"Avorazarse"
Tirado López, El Mexicano, antiguo guerrillero y actual miembro de la Dirección Nacional del Frente Sandinista de Liberación Nacional, ha desplegado el verbo propicio, el que más nos faltaba, justo al principio de esta misma frase que ahora pienso ponerles de ejemplo: "Al avorazarse, el subcomandante Marcos cometió un error político". (Tal vez, López, tal vez, pero de ese aumento de miras nació tu enjuiciamiento crítico del hecho y, de corrida, nos brindaste un verbo que, desde tiempos de Hernán Cortés, no se encontraba por aquí ni a tiros. Luego te cabe concluir, camarada o lector, que no hay estrategia errónea con posibilidades reales de impedir el hallazgo feliz de lo verdadero. ¿Me habré extendido? ¿Me habré sobrepasado? Atractivo varón de 55 años, casado con Ana Lorena Rondón y padre de cinco hijos, Tirado López dirá.) Mientras tanto, venga o no a cuento señalarlo, el gentío se ha avorazado. Los de arriba. Los de abajo. Los de este lado. Los del otro lado. Y, en especial, ésos que siempre andan por medio: profesionales, cazadores de recompensas, sepulcros blanqueadores. Todos, avorazados.Y del común avorazarse viene el raro sonido de estarse restregando la bicha por los labios ("un día es un día"), de estar más que dispuesto a atragantarse con cualquier cosa,. serpiente o cascabel; como si el apetito (cuantitativo o cualitativo, recto o desviado) fuera ya lo de menos y lo de más (y más) el nervio posesor poseído, el ansión (nacional), la repugnancia en aras del gustito (mucho humilde se inmola en ese altar), el reventón ludópata, las tercas convulsiones de una voracidad consensuada. (Y, a todo esto, para refrenarnos un poco, me olvidé el otro viernes de evocar ese hueco que ha dejado Veneno, el punzante y plegable objeto poético que Luis Marigómez me mandaba desde Valladolid. Como me olvidé de la letra de una canción de Félix Blanco, llamada también Veneno, que antaño interpretaban con sumo sentimiento Los Visconti, y que ahora procuraré recordar de golpe: "Cual reptil ponzoñoso tu cuerpo se desliza/y tienen tus caricias el frío del terror. / Es tu mirar tan triste que a veces causa pena, / igual que el de la hiena que incuba su traición".)
A la vuelta del vals y del verano, ése es, al menos, el diagnóstico que acaba de esgrimir una amiga, en cuya casa nos reunimos la otra noche unos cuantos. Se había hablado, en desorden, de todo: suicidio del yo sentiente, Escalona y Pantoja, churrero y cerrajero, carniceros y taxistas, Las Grecas ' Perote, Mario Conde, Juan Guerra, Álvarez Cascos y estafilococos dorados. Pero aquí nunca falta alguno que, al desdeñar los rasgos generales, intenta lo confidencial: "¿Y tú cómo lo ves?". El tú le tocó de lleno a mi amiga, con lo cual su respuesta era natural, sí, aunque resultó insólita por la observación que encerraba: "Pues mira, a las tías le ha dado por apiparse de prozac". Alguien se empeña en saberlo todo: "¿Y los tíos?" Y mi amiga, cual malicioso eco, se lo mastica: "¿Los tíos?". Pese a todo, no se detiene: "¡Atontolinados!". Después vino un resumen contundente: "Todos andamos con la lengua fuera y, sin embargo, queremos algo más". Se tocara lo que se tocara, le desmesura de lo insaciable resultaba evidente.
El ejemplo cuajó cuando mi amiga puso la última ciruela claudia sobre el tapete: "La gente está atragantada, pero insiste en pedir más". Y, de lo alto de una estantería, tomó una cinta, la introdujo en el aparato y le dio a la tecla reproductora: "Putoncito, a las seis paso a recogerte en moto; así que vete abriéndote de piernas...". Todos los presentes reconocimos al instante la voz (real o bien imita da) de un alto personaje de la vida política española. Mi amiga se indignó: "¡Como si a mí me importara esto! Pues, nada, algún imbécil me ha dejado la cinta esta mañana en el buzón. Os juro que estamos...". Mi amiga no acabó de encontrar la palabra adecuada. Ahora, por obra y gracia de Tirado López, dejo que la pronuncien al fin sus labios: avorazados, Lola, avorazados.
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