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Tribuna:PIEDRA DE TOQUE
Tribuna
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Vamos a La Habana

Mario Vargas Llosa

El Gobierno español ha inaugurado en La Habana el "Encuentro Cultural España-Cuba l995", que durará tres meses y en el que, además de exposiciones de libros y de arte, espectáculos teatrales y cursos de cine, habrá conferencias, mesas redondas, recitales poéticos, talleres y coloquios en los que participarán cincuenta intelectuales españoles y sus "homólogos cubanos".¿Por qué la democracia española premia con esta generosa manifestación artístico-literaria a la única dictadura integral (ya que, comparadas con ella, las del PRI en México y la de Fujimori en el Perú son juegos de niños) que queda en el continente americano? ¿Por qué no alentar, más bien, con un gesto así a países como Nicaragua, Chile o El Salvador, que, siguiendo el ejemplo español, transitaron pacíficamente del autoritarismo a la libertad y luchan ahora con uñas y dientes para apuntalar la difícil democracia? Por una razón sencillísima: porque para una parte significativa del Gobierno, la intelectualidad y los españoles en general el régimen de Castro no es la dictadura totalitaria que en verdad es, sino -¡todavía, a pesar del agua corrida en España, en Cuba y en el mundo!- la romántica revolución de los barbudos que parecía al principio. Y, por eso, aprueban o consienten sin chistar una operación que, bajo una desinteresada apariencia cultural, es en verdad política y quiere echar una pequeña bocanada de oxígeno al desfalleciente Gobierno de Fidel Castro.

Política y cultura no deben confundirse, desde luego, pero la autonomía de ambos órdenes es un privilegio exclusivo de las sociedades abiertas, donde, como en el Reino Unido, España o Costa Rica, el Gobierno, aunque quisiera, no podría instrumentalizar en su provecho la vida cultural, poniendo a pintores, poetas, músicos y profesores a servirle de, propagandistas, porque en esos países, como en las demás democracias del mundo, hay grandes espacios independientes -galerías, medios de comunicación, editoriales, universidades-, que permiten a intelectuales y artistas ganarse la vida y escribir, enseñar o crear sin depender para nada del poder político. Este, es posible, incluso, aunque, por cierto, en condiciones difíciles y riesgosas, en aquellas dictaduras autoritarias donde la existencia de un mercado libre o semilibre impide a quienes gobiernan controlar toda la vida cultural, pese a la rigidez de los sistemas de censura que imponen. Y la prueba de ello son, por ejemplo, las dictaduras de Pinochet y de Franco (ésta, en sus últimos años), cuya dureza represiva no pudo evitar que hubiera en su seno una resistencia cultural que contribuyó a minarlas y a preparar la alternativa democrática.

Esto no es posible en un régimen como el de, Fidel Castro, donde -por eso lo de "totalitario"- el poder político ejerce un control absoluto sobre, todas las actividades sociales y no deja el menor resquicio para el desarrollo de una vida cultural a salvo de la vigilancia, la financiación, la censura y el control de la cúpula gobernante. Allí, política y cultura se confunden, pues la cultura es un instrumento privilegiado de autopromoción, y propaganda del poder, una correa de transmisión de sus consignas ideológicas y una carta de presentación cuidadosamente maquillada y profusamente utilizada en sus relaciones exteriores. Y quienes pretenden esquivar la máquina compresora lo pagan caro, como pueden testimoniar María Elena Cruz Varela, la poetisa a quien los esbirros de Castro obligaron a tragarse sus poemas y enviaron dos años a la cárcel, o el poeta Indamiro Restano, condenado a diez años de prisión por el horrendo crimen de haber intentado formar una Asociación de Periodistas no oficial.

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Los intelectuales y artistas españoles que hagan el viaje a La Habana no deben, pues, engañarse ni engañar a nadie. No van allí a dialogar con sus "homólogos" cubanos, sino a participar en una representación pro castrista cuyos participantes nativos son funcionarios cuidadosamente elegidos por su grado de servilismo o abyección ante el régimen. En Cuba no hay escritores o artistas "independientes", como no los hay en Corea del Norte ni podía haberlos en la extinta Unión Soviética. En un régimen totalitario, por la desaparición de todo mercado libre, por la hegemonia absoluta de lo político sobre lo cultural, los escritores y artistas no tienen más alternativa que ser cortesanos o disidentes, es decir, elegir entre el rol, de comisarios culturales -que permite los privilegios de un empleo, ser editado o expuesto, viajes al extranjero o participar en "encuentros" como el susodicho- o vivir en una eterna cuarentena, al margen de todas las manifestaciones de la cultura oficial -la única existente-, como sombras apestadas, y, a las espaldas, el riesgo continuo de, con cualquier pretexto, ser encarcelados, torturados, juzgados entre gallos y medianoche por una caricatura de tribunal y condenados a muchos años de cárcel. Los verdaderos escritores independientes cubanos no podrán asomar las narices al "Encuentro Cultural España-Cuba l995" porque están en el exilio, muertos, en la cárcel o viviendo a salto de mata y, acaso, escondidos en las copas de los árboles de los parques habaneros, como lo estuvo mucho tiempo, antes de poder huir de la isla, Reynaldo Arenas (véase al respecto sus escalofriantes memorias: "Antes que anochezca"). Los escritores españoles tendrán que resignarse a dialogar sólo con sus verdugos.

