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Argentina afronta el problema de los niños de la calle implicando a la familia

El Programa controla la Explotación brinda apoyo a 600 pequeños

Los niños de la calle argentinos no mueren, como en Brasil, a manos de escuadrones de la muerte pagados por las mafías de los comerciantes, pero su situación es un exponente de miseria. Son criaturas de barriadas desasistidas, que cada día llegan a mendigar al centro urbano y que, para resistir esa vida, se drogan inhalando disolvente. "Nosotros no hacemos asistencialismo", dice Inés Correa, coordinadora del Programa contra la Explotación de Niños, "sino que implicamos a las familias para que luchen por algo que les afecta a todos".

El salario medio en Argentina no llega a las 40.000 pesetas. Un niño, mendigando en una esquina céntrica de Buenos Aires, puede sacarse 5.000 pesetas al día. De ahí que las familias sean renuentes a perder esos ingresos, aunque tengan que pagar un precio muy alto: acoso policial, acoso de las mafias que utilizan a menores en la comisión de delitos para eludir la responsabilidad penal, acoso de las redes de la prostitución; y la sempiterna presencia de la droga. "De repente oyes casos de niños que venden ramos de flores, y el padre les oculta cocaína entre la mercancía", dice Correa.El Programa contra la Explotación de Niños data de dos años, y pertenece al Consejo del Menor y la Familia, dependiente de Presidencia del Gobierno. "Empezamos con 11 chicos", recuerda Correa, "y hoy tenemos 600". Las primeras campañas fueron de concienciación. "Imprimimos entonces unos billetes imitación de los de peso, y les llamamos Pase de Regreso a la Niñez. La idea era que la gente reflexionase sobre las consecuencias de dar plata (dinero) a los menores que pedían en la calle".

Las familias de los niños de la calle tienen un promedio de cinco hijos, y lo habitual es un padre alcohólico o violento o ausente del hogar, y una madre sin instrucción que se banca (carga) con todas las responsabilidades. "Hemos logrado que las madres permitan a los niños aprender", dice Vitoria Sobré, encargada del área educativa.

Todos los sábados el Programa organiza una "colonia recreativa" con los niños, y en verano les lleva diariamente "a la pileta" (piscina). Las madres les atienden en un comedor colectivo, y se desarrollan diversas actividades escolares y de juegos.

El Programa se coordina con actividades en distintas provincias, y además de controlar el centro de Buenos Aires acude a las barriadas de los niños, para implicar a la familia entera. "Es muy importante trabajar con las familias", dice Correa, "porque allá no llegan los organismos internacionales. La Unicef y entidades así, por ejemplo, no han visto nunca en Argentina a un chico de la calle. Y nosotros les conocemos personalmente, y conocemos a su familia y su barrio. Es muy distinto a Brasil, donde los menores no están identificados y por eso su vida no vale nada".

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