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Adriano González León: "El arte y la literatura son un dolor"

El escritor venezolano reaparece como novelista con 'Viejo'

Amelia Castilla

Hace cuatro meses, Adriano González León decidió cambiar de rutina. Abandonó las clases en la Universidad de Caracas y se despidió de su programa en televisión para trasladarse a Madrid como agregado cultural de la embajada de su país. Se vino con Viejo, su novela editada por Alfaguara, bajo el brazo. Viejo, un relato sobre el paso del tiempo, "es una novela de lo irrecuperable con la intención de ganarle la partida a la muerte y al olvido a través del lenguaje", dice el autor que define la vejez como "un olor a pomarrosas del olvido".

Al poco de llegar, González León ha descubierto que, salvo los grandes nombres, los libros como objetos que se distribuyen no pasan las fronteras. Le asombra especialmente porque la comunicación entre España y América Latina a comienzos de este siglo era muy fluida. "Unamuno desde Salamanca intercambia cartas y noticias con escritores venezolanos; los libros de Rubén Darío se recibían a los cuatro meses en Buenos Aires. Hoy día, las grandes editoriales de España, México y Buenos Aires han creado sucursales en las diferentes capitales de habla hispana y ello, paradójicamente, en vez de contribuir a una mayor difusión ha provocado la volcanización de la literatura en nuestro idioma", asegura removiéndose nervioso en el asiento.González de León (Velera, Venezuela, 1931) protesta también porque la crítica ha saludado la publicación de esta obra como una reaparición, tras un silencio novelístico de 25 años: "Parece ser que la crítica y las editoriales sólo entienden que literatura es la novela. En ese sentido, ni Borges ni Edgar Allan Poe serían escritores".

Sobre el tema elegido para Viejo, el escritor recalca que la preocupación por el paso, del tiempo y la eterna juventud ha sido el tema nutricio de la literatura de todos los tiempos. "En el caso de mi personaje, el asunto se encara a través de la cotidianeidad que casi todos queremos eludir. A nadie le gusta enfrentarse con el deterioro. El viejo de mi libro lo confiesa cínicamente y a veces lo escribe, lo acepta, lo rechaza... Es sumamente contradictorio, como todos los seres humanos".

No hay edad feliz

Para González León no hay una edad feliz: "La infancia, la adolescencia, la madurez o la vejez son imitaciones existenciales riesgosas". Niega rotundamente que Viejo sea una obra autobiográfica. No quiere hablar de su edad argumentando que una novela como ésta sólo ha podido escribirla "alguien con una cierta experiencia", pero reconoce que una novela, un relato o una poesía tiene que ser el resultado de las propias vivencias: "Yo no soy un escritor profesional, voy a la máquina cuando en verdad tengo una enorme tensión interior y necesito poner por escrito un poco de imágenes, de sueños, de fantasmas, de cosas que me han ocurrido en la existencia".El autor de País pórtatil, premio Biblioteca Breve en 1969, no oculta que es hombre con debilidades y que el alcohol, una de las más importantes, influyó en su trabajo literario. "Fueron años de farra y de abandono, pero no es verdad que exista una elocuencia alcohólica, como tampoco es verdad que la sobriedad por sí produzca obras imperecederas; lo que ocurre es que tanto Rubén Darío (un borracho importante) como san Juan de la Cruz tenían imaginación", añade.

El cambio de continente le resulta, en ocasiones, especialmente duro. Recuerda la familia, los amigos y los años dedicados a la docencia rodeado de alumnos que le llamaban simplemente Adriano. También ocupa un lugar en su nostalgia Contratema, el espacio televisivo que ha mantenido durante los últimos 15 años. "Era un programa en torno al arte y a la cultura y era tan popular que los taxistas no me cobraban. Eso demuestra que la calidad del mensaje no es ajena al público; los que son ajenos son los directivos de los mass media ".

El escritor venezolano salta de un tema a otro con absoluta facilidad. "Escribir una novela, un relato o una poesía es el mismo esfuerzo que vivir. El asunto es aceptar esa soberanía y no ser un escritor al dictado de la publicidad", dice, al tiempo que recalca que semejante acto de sinceridad entre vida y escritura termina en enormes dificultades. "El arte y la literatura son un dolor a pesar de la satisfacción"'.

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