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DESAPARECE UN LÍDER DEL SIGLO XX

De pupilo a colega

El novato González se convirtió poco a poco, a ojos de Mitterrand, en un auténtico jefe de Gobierno aliado

François Mitterrand no hizo ese último viaje a España que había prometido a Felipe González. En Foix, en noviembre de 1994, el jefe del Gobierno español invitó, en público y en privado, al presidente de la República a tomarse unos días de descanso en España cuando, dentro de seis meses, dejase el cargo.Mitterrand aceptó entonces, pero después no se animó a cruzar los Pirineos. El gesto de González en su última cumbre ponía de manifiesto su simpatía y su agradecimiento hacia el correligionario socialista europeo' con el que más tiempo convivió en el poder. Casi trece, años.

No todo fue fácil al principio. En el congreso del PSOE en Suresnes, en octubre de 1974, en el que Gonzalez fue elegido secretario general, su homólogo del Partido Socialista, francés (PS) le miraba un poco por encima del hombro. A su lado, González era joven e inexperto y carecía además de ese toque intelectual, al estilo Enrique Tierno Galván, que tanto gusta a los socialistas franceses.

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La cúpula del PS, recuerda también un antiguo colaborador de González, había tenido mucho trato con el PCE y su líder, Santiago Carrillo, exiliado durante largos años en París. Se había dejado convencer dé que en la España democrática se produciría una situación a la italiana, es decir que los comunistas serían la fuerza hegemónica de la izquierda.

Fue necesario un año de Gobiemo socialista en España para que Mitterrand empezase a rectifícar. El 20 de diciembre de 1983 es considerado como. una fecha clave. Ese día Mitterrand y González cenaron mano a mano en El Elíseo. El huésped sacó a su anfitrión una lista de las víctimas de ETA desde la instauración de la democracia en España. El presidente se quedó impresionado y le preguntó qué podía hacer por él. El jefe del Gobierno le pidió cooperación antiterrorista. Francia empezó a conceder extradiciones de etarras a principios de 1984.

En la famosa cena de El Elíseo salió también a relucir la candidatura española a la Comunidad Europea, pero las últimas reticencias francesas sólo fueron vencidas año y medio después, en otra entrevista, este vez secreta, en Burdeos. Dos meses después González firmaba el tratado de adhesión a la CE.

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A medida que se consolidaba la democracia en España, los franceses se convencieron de que les convenía hacer algunos sacrificios agrícolas a cambio de contar en la CE con un país que, tras Alemania, se ha convertido en su primer aliado.

"Tenía una visión de Francia y de Europa que a mí me parecía extraordinariamente clarividente", declaró anoche González en una entrevista a la televisión española. El jefe del Gobierno dijo que fue "absolutamente clave" en la relación con España y recordó su contribución en superar dos contenciosos históricos como la cooperación antiterrorista y el ingreso en la UE. Los Reyes envíaron un telegrama de condolencia en el que califican a Mitterrand de "hombre de Estado de excepción" y resaltan su contribución al estrechamiento de las relaciones "entre nuestros dos países".

Francisco Álvarez Cascos, secretario general del Partido Popular, afirmó que Mitterrand ha marcado "una página importante de la historia de Francia". Julio Anguita, el coordinador de Izquierda Unida, fue, como siempre, crítico con uno de los artífices de una construcción europea "no muy deseada". "En el país de los ciegos el tuerto es el rey".

Fue desde la víspera de la entrada en la CE, cuando la relación entre González y el que se consideraba un poco como su tutor francés adquirió tintes más cálidos. Los dos, hombres se tutearon,un privilegio inaudito que el presidente de la República no concedía a casi nadie, y Mitterrand le hizo incluso confidencias. El 19 de marzo de 1988 le reveló en el coto de Doñana que se presentaría a la reelección. Su anfitrión guardó el secreto.

González y Mitterrand no fue ron, sin embargo, nunca amigos. Les separaba un cuarto de siglo, su origen social y sus centros de interés. González reconocía, no obstante, que el jefe del Estado francés era uno de los políticos que más le habían impactado. Le admiraba por su vocación literaria e histórica y por su inteligencia política, que le había llevado a abrir, en la última etapa de su vida, su archivo personal para evitar que, una vez muerto, le sacaran algún trapo sucio.

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