Greenpeace intentará casi sin medios paralizar la prueba prevista para hoy
Unas pocas lucecitas bajo un cielo rabiosamente estrellado eran todo cuanto quedaba. El Manutea no encontró a su llegada a Mururoa más que una docena de pequeñas, embarcaciones, sin helicópteros ni recursos tecnológicos. Pero halló un jefe inesperado: David McTaggart, el viejo fundador de Greenpeace, el último aventurero de los de los océanos, asumió de forma natural el mando de la variopinta flotilla de la paz para intentar desde el Vega, su diminuto velero de siempre, paralizar hoy de nuevo el anunciado ensayo nuclear francés.
"La captura del Greenpeace nos ha dejado en lo que somos: un puñado de gente normal en embarcaciones normales que, sin embargo, quiere medir sus fuerzas con las del Ejército francés. Esta será desde ahora", prometió McTaggart, "una aventura romántica". Una aventura que ayer sufrió una nueva baja al abordar comandos franceses un tercer buque (tras el Greenpeace y el Rainbow Warrior) dentro de la zona de exclusión. El yate Kidu fue abordado dentro de las 12 millas de exclusión en torno a Mururoa.El Manutea navegó penosamente durante todo el sábado. Se inundó el motor, se rompió una vela y faltó viento. Las últimas horas antes de la llegada a Mururoa se consumieron sudorosamente ante el pequeño radar y sobre la cubierta, oteando un mar asombrosamente azul y completamente vacío.
Anochecía ya cuando asomaron los primeros puntos en la pantalla del radar. Y la oscuridad era completa cuando aparecieron las luces: una, dos, tres, hasta 11 destellos de otras tantas naves. A babor, otra luz: la base militar del atolón. Y, acercándose, los faros, de una patrullera francesa en misión de advertencia. Eran las 18.20 horas, 6.20 horas de la mañana del domingo en España.
Poco después, a las 19.00 horas, se aproximó una lancha neumática por estribor. Un hombre mayor, pero ágil, se encaramó a bordo. Era David MacTaggart, el empresario canadiense que en 1972 sumó su pequeño velero privado a una campaña ecologista y creó, en los años siguientes Greenpeace Internacional.
McTaggart repartió abrazos y saludos, tonteó con el personal femenino, rompió la prohibición de fumar a bordo, exigió vino, café y whisky y dio las primeras órdenes. Todo ello, en apenas dos minutos.
"Esos piratas"
"La captura del Greenpeace ha desmontado todos nuestros planes", explicó, rodeado por la tripulación del Manutea. "Contábamos con perder el Rainbow Warrrior, pero no el Greenpeace, que permaneció, en todo momento en aguas internacionales. Esos piratas lo han robado", dijo, refiriéndose a la Marina francesa."He comunicado con la sede internacional, de Greenpeace en Amsterdam y ahí no saben qué hacer. No tienen otra salida que la de dejarlo todo en mis manos. Y yo lo asumo encantando", añadió el fundador de la organización ecologista.
McTaggart abandonó todos sus cargos en Greenpeace en 1992 y es, desde entonces, presidente honorario de la organización. Tiene 63 años, le fue diagnosticada una enfermedad mortal que, por el momento, parece incapaz de acabar con él; vive entre Roma y el océano; fuma y bebe en dosis no asimilables por ningún otro organismo humano y no pierde ocasión de galantear.
Los nuevos gestores se avienen con su furor improvisativo, sus excentricidades y su individualismo. Probablemente lamentan que esta campaña, la más importante lanzada por Greenpeace, haya quedado finalmente y por accidente en sus manos. Pero el hecho es que ante el atolón no hay más jefe que McTaggart. Su instinto acertó y supo mantenerse alejado el viernes, cuando los barcos franceses descabezaron la flotilla para la paz. Ahora el viejo ha vuelto. "Esto me recuerda las campanas de hace 20 años. A partir de ahora, ésta será", prometió, "una aventura romántica".
El viejo McTaggart ha reunido en su velero a tres viejos compañeros de fatigas. El australiano Chris Robinson, taciturno como un jefe indio; el holandés Henk Häazdn, un hércules de imparable verborrea, y el tahitiano Jacky Taero, que ha abandonado el islote en el que vive solo con su mujer y sus dos hijos: "Chris y el viejo me llamaron y un hombre no debe estar ausente de las luchas justas".
Cuatro héroes de historieta, cuatro personajes de novela que, al frente de una variopinta foltilla -yates particulares, veleros, un remolcador y varios cascarones, más tinas cuantas, motoras neumáticas- intentarán ganarle la partida a una potencia nuclear como es Francia.
El Manutea, por su tamaño (30 metros dé eslora) y su equipo de comunicaciones -el único barco de la flotilla con transmisor vía satélite-, será el buque insignia. Durante las próximas horas se hará recuento de efectivos y se trazarán los detalles de un plan cuyas líneas maestras ya tiene pensadas McTaggart. Las autoridades militares francesas anunciaron que el primer ensayo nuclear se producirá hoy por la mañana. Pero antes había que remolcar fuera del atolón las dos naves apresadas, el Rainbow Warrior y el Greenpeace, que permanecen ahí, con sus tripulaciones a bordo, según todas las informaciones disponibles.
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