Sombras chinescas
Un científico cuyo nombre no tengo a mano solía decir que todo lo que resultaba interesante o significativo en la naturaleza tenía lugar en los bordes: en la membrana de una célula, por ejemplo, o en el comienzo y final de una catástrofe. En el borde de esta campaña, cuando sólo estaba compuesta de precampaña, Pujol calificó a socialistas y populares de majaderos por acusarse mutuamente en la guerra sucia, y Cascos afirmó que la diferencia de Amedo y Domínguez con Sáenz de Santa María era de matiz.En otro orden de cosas, Botín y Cuevas exigieron a Aznar el despido libre y la reducción de las prestaciones sociales. Había acontecimientos significativos todo el rato. Por eso, cuando se alcanza el ecuador de algo, incluso de una campaña electoral, y el aspirante se entrega al indeciso, conviene acudir a sus bordes para hacerse una idea. En, el borde de Aznar aparecen, en confuso desorden, Cascos, Rato, Arenas, Fraga, Teófila, Rajoy, Villalobos... Uno ha intentado seguirles por tierra, mar y aire con resultados más bien pobres. Ayer, por ejemplo, Celia Villalobos preguntaba en un mitin a la concurrencia, con el corazón en la mano, si alguien pensaba de verdad que el PP iba a dejar de atender a los marginados. Pues claro, lo raro es que alguien lo dudara: el PP tiene el raro mérito de haber inventado en Madrid el banco antimendigos, y en Granada, el carné de indigente, lo que es un modo de institucionalizar la pobreza, convirtiéndola, más que en una desgracia, en una aspiración.
Pero eso no es todo: en los últimos días sale en los programas electorales de la tele un señor muy triste del PP, llamado José María Michavila, que habla como si llevara dentro una estatua contra la que tuviera que luchar para moverse libremente. Habla de manera mecánica, sin implicar a los ojos en el escaso movimiento de los labios, y siempre que nombra la palabra programa muestra a las cámaras, en plan teletienda, un mamotreto del que afirma que tiene 255 páginas. No sabemos si lo dice con admiración o con espanto debido a esa cosa petrificada de la estatua interior.Hay otro asunto más importante aún que sucede en el borde de las personas y del que Aznar carece: la sombra. Queremos decir con esto que no tiene lado oscuro, y eso no puede ser: es una atrocidad. Sin embargo, toda la documentación que uno maneja así o confirma. Lo único vergonzoso que hizo con su vida fue subirse al capó de un coche, con un trasto de megafonía, para proclamar el adveniento de Fraga, pero él lo cuenta como si se tratara de una hazaña, o sea, que no tiene malicia. Además, aunque intente mentir, no le sale, porque no sabe, eso dice. A estas alturas, nadie ignora que una de las cosas a las que se viene a este mundo es a negociar con la sombra. Una vida fracasada es una vida en la que no se ha llegado a acuerdos importantes con el lado oscuro de uno y de su cónyuge. No nos podemos fiar de alguien con los bordes tan limpios, con los perfiles tan claros. Tanta higiene asusta, porque esconde necesariamente algo atroz, aunque sea un programa. Lo inquietante de Aznar, en fin, no es que en sus bordes se den catástrofes intelectuales tipo Michavila o Cascos, sino que carece de sombra, o, peor aún, que sólo es capaz de proyectar sombras chinescas, con lo desasosegantes que son.
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