"Nunca pensé que morirían todos"
Ángel Zabala, superviviente del pozo San Nicolás, se recupera de sus heridas en un hospital de Oviedo
En su cama del hospital Central de Asturias, en Oviedo, Ángel Zabala Pastor iba recibiendo el goteo de noticias de la tragedia del pozo San Nicolás. Cada compañero muerto que se iba sumando a la negra estadística le dolía más que las heridas. Casado y con un hijo de ocho años, nueve de sus 34 años de vida los ha pasado trabajando en la mina. En el San Nicolás desempeñaba funciones de enganchador. Es uno de los dos únicos supervivientes de entre los 16 trabajadores que a las 3.15 horas de la madrugada de ayer se encontraban en las inmediaciones del lugar en el que se produjo la explosión de grisú. Catorce de ellos perdieron la vida.Zabala fue atendido en el botiquín del pozo de quemaduras en un brazo, la cara y el cuello y de traumatismo en un ojo. Sus heridas fueron calificadas como leves, pero precisaron su posterior ingreso en el centro sanitario ovetense.
Cuando se produjo la explosión, Zabala había hecho un alto en el trabajo para comer un bocadillo. "Nunca perdí la consciencia. Me faltaba el aire, había mucho polvo, intenté ir hacia abajo, tropecé con un raíl, con el que me fui guiando, en la oscuridad, vi una luz y caminé hacia ella", relata. "Encontré a un compañero al que la explosión había arrastrado. Fue quien me ayudó a salir al exterior".
El minero superviviente asegura que los medidores no habían desvelado una presencia inusual de grisú, si bien recuerda que antes de las tres de la madrugada unas cintas transportadoras se habían parado dos veces. "No lo achacamos a nada especial", explica.
Ángel manifestó que ya cuando salió del pozo estaba convencido de que la cifra de muertos "no bajaría de seis o de ocho". "Nunca pensé que morirían todos. De los que estábamos allí, salvo yo, todos han muerto. Son cosas imprevisibles", dice.
Zabala admite que le será difícil superar la experiencia vivida, pero volverá a la mina. Necesita llevar un salario a su familia.
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