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Una edición especial de su primera obra abre el centenario de Gerardo Diego

La presentación de una edición especial de El romancero de la novia, del poeta Gerardo Diego, editada por el Ayuntamiento de Madrid, fue ayer el primer acto del centenario de uno de los poetas fundamentales de la Generación del 27, nacido en Santander hace 100 años. A lo largo de este año, se impondrá su nombre a una biblioteca de Vallecas (Madrid), se realizará una exposición homenaje y será instalado un busto del escultor Julio López Hernández en Santander. En su día, de El romancero de la novia, primer libro del poeta cántabro, sólo fueron editados 100 ejemplares, cuando Diego tenía 24 años y acababa de ganar unas oposiciones en Soria.Diego era un hombre lleno de humor, según evocó su colega José Hierro en el acto celebrado anoche en el Centro Cultural Conde Duque de Madrid: en cierta ocasión fue a una ciudad donde le notificaron que habían descubierto "una lápida" con su nombre. "Será una placa", precisó el poeta, "puesto que una lápida es lo que se ve por dentro y una placa lo que se ve por fuera". En otra ocasión, Gerardo Diego describió la genealogía de la poesía española de la siguiente forma: Miguel de Unamuno es el abuelo, Antonio Machado es el padre y Juan Ramón Jiménez es la madre.

El crítico Miguel García Posada afirmó que la del 27 es la generación del siglo, toda vez que "nadie ha superado la calidad y la modernidad de ese conjunto de escritores". Recordó el importante papel jugado por Gerardo Diego como gestor de la Generación del 27 a través de la revista Carmen y el suplemento Lola. Respecto al libro presentado, señaló que es anterior a la bifurcación de dos géneros que practicó durante toda su vida, desborda el ámbito del posmodernismo y, aunque lo acecha el peligro de la cursilería, nunca cae en él y su encanto es el de lo ingenuo. García Posada pidió que, aunque haya sido el año pasado, no se olvide el centenario de Juan Larrea, el gran extraterritorial de la Generación del 27.

Dos momentos únicos

Para Andrés Amorós, hay dos momentos únicos en la poesía española de todos los tiempos: en tomo a 1610, cuando coinciden en un pequeño barrio de Madrid Lope de Vega, Góngora, Quevedo, Tirso de Molina, Calderón... y 1927, cuando en la Residencia de Estudiantes coincide un cuantioso número de genios, no sólo poetas. Amorós afirmó que, aunque el aura de García Lorca o de Alberti pueden oscurecer a veces la figura de Gerardo Diego, cualquier aproximación a éste revela una calidad por lo menos equivalente.El poeta Claudio Rodríguez clausuró una sesión que había sido presidida por el alcalde, José María Alvarez del Manzano, encargado de entregar a los Reyes un ejemplar especial de este libro.

En la presentación, el concejal de Cultura de Madrid, Juan Antonio Gómez Angulo, propugnó la ubicación de los archivos de todos los poetas de la Generación del 27 en un solo lugar, que a su modo de ver debe ser la Residencia de Estudiantes.

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