La rebelión de aquellos hijos del agobio
La lucha antifranquista salvó de la marginación hace 19 años a un grupo de jóvenes de Vallecas, barrio donde "quien no estaba en la política era delincuente"
Cuando hace 19 años, en 1976 un joven veinteañero llamando Juanjo García Espartero regresó, tras hacer el servicio militar, a su barrio de Palomeras Bajas, en Vallecas, justo donde ahora se asienta la nueva Asamblea de Madrid, y contempló aquél barrizal donde se amontonaban las chabolas, se dio cuenta de que no todos los problemas se habían resuelto con la muerte de Franco. Empezaba para él otra lucha no clandestina pero no menos intensa que la que había llevado contra la dictadura.Antes había pertenecido al clandestino. Movimiento, Comunista (MC), lo que en cierta medida le convirtió en un privilegiado. Si ahora se considera al deporte el mejor antídoto para evitar la tentación de las drogas, la frenética actividad deportiva de Juanjo para huir de la policía le rescató cuando era un adolescente de la marginación a la que parecía abocado. "Yo era un chico barriobajero, sin cultura y con un porvenir más bien negro", reconoce. "El inconformismo político me dio unas posibilidades de formación tremendas. Al menos teníamos conciencia de la situación en la que estábamos y queríamos cambiarla. Eso me salvó a mí y a otra mucha gente. De hecho, donde yo vivía el que no estaba en política era delincuente".
Cuenta que en las tres calles de casas bajas que conformaban su barrio, el 80% de los jóvenes militaba en algún partido -el MC, la ORT, el PCE...- y cuando se producía una detención todos se movilizaban.
Al terminar la mili, abrió un local de copas en Palomeras y desde allí organizó un movimiento que aglutinó a los jóvenes más radicales de la zona y al que bautizaron con el título de una canción de Triana, Hijos del agobio. Su primera actividad consistió en montar en 1977 un multitudinario festival de rock, del que se celebraron siete ediciones más. No tardaron en aparecer en las portadas de los diarios.
Droga y libertad
En enero de 1981 inauguraron el primer programa de Su turno en TVE, dirigido por Jesús, Hermida y dedicado a los jóvenes pasotas. Juanjo fue entrevistado, junto a Ramoncín y Miguel Ríos, y sus declaraciones en directo acerca de las drogas y las libertades fueron consideradas escandalosas. El gobernador civil decidió clasurar dos meses el pub Hebe, un local que había abierto con dos de sus hermanos en 1979 y que sigue funcionando con éxito en la calle Tomás García, en Puente de Vallecas.No todo eran malas noticias. Su capacidad de convocatoria les permitió organizar conciertos, manifestaciones contra las nucleares o charlas donde se informaba del fatal efecto de las drogas duras. "Esta era nuestra principal preocupación. Los chavales de 16, a I8 años caían como moscas en la heroína. En el año 73 el consumo de drogas en Vallecas había empezado de firme, cuando en el resto de Madrid no se sabía ni qué era la cocaína Era mucho más terrible que ahora. En las charlas nosotros no aconsejábamos no consumir drogas, pero advertíamos contra la heroína porque sabíamos que con ella estábamos perdidos".
Sentado en una mesa, bajo un cartel de Pancho Villa de 1921, en la asociación La Peña del Valle, que él mismo dirige, y ubicada encima del Hebe, Juanjo, casado, sin hijos y a punto de cumplir los 40, se muestra satisfecho de la labor que realizó junto a los Hijos del Agobio: "Tocábamos temas que las organizaciones políticas ni siquiera mencionaban, como la drogadicción y la delincuencia, todo ello combinado con una lucha por mejorar las condiciones de vida en el distrito y por ofrecer alternativas culturales y de trabajo a los jóvenes".
Paradójicamente, la repercusión que tuvieron en los medios de comunicación no les favoreció, o al menos así lo considera él. "Éramos demasiado jóvenes y, aunque creíamos saberlo todo, nos manipulaban fácilmente. Nos fuimos alejando de la filosofia que dio origen al movimiento. A principios de la década de los ochenta decidimos disolverlo. Nos mezclamos en las casas de la juventud y en los centros culturales que crearon el PSOE y el PCE, pero tampoco era el sitio para nosotros".
Poco a poco los 130 Hijos del Agobio se fueron desperdigando. Al menos 20 habían perdido la vida por la heroína y la mayoría, dice Juanjo, "se casaron, tu vieron hijos y ahora no se preocupan de nada más. Han dejado de ser inconformistas. Sólo seis o siete se acercan por La Peña del Valle y colaboran algo". Él es el único que desde esta asociación continúa en la brecha. Desde ahí preparó la campaña anti-OTAN y las reivindicaciones que había que hacer al Ayuntamiento. "Ahora hacemos de todo", explica, "desde una campaña de solidaridad con Cuba o manifestaciones de apoyo a insumisos hasta prestar el pub a otras asociaciones que necesitan dinero y también organizamos la batalla naval de julio en Vallecas y otros actos festivos".
En el Hebe los jóvenes vallecanos asisten a actuaciones de grupos rockeros como La Vagoneta, No Te Jode, Kascarrabias, Los Benditos o Whisky Sin Quemar. Frente al escenario, uno se topa con una vieja Harley, propiedad de Juanjo que ya no funciona. Sobre ella, en la pared donde se apoya, se ve un cartel en el que un policía amenaza con su porra a un viejo indefenso. Debajo se lee: "Imposible razonar".
La noche más extraña
El 20 de noviembre de 1975 a Juanjo García le pilló en la imprenta donde trabajaba, en la calle Espíritu Santo. Tenía 19 años. "Se presentaron allí temprano", relata, "un amiguete y un chaval de Comisiones Obreras con una borrachera tremenda y unas cuantas botellas de champaña. Para mí fue una situación embarazosa. Por suerte mi jefe no estaba, y el encargado nos dio permiso para descorchar las botellas y entre todos nos las bebimos".Así se enteró de la muerte de Franco y alguantó trabajando en su horario habitual, pensando que por, la noche en Vallecas habría un gran jolgorio. Pero. no fue así. "Los bares cerraron antes de lo habitual y en la calle había más miedo que alegría, aunque supongo que muchos vecinos lo celebrarían en sus casas. Fue una noche muy extraña".
"Yo no sentía temor. Ahora me doy cuenta que no tenía capacidad para prever el lío que se podía montar, que había fuerzas que podían devolvernos otra vez al abismo. Aquel día me sentía un poco héroe. El dictador había muerto. Sentía que estaba viviendo un momento de la historia". En los meses siguientes las cosas siguieron igual, o al menos eso le pareció. "La actitud de la policía con nosotros no varió, nos siguieron pegando igual. Aun así, estábamos más alegres porque se había abierto una puerta a la esperanza".
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