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FERIA DE OTOÑO

¡Qué paliza de corrida!

Tres horas duró. Tener tres horas a gente normalmente constituída sentada en la piedra de Las Ventas viendo salir sobreros, más los toros titulares -en total 10, la mayoría mansos-, debería estar penado por la ley. Tres horas de corrida, ¡qué paliza!Antaño las corridas duraban hora y media, si venían mal dadas dos, y rara vez eran ese aburrimiento de muerte en que los taurinos han convertido la fiesta. Hora y media de corrida, y los toros recibían por lo menos tres varas, los diestros entraban a quites; los banderilleros o prendían los palos "asomándose al balcón" o no había tu tía; las faenas de muleta debían ser variadas y dominadoras, con la postrer estocada en el hoyo de las agujas. Unos toreros sabían hacerlo así o asao; unos toros salían bravos, otros con vocación de buey; la función se resolvía en triunfo o en fracaso; pero el listón estaba puesto ahí: toros, toreros y toreo.

Bayones / Esplá, Jiménez, Tato

Toros de Los Bayones, cuatro devueltos por inválidos: 1º flojo, 5º con poder. Sobreros: 2º encastado y 4º manso, de Louro Fernández; 3º, de Puerto de San Lorenzo, con casta; 6º de Jerónimo Martínez, morucho. Los 10 con trapío. Luis Francisco Esplá: estocada corta atravesada (aplausos); tres pinchazos, estocada -aviso- y rueda de peones. Pepín Jiménez: estocada traserísima baja (ovación y también pitos cuando saluda); pinchazo, otro hondo, descabello -aviso- y tres descabellos (silencio). El Tato: dos pinchazos bajísimos y estocada corta atravesada muy baja (aplausos y también pitos cuando saluda); cinco pinchazos, estocada caída -aviso- y dobla el toro (silencio). Esplá cortó la coleta al banderillero Félix Garcia, que se retiraba del toreo.Plaza de Las Ventas, 28 de septiembre. 3ª corrida de feria. Cerca del lleno.

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Hogaño las corridas pueden durar tres horas sin que apenas suceda nada, como la de autos. Si de contabilizar quites, se trata, el balance arroja uno, que ejecutó El Tato, por chicuelinas; si de toreo variado y dominador, el saldo da cero. Por banderillas hubo aplausos muchos, aclamaciones unas cuantas; mas pares reunidos, no se sabría decir si dos o si tres, y aun esos con reservas.

En lo que a banderillas se refiere hubo un par sensacional de Luis Francisco Esplá al cuarto toro. Ya en el primero, que parecía sacado de una estampa de La Lidia, prendió deis muy emocionantes por los terrenos de dentro. Al cuarto le puso uno de poder a poder previo carrerón, y determinó concluir el tercio con otro de similar corte.

Parado el toro en el tercio del 3, Esplá salió del 4, emprendió la carrera en dirección al 5, giró hacia el centro del redondel, tomó la curva acelerando la marcha, se dirigió al toro, que observaba perplejo el larguísimo rodeo (como ir de Madrid a Barcelona pasando por Santander), y entrando a la velocidad del rayo por junto a tablas, clavó seguro y tomó raudo el olivo para escapar del arreón del toro, que le derrotó enfurecido. Recibía Luis Francisco Esplá los trastos toricidas y aún duraba la ovación cerrada que le dedicó el público puesto en pie.

El Formidable, hijo, también fue ovacionado en el toro siguiente y hubo de saludar montera en mano. Eran distintas formas, desde luego. Prendía dando un salto innecesario, pero como reunía, y en estilo y semblante recuerda a su padre, el público le aclamó.

Auténtico banderillero de escuela, sin embargo, es Luis Carlos Aranda, allí presente. Peón de brega eficacísimo para poner en suerte el toro al Formidable, cuando hubo de banderillear al toro anterior lo hizo con una pureza inusual en estos tiempos. Viene realizando Luis Carlos Aranda una gran temporada y es ahora mismo uno de los poquísimos banderilleros -se incluyen los de oro- que templa al toro, mete los brazos por cima el testuz, sale andando de la suerte.

Los ecos del entusiasmo que provocó Esplá en banderillas le acompañaron en las faenas de muleta, valientes ambas, tesonera la que le enjaretó al torazo cornalón, ensabanao alunarao capirote gargantillo y botinero, que había tomado vida de una lámina de La Lidia; comprometida la del sobrero de Louro, que escapaba a chiqueros no sin antes dejarle al diestro el recuerdo de un traidor gañafón.Pepín Jiménez realizó al primer sobrero una faena con altibajos, en la que resultaron sórdidos los bajos, deslumbrantes los altos. Embarcó redondos extraordinarios -varios, de frente-, ligó un gran pase de pecho, intercaló trincherillas, pero la casta del toro le estuvo desbordando durante todo el trasteo. Al quinto, de Los Bayones, que sacó poder y lo dejó lisiado el salvaje castigo de la acorazada de picar, le porfió pases hasta ponerse pesadísimo.

El Tato derrochó pundonor, tanto con el tercero, al que sacó buenos naturales aprovechando la manejabilidad que traía por el pitón izquierdo, como con el sexto, un sobrero morucho de un tal Martínez. Lo mató fatal. Y ya iban a dar las ocho. Y ya había cerrado la noche. Y ya corría el público hacia las puertas de salida con el culo dolorido, huyendo de aquel tostón.

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