento por vez primera el deseo dematar a un indigno representante de la clase obrera".Pausa. Y ya con el abrigo puesto: "De hecho, usted es un desclasado que sirve, con total impunidad, angulas en mal estado". Ya en la habitación, muerta de risa, aclaraba: "¡Se me fue la mano!".
Al asentir yo, ella dio marcha atrás: "Te equivocas. En, realidad, tuve que hacerlo. Ha sido una jornada vacía, absolutamente vacía. Yo necesitaba un rapto de humillación, era preciso que representara esa escena de histeria en ese decorado pomposo, aun a costa del pobre muchacho". "Algo, al fin, ha ocurrido hoy". Y, después de la risa en cascada, añadió: "Mañana le regalaré un libro de la Duras. ¿Cómo qué cual? El amor". Otro no podría ser".
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