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Tribuna
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Todos a la porra

Cantar, bailar, blasfemar y hablar de política, éstas eran las prohibiciones explícitas exhibidas en numerosos letreros, colgados en las paredes de innumerables tascas madileñas durante los años de la ley seca de Francisco Franco. Los toros y el fútbol eran las únicas válvulas de escape permitidas para dar salida a los humores, malos y buenos, de los parroquianos.Abolida la Inquisición, liberada la tabernaria grey a su libre albedrío, tascas, tabernas, bares y cafés, volvieron a su condición de mentideros públicos donde poner en solfa, entre cañas y tapas, las peripecias de la política municipal, autonómica, nacional e internacional, sin cortapisas ni temores, sin que aumentaran sensiblemente ni el número ni la virulencia de los altercados producidos por la disparidad de opiniones. Libres de cualquier disciplina de voto, opinando siempre por su cuenta y riesgo, los parroquianos incorporaron a sus tertulias el más amplio contraste de pareceres, aunando en el seno de cada peña los criterios, más encontrados: madridista-conservador-romerista, atlético-socialista-jesulinista, liberal-rayista-poncista, ecologista-bética-antitaurina, y así hasta un sinfin- de combinaciones enriquecedoras del contraste de pareceres al amor de la caña, la aceituna y el boquerón en vinagre. Una rica y espontánea amalgama más colorista y palpitante que la de sus uniformes señorías, diputados, senadores o concejales siempre previsibles en sus gestos, sus palabras y sus votos.

Como de un tiempo a esta parte hablar de política es hablar de macromillonarias estafas camufladas de ingenierías y fontanerias financieras, de chantajes económicos y fondos reservados de público dominio, de jueces, venales y procesos sonados, las tertulias de aperitivo se han convertido en foros económicos y jurídicos y los tribunos- acodados en el mostrador se han habituado a recitar enormes cifras, balances presupuestos y contabilidades, y a citar de memoria artículos del Código Penal, convocando los bostezos de una audiencia que, últimamente y a tenor de lo pelmas que se han puesto sus demagogos habituales, vuelve a las andadas y a las patadas y se va dejando llevar paulatinamente al debate futbolístico y quinieIístico, a la liga y sus controversias de siempre.

Al saco roto donde portan sus, errores y sus delitos, tendrán que agregar los políticos el haber sido culpables dé la degradación dialéctica de los parlamentos tabernarios, de su retroceso a los primitivos y yermos estadios del comentario futbolístico. Al personal ya le está cargando la cargadísima nómina diaria de los escándalos y las corruptelas. Con su decisión de revocar su irrevocable decisión de encarcelar a Mario Conde, el juez Moreiras se ha liado la toga a la cabeza y ha sembrado definitivamente la desilusión y la decepción de las masas ilusas en sus languidecientes asambleas a pie de barra. Una vez más, las soluciones al empobrecimiento generalizado del débate público, tienen que ser tomadas desde fuera, asumidas por ciudadanas y ciudadanos particulares.

Para atraer de nuevo el interés de sus contertulios hacia temas de más calado político y social, unos amigos míos acaban de poner en práctica en su bar favorito, una variante del viejo juego de la porra, que generalmente se dedica a la previsión de resultados en encuentros deportivos de sonada rivalidad. Los compañeros han puesto en marcha dos competiciones de apuestas, llamadas el rally de los jueces y el derby de los corruptos. Su mecánica es muy sencilla, en el rally de los jueces se apuesta por el juez o magistrado con mayor protagonismo en los medios de comunicación. Un concienzudo lector pasa revista a los diarios y anota cada vez que su menciona el nombre de un candidato y Puntúa: 10 puntos por un titular de primera página, cinco por titular, en páginas interiores y un, punto cuando el nombre sale en letra peque fía. De momento la clasificación la encabeza por amplio margen Miguel Moreiras, pero los seguidores de Garzón siguen confiando en su punta de velocidad y su, capacidad de reacción. El juez García Castellón se confirm a en el tercer puesto como sorpresa de la temporada, mientras Carlos Bueren se sitúa en ouarto lugar bastante alejado de la cabeza.

El "derby de los corruptos", un juego con gran proyección de futuro según su organizadores, se basa en averiguar los próximos nombres de la vida política, económica y social española que aparecerán próximamente implicados en asuntos de corrupción. Una amplísima lista de candidatos ocupa la línea de salida, una lista en la que, presentados por- sus valedores, se incluyen, ministros, presidentes, banqueros, diputados, alcaldes e incluso algún que otro obispo. Las dos porras ofrecen premios mensuales y trimestrales, pero ante todo, cumplen con el que es su principal objetivo, articular y redimensionar, que diría un político, las bases participativas de un' debate popular a nivel de calle, para imbricar a los ciudadanos en el conjunto de la toma de decisiones que les atañen y bla... bla... bla...

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