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La UE afronta hasta el 2000 la agenda más cargada de su historia

El proceso de construcción europea afronta en el próximo quinquenio la agenda mas cargada desde la firma del Tratado de Roma: la transición a la moneda única, la adaptación del Tratado de Maastricht a una Unión de 25 o 30 miembros, el propio proceso negociador de la ampliación, la renegociación de las perspectivas financieras (la aportación económica de cada Estado miembro) y de las dos grandes políticas que la conforman (la agrícola y la de cohesión).

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La adopción en Madrid de un calendario relativamente preciso tantas veces reclamado por Felipe González es el principal activo del eurooptimismo, que afronta un periodo histórico propicio a la renacionalización y al euroescepticismo.La aprobación del escenario de tránsito a la tercera fase de la Unión Económica y Monetaria (UEM) ha permitido someter a una agenda estricta -predeterminada anteriormente por el Tratado de Maastricht- la mayor revolución que afronta la Unión Europea: la creación de la moneda única, el euro. Los automatismos de la UEM parecen a priori una gran ventaja: la historia demuestra que los grandes avances comunitarios se han hecho bajo la presión del calendario o el impulso de los ciclos económicos alcistas. El peligro de una recesión económica, o de una ralentización de la actual fase de crecimiento, puede acabar convirtiéndose en uno de los grandes lastres de la Unión Monetaria: obstaculizaría el objetivo de reducir los déficit públicos y daría alas a quienes argumentan que la convergencia impide la creación de empleo.

La desaparición de las divisas nacionales será el gesto político más sobresaliente desde que los Quince acordaran el derribo de las fronteras físicas. Como entonces, la caída de monedas puede no afectar a todos los Estados miembros: el Reino Unido tiene aquí también vocación de liderar la fracción más euroescéptica de la Unión.

La diferencia radica esta vez en que el mantenimiento de las fronteras a los ciudadanos -que no a las mercancias- es un gesto, políticamente bien visto por la población local y de escasas desventajas para la economía nacional británica. Quedarse al margen de la moneda única puede tener consecuencias mayores, sobre todo en la City.

La libra esterlina corre el riesgo de quedar en posición débil frente al euro, el dólar, el yen y el franco suizo. Lo mejor para el actual Gobierno de Londres es que el euro no llegue a nacer o lo haga disminuido por la ausencia del franco francés. Pero ante un euro hecho realidad, la opción de quedarse al margen no es seguro que sea finalmente la más deseada en el Reino Unido o en Dinamarca, el otro país con derecho a elegir si entra o no en la Unión Monetaria.

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Ampliación al Este

Más allá de la UEM, la Unión Europea afronta un conjunto de reformas, casi todas ellas ligadas de una manera u otra a la ampliación al Este y al Mediterráneo. La Conferencia Intergubernamental debe adaptar las instituciones a una Unión de 25 o 30 socios.La apertura ya ha sido convocada para el 29 de marzo en Turín, bajo presidencia italiana. La terminación de la CIG, prévista para finales de 1997, condicionará la exactitud de todo el calendario esbozado en Madrid.

A su conclusión debe iniciarse de inmediato la negociación de las perspectivas financieras (el llamado paquete Santer-1), seguramente en el segundo semestre de 1997, bajo presidencia de Luxemburgo. Cuando ya esté encauzada la negociación financiera -que definirá el presupuesto europeo para el quinquenio 1999-2003, y la aportación de cada socio- arrancarán paralelamente las reformas de la Política Agrícola Común (PAC) y de los fondos estructurales. Estas dos grandes políticas comunitarias deben adaptarse también a una Unión Europea ampliada y a las nuevas perspectivas financieras.

Al tiempo, estas dos reformas condicionan que las negociaciones de adhesión -llamadas a empezar seis meses después de que acabe la Conferencia Intergubemamental- se aceleren de verdad: ningún país afectado por la PAC o por los fondos estructurales dará su visto bueno a nuevos socios sin saber antes cómo van a quedar esas dos políticas trascendentales.

El fracaso de ambas reformas podría acarrear el retraso de las adhesiones ó la adopción de periodos transitorios enormes que reduzcan la ampliación a un gesto político de escaso impacto económico.

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