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El voto de Fidel

Hoy es día de reflexión en la campaña electoral y no voy a atacar ni a elogiar las propuestas de ninguno de nuestros políticos, sino a dirigir una homilía democrática a quien, por no saber, no sabe ni siquiera de economía: el líder supremo de Cuba, el comandante Castro. El pasado 24 de febrero dos cazas cubanos de fabricación soviética derribaron a dos avionetas desarmadas y mataron a sus tripulantes porque habían invadido el espacio aéreo cubano portando una armas peligrosas; querían bombardear el barrio Miramar con unas octavillas en las que se pedía la renuncia del Comandante a su cargo de jefe del Estado, y unas elecciones libres.Prefiero la complicidad del humor a la crueldad del sarcasmo y no pretendía ser sarcástico al calificar unas octavillas de armas peligrosas. Las ideas son poderosas, pese a cuanto creen los que sólo razonan en términos de intereses. Castro, quien como Mao cree que el poder nace de la boca de un fusil, tiembla ante el poder de una idea, dispara sobre la idea de que el menos malo de los sistemas políticos es aquel que permite a los ciudadanos cambiar el gobierno de un país incruentamente, por medio de unas papeletas depositadas en frágiles urnas de cristal, como vamos a hacer los españoles mañana.

La revolución democrática tiene por objeto el abreviar los dolores del parto inevitable de la libertad, si me permiten parafrasear a Karl Marx. ¿Cúal es la mejor manera de devolver las libertades a la población cubana? Muchos creemos que el libre comercio ayuda a disolver las dictaduras. Los estadounidenses, con la ley Torricelli en la mano, han preferido embargar el comercio entre EE UU y Cuba hasta tanto el Gobierno cubano no realice movimientos hacia la democracia. Tras la matanza aérea de febrero, el Congreso ha aprobado la ley Burton-Helms, por la que los ciudadanos norteamericanos damnificados por las expropiaciones de la Revolución castrista pueden perseguir ante los tribunales a quienes trafiquen con sus propiedades. El embargo se endurece. El remedio está pues en manos de Fidel: que libere la economía y convoque elecciones libres.

Pese a las falsías que propalan los castristas, el comercio entre Cuba y todos los demás países del mundo está libre de embargo. La causa de lo reducido de las exportaciones cubanas, sólo 1.700 millones de dólares en 1994, es producto de la desorganización cubana mucho más que del embargo norteamericano. El producto nacional de Cuba se ha reducido en más de un 35% desde que cesó la ayuda soviética: parece como si los 100.000 millones de dólares recibidos de la URSS de 1959 hasta 1991 no hayan servido para nada.

En Europa del Este hemos podido ver que uno de los problemas de la transición de un sistema comunista a uno democrático han sido las reclamaciones de quienes fueron expoliados por los totalitarios. Pese a la importancia del respeto por la propiedad privada para el buen funcionamiento de una economía de mercado, es necesario fijar una fecha en la que prescriban los derechos de propiedad de los antiguos dueños. El año de la expoliación cubana de 1959 está muy cerca: los cientos de miles de cubanos que hubieron de huir de la opresión castrista con lo puesto no cejarán en su intento de recobrar lo que es suyo. Cuanto antes lo sepan quienes ocupan lo robado, mejor para ellos. Especialmente si son extranjeros, pueden llegar a un acuerdo con los verdaderos dueños.

Esta nueva ley no impide el comercio con Cuba de los demás países ni las inversiones en la isla de quienes no son ciudadanos de EE UU. Es posible combinar, pues, los derechos de los legítimos propietarios de los bienes cubanos expropiados por el comunismo, con la lenta adaptación de la economía cubana a las formas productivas capitalistas. Pero el deseo de que Cuba se abra al capital extranjero no debe cegarnos a la necesidad de forzar al mismo tiempo la democratización de su sistema político por métodos indirectos de presión como los que usan los EE UU. Pero ¿usted no estaba a favor del embargo del comercio de la Suráfrica del apartheid?

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