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Rabin pide a Arafat que no deje que la sangre corra en la tierra devuelta a los palestinos

Antonio Caño

Israel devolvió ayer a los palestinos parte de la tierra que ocupó por la fuerza hace 28 años. Y la entregó con la esperanza de que "en los campos por los que han manado la leche y la miel no corran a partir de ahora la sangre y las lágrimas". Así, en una ceremonia cargada de retórica y buenos deseos, el primer ministro israelí, Isaac Rabin, convocó a los palestinos a trabajar juntos, como buenos vecinos, contra el terrorismo, y advirtió que, si no es así, los judíos volverán a luchar solos y volverán a ganar. El líder palestino, Yasir Arafat, garantizó que su compromiso con la paz es tan firme como el de Israel, pero recordó que su objetivo final es la creación de un Estado palestino independiente.

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La ceremonia comenzó con 20 minutos de retraso por culpa de un problema de última hora. El mediador estadounidense en Oriente Próximo, Dennis Ross, interrumpió un inusual encuentro en el despacho oval entre el presidente Bill Clinton, Rabin, Arafat, el rey Hussein de Jordania y el presidente egipcio Hosni Mubarak. El presidente de EE UU cedió su comedor privado a Rabin y Arafat quienes lograron superar la última disputa sobre la retirada de las tropas israelíes de Hebrón. "En esa tierra las cosas se deciden por milímetros", dijo una fuente norteamericana.Ninguno de los presentes en la ceremonia, celebrada en el salón oriental de la Casa Blanca, pudo negar la fragilidad del acuerdo firmado ayer, sin duda trascendental, pero también parcial e inestable. Ni el presidente Bill Clinton, que prometió todos sus esfuerzos para continuar el camino de la negociación, ni el rey Hussein de Jordania o el presidente de Egipto, Hosni Mubarak, quienes con su presencia trazaron la línea que delimita a los que están por la reconciliación en Oriente Próximo. Al otro lado de esa línea han quedado los que se resisten a sumarse al diálogo, particularmente el presidente de Siria, Hafez el Asad, cuya ausencia en Washington levanta una gran sombra sobre todo este proceso.

La oportunidad era, sin duda, apropiada para hablar de paz. Como todos apreciaron, sólo en sueños se hubiera pensado hace algunos años que Arafat y Rabin se reunirían un día para firmar un documento que da a los palestinos control sobre las principales ciudades de Cisjordania, aunque ya hace dos años, en esta misma ciudad, ambos dirigentes ratificaron el acuerdo de principios sobre Gaza y Jericó.

Sin ruido de armas

"Finalmente", manifestó el presidente Clinton, "nos estamos acercando a la hora en que habrá seguridad para Israel, en que el pueblo palestino podrá escribir su propio destino y en que el ruido de la armas quedará extinguido de Tierra Santa".

"Tenemos que seguir presionando hasta que el círculo de la paz esté cerrado, un círculo que debe incluir a Siria y Líbano si queremos que la paz sea completa. No descansaremos hasta que musulmanes y judíos puedan darse la espalda para rezar sin miedo, hasta que los niños de la región puedan crecer sin la amenaza de los conflictos", aseguró Clinton.

Todos reconocieron que aún queda tiempo para satisfacer plenamente ese propósito. Y no sólo por la resistencia de Siria. También palestinos e israelíes tienen que salvar obstáculos que no han desaparecido por la firma de este acuerdo. El primero de ellos es el terrorismo. "Si todos los socios del proceso de paz no se unen contra los ángeles del mal de la muerte y el terrorismo, todo lo que ocurra en esta ceremonia será puro color y propósitos vacíos. Nosotros no permitiremos que el terrorismo derrote a la paz. Si no tenemos compañeros en esa amarga y difícil guerra, la pelearemos solos. Sabemos como combatir. Sabemos cómo ganar", advirtió Rabin.

Yasir Arafat, presidente de la Autoridad Nacional Palestina, aseguró que, pese a los desafíos a los que hace: frente entre la propia población palestina, "este histórico momento demuestra la irreversibilidad del proceso de paz". "Tenemos que condenar y desterrar la violencia totalmente", afirmó.

Arafat puso énfasis en el carácter "interino" del acuerdo. Poco antes de la ceremonia, cuando se le preguntó si este compromiso era una paso hacia un Estado palestino, contestó: ."Definitivamente".

Clinton, que culminaba una semana gloriosa de su política exterior, se reunió por separado con Rabin y Arafat, antes de firmar como testigo en el documento que costó dos años de áspera negociación. El presidente norteamericano les aseguró que EE UU, con la colaboración del rey Hussein y Mubarak, redoblará sus esfuerzos para subir ahora a Siria al tren de la paz.

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