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Francia espera a que Bill Clinton abandone Hawai para comenzar su nueva serie de detonaciones atómicas

La fecha de la inminente explosión nuclear francesa sigue siendo secreta, pero son muchos los que dicen que la prueba no se efectuará hasta que el presidente estadounidense Bill Clinton haya acabado su visita a Hawai, donde asiste a los actos conmemorativos del final de la II Guerra Mundial, que acabó con el lanzamiento norteamericano de dos bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Se trata de evitarle a Clinton el menor peligro de radiación política, de vincular su estancia en el Pacífico con los delirios de grandeza gaullista de su amigo Jacques Chirac.

En París, mientras se espera el final de la cuenta atrás, se celebra el que esta vez la Armada haya sabido ganarle a Greenpeace la batalla de los medios de comunicación. El asalto al Rainbow Warrior II y al Greenpeace fue retransmitido en directo por un canal de televisión que contó con los expertos en la transmisión del Tour de Francia y con el asesoramiento militar. Esta vez, la narración que recibió el mundo no era la de unos angustiados ecologistas que veían cómo les lanzaban gases lacrimógenos, sino la de unos profesionales del peligro que describían sus maniobras con la mayor naturalidad y las vinculaban a la seguridad mundial.

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Fragatas frente a 'zodiacs'

Esta euforia gubernamental por haberse conseguido imponer también en el frente de las imágenes no logra ocultar sin embargo el absurdo de fragatas armadas hasta los dientes dedicadas a la caza de zodiacs y de barbudos amantes de las ballenas. Más importante es el traba o de descrédito fomentado por el poder respecto a la organización ecologista, de la que se han sabido poner de relieve sus puntos débiles: el carácter estrictamente mediático de las acciones de Greenpeace; el hecho de que las firmas de protesta a entregar al presidente Jacques Chirac tan pronto correspondiesen a tres, como a cuatro, como casi a cinco millones de ciudadanos, y el que Greenpeace monte su estrategia sin tener en cuenta la de los ecologistas locales, lo que provocó que el pasado viernes, en París, no acudiesen más de trescientas personas a una concentración que hubiese podido atraer a miles de manifestantes y que la práctica totalidad de las mismas fuesen de nacionalidad extranjera y desplazada a París a cuenta de la organización.Por otra parte, Greenpeace remitió ayer una carta al ministro de Asuntos Exteriores español y presidente este semestre del Consejo de ministros de la Unión Europea, Javier Solana, para que interceda ante el Gobierno francés para conseguir la liberación de Xavier Pastor, presidente de Greenpeace España. Pastor, coordinador de la flota por la paz desplegada por Greenpeace en Polinesia, fue apresado cuando su buque se encontraba en aguas internacionales del Pacífico sur, fuera de las 12 millas del atolón. Por ese motivo, Greenpeace estima que el apresamiento fue "totalmente ilegal". La Oficina de Información Diplomática del Ministerio de Asuntos Exteriores señaló ayer que Pastor goza de protección consular.

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