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CONFERENCIA MUNDIAL DE LA MUJER

Bhutto hace en la apertura de la Conferencia de Pekín una encendida defensa del Islam

Gabriela Cañas

"La pobreza es un serio obstáculo para el avance de la mujer en muchos países; particularmente en los que están en desarrollo. Esto es debido a la prolongada dominación colonialista y a la existencia irracional desigual del orden económico mundial". Así lo expuso ayer el presidente chino, Jiang Zemin, favorito en la sucesión de Deng Xiaoping para continuar su política liberalizadora, en la apertura de la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer. A ella asisten 185 países que ayer hicieron los primeros contactos de esta magna reunión que parte con un amplio desacuerdo en todos los temas a abordar.

"La Comunidad Internacional ha hecho grandes esfuerzos por promover la igualdad de los géneros", dijo Jiang Zemin, en una frase aparentemente inocua que esconde, sin embargo, un nuevo punto de desencuentro. Y es que la susceptibilidad en el tema de la mujer es tan extremada que en las negociaciones previas ha habido duros enfrentamientos por fijar el uso de sexo frente al de género. Los más liberales defienden la palabra usada por Zemin, porque el término sugiere un concepto flexible, acorde a las circunstancias, mientras que sexo, dicen sus detractores, es una condición predeterminada más inflexible, que evita contemplar, por ejemplo, la homosexualidad. Así están las espadas de afiladas.Por lo demás, Jiang Zemin fue un perfecto anfitrión que, además de regalar a los asistentes un espectáculo preolímpico de cantos y bailes, con parodia taurina incluida, se comprometió en continuar la lucha por la igualdad -de los géneros- porque, entre otras cosas, "la liberación de la mujer es parte de la independencia y la liberación del pueblo", y porque "China tiene la pesada responsabilidad de mejorar el estatus de una cuarta parte de las mujeres del mundo".

Tanto las delegaciones, como las organizaciones no gubernamentales y los medios informativos están aquí representados por una aplastante mayoría de mujeres que casi nunca permanece impasible ante las declaraciones. Menos aún ante Benazir Bhutto, la primera ministra de Pakistán, que hizo una acalorada defensa del Islam. Bhutto, a la que los sectores fundamentalistas amenazaron el año pasado, sólo por acudir a la cumbre de El Cairo, ha preferido ser ahora de las primeras en intervenir -quizás antes de que se caliente el ambiente con los temas más espinosos- y lo ha hecho en seguimiento de esa cruzada suya con la que intenta convencer al mundo occidental de que la religión islámica no es freno para la mujer. "Es sólo propaganda y desinformación la que difunde la idea de que las mujeres somos en los países islámicos ciudadanas de segunda categoría", dijo Bhutto, que clamaba: "Esto no es verdad. Y el ejemplo de las mujeres que gobernamos por elección de los ciudadanos lo demuestra".

Llevaba Bhutto una túnica -casi hábito- azul celeste, y un velo blanco que la vehemencia de su cabeceo deslizaba hacia atrás, aunque esta curtida política se lo recolocaba siempre en el momento oportuno. "No es la religión la que relega a la mujer", decía, "sino los prejuicios, sociales y la dominación masculina. Hoy, muchas mujeres sufren violencia doméstica. Hay que decir no a ésta violencia y dar la bienvenida al control de la natalidad y al acceso de las mujeres al poder. A lo largo de mi vida he visto cambiar muchas cosas. Espero ver muchas más todavía".

Tras Bhutto intervinieron Vigdis Finnbogadotti, presidenta de Islandia, y Beguni Khaleda Zia, primera ministra de Bangladesh, entre otras. Pero ésta no será una reunión de estadistas mundiales como ocurrió en la pasada reunión de la ONU en Copenhague. Es una cuestión que está muy de acorde con la participación real de la mujer en lo que la ONU llama "la toma de decisiones". Los portavoces de la ONU aseguraron ayer que en esta reunión apenas habrá jefes de Gobierno, porque no se trata de una "cumbre", sino de una «conferencia". Pero anunciaron la presencia para hoy de dos primeras damas: Hillary Rodham Clinton y Bernardette Chirac.

Las dos reuniones más importantes fueron primeros contactos en los que no se tomó decisión alguna. Los ministros de los Quince, entre los que estaba la titular de Asuntos Sociales Cristina Alberdi, intentaron ayer una mayor cohesión interna para hacer valer después su predominio -es el mayor donante en cooperación-. Las ayudas a la cooperación se volverán a tocar en Pekín, como en tantas otras cumbres de la ONU, bajo la convicción de que éstas deben favorecer la carrera por la igualdad de oportunidades.

Ayer casi todos los ponentes expusieron con distintas palabras la misma idea que ya se abre camino: el desarrollo de la mujer no sólo favorece el desarrollo general de un país, sino que, además, es rentable desde el punto de vista puramente económico.

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Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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