Por un nuevo impulso a la política ambiental global
Los autores del artículo, tres responsables europeos de medio ambiente, proponen medidas más estrictas para mejorar el entorno y apelan a EE UU para aunar esfuerzos.
La protección del medio ambiente es uno de los mayores retos que tenemos que afrontar en este fin de siglo, y corresponde a los países industrializados tomar la iniciativa para conseguir que el desarrollo sea sostenible. Desde esta perspectiva, cada día es más evidente que esta responsabilidad histórica de nuestra generación sólo será satisfecha mediante un esfuerzo conjunto de la Unión Europea y Estados Unidos.Pero, últimamente, Estados Unidos y Europa han seguido trayectorias divergentes en política internacional sobre medio ambiente. Ello ha significado un serio obstáculo para la protección del medio ambiente mundial y ha puesto en duda el compromiso que el mundo industrializado había adquirido con la teoría y la práctica del desarrollo sostenible. Parece como si las grandes ambiciones que admirábamos en el pasado se hubiesen ausentado de la escena ambiental internacional.
Esta situación, claramente puesta de manifiesto en las conferencias internacionales sobre políticas ambientales que han tenido lugar durante la presidencia española de la UE, produce una gran preocupación, especialmente desde la perspectiva de las relaciones Norte-Sur, y debe ser superada mediante un compromiso conjunto de Estados Unidos y la Unión Europea que dé un nuevo impulso global a la solución de los problemas del medio ambiente.
La Convención sobre Diversidad Biológica, por ejemplo, se ocupa de uno de los temas más importantes que afectan a la humanidad. Ha sido llamada "la Convención sobre la Vida", y no debe ser solamente considerada como un instrumento legal para proteger especies y hábitats en peligro de extinción, sino que contempla también las consecuencias de largo alcance de la biotecnología moderna.
Recientemente, la Conferencia de las Partes sobre la Biodiversidad celebrada en Yakarta acordó iniciar negociaciones para abordar un protocoló sobre "bioseguridad". Confiamos en que Estados Unidos ratifique este convenio y -como agente principal en este ámbito- participe en los debates como miembro pleno de la convención.
Por otra parte, un comercio internacional irresponsable de residuos peligrosos supone una verdadera desgracia para la humanidad. Deberíamos impedir que los países en vías de desarrollo se conviertan en el vertedero del mundo industrializado. Para ello, la Convención de Basilea regula la exportación e importación de residuos peligrosos, pero, desgraciadamente, Estados Unidos tampoco ha ratificado este convenio. Últimamente, en la conferencia celebrada en Ginebra, las partes firmantes de dicho convenio han acordado la prohibición total de exportaciones de residuos peligrosos a los países no miembros de la OCDE. Desde la Unión Europea esperamos también que Estados Unidos ratifique este convenio y apoye esta prohibición de exportación, sin la cual los objetivos del convenio serían difícilmente alcanzables.
El cambio climático puede modificar radicalmente las condiciones de vida de nuestro planeta. Los eminentes científicos del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPPC) han presentado muy recientemente conclusiones alarmantes sobre la forma en que las emisiones de gases de efecto invernadero afectan a nuestro clima.
Ha llegado el momento de actuar, tal y como proclamamos en la Conferencia de Berlín la pasada primavera, gracias al innegable impulso y compromiso de Alemania, país que acogerá la Secretaría del Convenio sobre Cambio Climático. Yendo más allá de su compromiso de estabilización global en el año 2000 a los niveles de 1990, la Unión Europea ha presentado un borrador de protocolo sobre reducciones posteriores de emisiones. El apoyo de Estados Unidos es también aquí imprescindible para alcanzar compromisos vinculantes sobre la progresiva disminución de emisiones a escala mundial para después del año 2000. Sin ello el esfuerzo de Europa sería estéril.
Por otro lado, hay que reconocer que Estados Unidos ha ejercido un verdadero liderazgo en la protección de la capa de ozono. Nos ha alertado de los peligros de los CFC (clorofluorocarbonados) y ha sido pionero en su sustitución por sustancias menos peligrosas. El rey de Suecia ha entregado recientemente el Premio Nobel de este año a los científicos americanos que han descubierto la amenaza de la capa de ozono, reconociendo así el importante vínculo que existe entre la ciencia y la política ambiental y el papel desempeñado por Estados Unidos en este importantísimo aspecto de las amenazas globales sobre el medio ambiente mundial.
Sin embargo, en la Conferencia de Viena sobre la Protección de la Capa de Ozono, celebrada en diciembre de 1995, Estados Unidos y la Unión Europea han adoptado diferentes puntos de vista sobre las medidas a adoptar para frenar su deterioro. El compromiso alcanzado permitió al final poner las bases y fijar calendarios concretos para la eliminación progresiva de los llamados HCFC (hidroclorofluorocarbonados) y del bromuro de metilo, producto cuya capacidad destructiva de la capa de ozono ha sido ampliamente reconocida. Pero es todavía necesario conseguir que la utilización, cada vez mayor, de sustancias que agotan la capa de ozono en los países en desarrollo quedé resuelta. Para ello es urgente proporcionar recursos financieros, transferencia de tecnología y conocimiento en esta área.
Por último, nos gustaría mencionar dos grandes retos que Europa debe afrontar.
Primero, la reconstrucción de Europa central y oriental, así como la antigua Unión Soviética. Afrontar el desastre ambiental que han dejado tras de sí los sistemas de economía planificada de la Europa del Este es una tarea compleja que requiere enormes esfuerzos para los que Europa necesita el apoyo de Estados Unidos. Una forma de hacer patente esta colaboración sería el compromiso de Estados Unidos, tanto en términos políticos como financieros, para cumplir los objetivos de la Conferencia Paneuropea de Medio Ambiente celebrada en Sofía el pasado mes de noviembre.
El segundo, pero no menos importante, gran eje de acción ambiental, es la cooperacion mediterránea. La reciente Conferencia Euromediterránea de Barcelona (precedida en junio por la aprobación, también en Barcelona, del II Convenio para la Protección del Mediterráneo) ha constituido un gran paso hacia un desarrollo económico rápido, la estabilidad política y una mayor protección del medio ambiente en el Mediterráneo. El desarrollo sostenible en esta área requerirá importantes esfuerzos, pero aportará mucho beneficios incluso a países de fuera de esta región.
Todos estos acontecimientos internacionales en política ámbiental que han jalonado la presidenciá española de la UE han puesto de relieve la imprescindible necesidad de una asociación más fuerte sobre medio ambiente entre Europa y Estados Unidos y de una contribución más activa en todas estas áreas. Desde luego, cada país debe establecer sus propias prioridades, y somos conscientes de que la situación interna de Estados Unidos afecta al papel que desempeña en las políticas mundiales sobre medio ambiente. Pero permítasenos, desde nuestra amistad, expresar nuestro deseo de avanzar conjuntamente en la solución de problemas mundiales del medio ambiente que, no podrían ser nunca resueltos sin la activa participación de Estados Unidos y la Unión Europea. No siempre estaremos de acuerdo en cada política concreta, pero debemos mantener al menos un mismo nivel de elevada ambición. De esta forma, intentaremos simplemente cumplir con la responsabilidad que todos compartimos por nuestro futuro común.
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