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Jóvenes artistas cubanos presentan en la Casa de América su 'Mundo soñado'

Mundo soñado es una exposición reveladora. Los catorce jóvenes artistas cubanos que la integran presentan obras de gran madurez y expresividad. Una sigilosa ironía con respecto a su situación y la de su país domina la temática general. "Hemos cambiado de actitud con respecto a los artistas de los años ochenta", explica Tonel, uno de los autores. "No dejamos de ser críticos, pero no lo hacemos de forma tan sangrante, preferimos las metáforas y un humor más sutil".A pesar de la diversidad de las propuestas de estos 14 artistas, nacidos entre 1955 y 1972, hay elementos comunes a todos ellos, entre los que se encuentran el apego a una variada cultura popular, pasada por el tamiz de las vanguardias internacionales, una cierta religiosidad pagana, la autorreferencia y la alusión a su difícil situación en Cuba.

Las obras de Los Carpinteros, un trío de los mas jóvenes artistas con impactantes cuadros de un moderno barroquismo; los coloridos personajes oficiales (Gentes trabajadoras) frente a los blanquinegros retratos de los marginados (Los irrepresentables) de José Toirac; el curioso personaje, un pintor ciego con un carro de caballos lleno de cuadros, inventado por Fernando Rodríguez, protagonista de la serie Un artista cubano-cubano anda suelto, o los desvaríos oníricos de Pedro Álvarez de un Elvis vestido como para una ceremonia de santería, son algunos de los hallazgos de estos pintores.La Calidad de las propuestas se hace difícil de relacionar con un país en el que la circulación de las obras de arte y el mercado son, por decir algo, incipientes. "La situación ha mejorado algo en los últimos años", reconoce Dagoberto Rodríguez, de Los Carpinteros. "Hay galerías de arte y existe la posibilidad de vender las obras dentro y fuera del país. Pero el gran comprador sigue siendo el Museo Nacional de Bellas Artes".

A pesar de que, por la complicada situación económica que atraviesan, les puede resultar difícil conseguir los materiales para sus obras, ellos lo desmienten. "Es una paradoja, pero es lo más fácil. En La Habana abundan las maderas preciosas y los materiales no son el problema".

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