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EL ATENTADO DE VALLECAS

PP se vuelca en el funeral por la matanza de Vallecas

Gritos aislados contra el Gobierno y ETA tras la multitudinaria ceremonia fúnebre

Miguel González

"¡Aznar! ¡Ellos no llevaban blindaje!" El presidente del Partido Popular también tuyo que escuchar algún reproche durante el multitudinario funeral celebrado ayer en la cuartel de la Agrupación de Infantería de Marina de Madrid, ante los féretros de los seis trabajadores civiles de la Armada asesinados el lunes por ETA en el barrio obrero de Vallecas. Aznar, que acudía por vez primera a una ceremonia e estas características, arropado por la lana mayor de su partido, encajó con semblante tenso y apesadumbrado tanto las escasas críticas como las más frecuentes palabras de aliento que le dirigieron las numerosas personas que se acercaron a saludarle. Tras la ceremonia, varios asistentes profirieron gritos aislados contra del Gobierno y contra ETA.

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Quizá porque siente próxima la responsabilidad de gobernar o porque la experiencia encarne propia sensibiliza ante el zarpazo del terrorismo, el PP se volcó ayer en el funeral por las víctimas de la última matanza de ETA en la capital de España.Además de Aznar, asistieron el secretario general, Francisco Álvarez Cascos, y los diputados Rodrigo Rato, Federico Trillo, Luis Ramallo, Arsenio Fernández de Mesa y Santiago López Valdivielso; así como el alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano, y el presidente de la comunidad, Alberto Ruiz-Gallardón. Más discreta fue la representación de otros partidos: Ciprià Ciscar y Juan Muñoz por el PSOE, y Rosa Aguilar y Pedro Antonio Ríos por Izquierda Unida-Iniciativa per Catalunya.

El funeral de ayer fue especial. Y no sólo por la nutrida representación del partido favorito ante las próximas elecciones generales. Al contrario que en ocasiories precedentes, había muy pocos uniformes y muchos abrigos de ocasión entre las más de mil personas que abarrotaban el patio del cuartel en una fría y soleada mañana de invierno.

La muchedumbre, formada por familiares, compañeros y amigos de los muertos, se revolvía en silencio mientras el arzobispo castrense, José Manuel Estepa, desgranaba su homilía. "Gentes deshumanizadas y envilecidas hasta la más absurda irracionalidad inmolaron ayer en el corazón de una barriada popular madrileña la vida de unas personas humildes y sencillas, queriendo así, en estas significativas fechas, hacer una crudelísima ofrenda de sangre y odio al pueblo", clamó el sacerdote.

Aunque en un extremo del patio un extemporáneo cartel anunciaba la proximidad de las fiestas navideñas, el evangelio y los seis ataudes, alineados frente al improvisado altar, recordaban la pasión y el martirio de los inocentes. "Yo no lo entiendo, necesito una explicación. Que me expliquen: esta Nochebuena ¿quién va a traer a mi padre? ¿Quién lo va a devolver?", declaró a una emisora de radio Santiago Esteban, uno de los 28 huérfanos que ha dejado el último coche bomba de ETA.

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Monseñor Estepa transmitió a los desconsolados familiares un mensaje del Papa, expresando su tristeza y "enérgica reprobación" por el "execrable atentado", que no tiene "ninguna justificación posible". Poco más pudo hacer por aliviarles, salvo condenar a los "desgraciados autores, encubridores y apologistas" de este crimen y alertar contra la tentación, "que a todos acecha, de responder inadecuadamente a los violentos".

La tensión, a duras penas contenida durante la misa córpore insepulto, se desbordó al término de la ceremonia religiosa. Aunque aislados, proliferaron los gritos contra ETA, contra el Gobierno y en favor de la pena de muerte. E incluso los vítores a los GAL. "¡Hay que matar a los criminales! ¡Sois todos basura!", vociferó un joven junto a las filas de políticos. "Mientras mi marido seguro que está en el cielo, vosotros vais a ir al infierno", se encaró ante la tribuna de prensa una doliente viuda.

La mayoría, sin embargo, se limitó a aplaudir cuando se leyeron los nombres de los seis difuntos, a, los que se impuso con carácter póstumo la Cruz del Mérito Naval con distintivo amarillo. El ministro de Defensa, Gustavo Suárez Pertierra, optó por retirarse a un discreto segundo plano tras comprobar que los familiares de las víctimas, a los que debía entregar las banderas de España que habían cubierto los féretros y las correspondientes condecoraciones, se adelantaban sin esperarle para recogerlas.

Junto al ministro, además de la cúpula de su departamento, se encontraban los directores generales de la Policía, Ángel Olivares; de la Guardia Civil, Ferran Cardenal, y del servicio secreto Cesid, Félix Miranda; así como el Defensor del Pueblo, Fernando Álvarez de Miranda, y el jefe del Gabinete de Presidencia del Gobierno, José Enrique Serrano. Olivares fue el único que hizo declaraciones a la prensa y pidió la colaboración ciudadana para capturar a los asesinos.

Tras la ceremonia religiosa las seis víctimas fueron traslada das a los cementerios donde recibieron sepultura. Manuel Carrasco Almansa y Félix Ramos Bailón, en Carabanchel; Florentino López del Castillo, en Aravaca; José Ramón Intriago, en La Almudena; y Santiago Este ban Junquer, en Colmenar Viejo; todos en la provincia de Madrid. Por su parte, Martín Rosa Valero fue inhumado en su localidad natal, Mancha Real (Jaén).

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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