Listas, tontos
La manía es tan vieja como el mundo: las siete maravillas, las nueve musas, los cuarenta ladrones. O más vieja aún: la Santísima Trinidad, los Diez Mandamientos, las once mil. vírgenes. Humanos y divinos se han distraido siempre ha ciendo listas y dividiendo. lo conocido en censos. Quizá es que no podamos vivir sin un escalafón.Con la llegada a España de su libro El canon occidental se acusa a Harold Bloom de impertinente por esos 26 nombres fundamentales Y los futuribles del. apéndice, y el ataque es fácil: sólo él es responsable del entuerto. Lo malo es cuando el canon, la lista o el hit parade es producto de un consenso o un sondeo; el error está también asegurado, pues toda lista alberga un olvido, y por tanto un desacuerdo, pero en ese caso la fuerza colectiva hace, más injusto el desatino. Y qué angustia a la hora de consultarla; guando el suplemento literario del Times inglés confeccionó por referéndum la lista de los cien libros más influyentes desde la Segunda. Guerra Mundial, uno buscó ansioso a los españoles, y ni siquiera en ficción, que es lo nuestro, puntuábamos. Primo Levi sacaba dos menciones, Milan Kundera una, y estaban desde luego los mamotretos políticos, Doctor Zhivago y El archipiélago Gulag. ¿Borges?
El recién acabado 1995 ha sido abundante en juegos de listado con el cine, que estaba de fiesta. La ocasión más solemne le facilitó la Cinemateca Real de Bélgica, convocando a críticos de todo el mundo para renovar una. pregunta que ya dio dos listas célebres en 194.8 y 1958. ¿Cuáles son las obras más importantes de. la historia del cine? La respuesta de 1995 fue tan. irreprochiable como retrógrada, no faltando en los primeros puestos los nombres de prestigio (Flaherty, Ruttmann, Resnais) que el paso del tiempo ha dejado como curiosidades, arqueológicas, y notándose en cambio escandalosamente la, ausencia entre los 25 primeros de Mizoguchi, Hitchcock, Ford o Pasolini. En los casos de los indiscutibles, Welles (que la encabeza con Ciudadano Kane)_Dreyer, Bergman, Buñuel, Rosellini, se han elegido sistemáticamente sus obras más anticuadas o mis escolásticas, las menos intempestivas y arriesgadas, dando los consultados al fin una deplorable impresión de rutina, etnocentrismo y parálisis. Y nada posterior a 1966, como si el cine de los vivos (Scorsese, Angelopoulos, Oliveira) no Contase en el progreso de este arte.
En España, donde el juego se extenderá.ahora que empieza nuestro propio centenario, la nueva revista de Garci Nickel Odeon convocó a cien expertos o cinéfilos, y la lista vuelve a ser tan recta como decepcionante. Nadie admira más que yo el gran cine de Berlanga ni la obra de Erice, pero parece un acto de pereza o ignorancia en personas cualificadas que entre, las diez principales figuren tres películas del primero y las dos del segundo, y nada de Edgar Neville, Florián Rey o Perojo.
El mercado de temporada también nos ofrece sus listas, y con ellas la misión, el desconsuelo, los vaticinios. No hablaremos hoy del sonrojante cuadro de honor de premiados irrelevantes y no-premiados esenciales en los grandes galardones literarios (Cervantes, Príncipe de Asturias, Letras Nacionales), sino, para unirnos a la celebración, del cine. Dentro de 20 días serán los Goya, y es tiempo ahora de comentar y apostar. Si ese club de la Academia de Cine me tuviese entre sus socios, yo sentiría vergüenza por no ver entre las nominadas la que me parece la película más atrevida, más honda y mejor contada del 95, El techo del mundo, de Felipe Vega, o al constatar que se castiga a María Barranco por haber hecho este año tantas obras mediocres olvidando su genial. interpretación en El efecto mariposa. Pero hagamos, desde fuera, crítica constructiva, porque también la Academia ha mostrado una gran valentía al dar su mayor número de nominaciones a El día de la bestia, una película de género que resulta ser la mejor de las candidatas y una apasionante lección de buen cine imaginativo y brillantísimo. Esa candidatura recuerda la de El silencio de los corderos en los Oscars, que tanto sorprendió a algún purista. Esperemos que aunque Alex de la Iglesia no sea un director canónico, los académicos españoles, al igual que sus colegas de Hollywood con la terrorífica y gran película de Demme, no se asusten a la hora de votarle. Pondrían el listón muy alto.
Babelia
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