Desde luego, sé que entre los viajeros hay un buen número de admiradores convictos y confesos del modelo cubano y que van a La Habana en un acto explícito de solidaridad con un régimen que quisieran también para España y el resto del mundo. Tengo el mayor respeto por ellos, pues, aunque sus ideas políticas me parecen totalmente erradas, su actitud es coherente. Sí creen que aquello que se vive en Cuba es el camino más corto hacia la justicia y la libertad en su propio país, santo y bueno que pongan su granito de arena en cualquier empresa destinada a demorar el desplome de Fidel Castro. Siento bastante menos respeto, en cambio, por los cínicos que van allí sabiendo muy bien de qué se trata y que no les importa, pues lo que importa es divertirse. Por ejemplo, el librero que este fin de semana declaró en el Abc literario que iba a Cuba sólo por las mulatas. No tengo nada contra las mulatas cubanas -que, por cierto, suelen ser bellísimas- pero sí me parece una fórma particularmente repelente de la vileza el desembozado "turismo sexual" a Cuba que promueven tantas agencias en España y América Latina, que el régimen y hambriento de divisas prohíja, aprovechando que, debido a la pavorosa situación económica y el desempleo crónico, la prostitución se ha multiplicado en la isla a unos extremos que la Cuba capitalista jamás conoció. Así tuve ocasión de hacérselo saber, hace algunos meses, a un caballero mallorquín que me tocó de compañero de avión, y que, después de jactarse de sus proezas con las jineteras de La Habana -¡tan baratas!-, me contó que se disponía a llevar en su próximo viaje u su hijo primogénito, ya en edad de "hacerse hombre", es decir, de pasar del vicio solitario a la cópula pagada.

¿Estoy diciendo con todo lo anterior que el "Encuentro España-Cuba l995" está destinado a ser una penosa farsa? Sí, exactamente. Porque, aunque los habaneros que visiten las salas de exposiciones tengan oportunidad de ver algunas excelentes muestras de la industria editorial, la plástica, la dramaturgia y el cine de España, y escuchen eruditas y sabias conferencias sobre los desarrollos novísimos de la lírica y la prosa peninsulares ¿también algo sobre el Siglo de Oro y los místicos, sin duda?-, ella servirá para que el régimen les machaque lo que, por lo demás, es indiscutiblemente cierto: que ese "Encuentro" es la mejor demostración de la legitimidad y personería de la Revolución; que, en vez de verse acosada y criticada por la comunidad internacional, ésta, por intermedio del Gobierno español -que, en la actualiad, no lo olvidemos, preside la Unión Europea-, la reconoce, la acepta, rompe el infame "bloqueo imperialista" (¿cuántos manifiestos, cartas y pronunciamientos heroicos contra "el bloqueo" generará el "Encuentro"?) se distancia, de los Gobiernos que le exigen abrir negociaciones con la oposición y llamar a elecciones libres y, más bien, le tiende una mano solidaria. Ése es el mensaje que el Gobierno de España, un país cuya transición hacía la libertad después de cuarenta años de oprobio político convirtió en símbolo de esperanza para los pueblos sometidos a regímenes dictatoriales, hace llegar con este "Encuentro Cultural" a los cubanos: resígnense al régimen que los esclaviza y hambrea (y que pronto cumplirá 37 años), pues, para ustedes, está bien.

¿Les regalará Fidel Castro, a cada uno de los participantes españoles, en señal de agradecimiento por su cooperación, un preso político? No se puede descartar, desde luego. Es sabido que todos los turistas de nota que pasan por La Habana, desde el presidente Fraga hasta la señora Mitterrand últimamente, reciben esa afectuosa muestra de consideración de parte del amo y señor de Cuba: un ser humano viviente, que ha pasado varios años entre barrotes por disentir con el sistema comunista, y al que Fidel, magnánimo, le acorta la condena para que el visitante pueda lucirlo por el mundo y subir sus bonos políticos, ufanándose de ser algo así como un libertador. Esta industria -la del preso político- es, con la de las jineteras, la única que prospera de verdad en Cuba, de modo que, aun si cada uno de los cincuenta intelectuales y artistas viajeros regresa con su preso bajo el brazo, las reservas castristas ni siquiera lo notarán.

Copyright Mario Vargas Llosa, 1995. Copyright Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Diario El País, SA, 1995.

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