PP y generación del 27
La iniciativa de un edil madrileño del PP de organizar para el año próximo un homenaje a la generación del 27 ha suscitado reacciones encontradas -algunas se han reflejado en este periódico- Ha habido quienes se han rasgado las vestiduras ante la profanación que supone semejante iniciativa, pues lo es, afirman, que los herederos de quienes fusilaron a García Lorca por ser de izquierda decidan ahora honrar su memoria y la de otros poetas de la generación, que también fueron de izquierda. Desde la otra orilla, valga la expresión, se ha invocado el nombre de José María Hinojosa, que, aunque . menor, fue también un poeta del 27 -llegó a dirigir la revista Litoral- y a quien asesinaron en zona republicana, en Málaga el 22 de agosto de 1936, tres días después de García Lorca. A estos datos habría que añadir que no fue Hinojosa el único poeta de derecha de la generación. Lo fue también Gerardo Diego ("huevo de águila: a Franco nombro", escribió), de cuyo nacimiento se cumplen 100 años en 1996. Con esto creo que queda definida la cuestión en términos históricos. Razones por razones, las hay desde ambos lados, sobre todo el republicano. Republicana y de izquierda fue la nómina central de la generación, que debió pagar su lealtad política con el asesinato, el destierro y, lo que es igualmente grave, el silencio, la censura o la mirada sospechosa sobre lo que era y significaba la generación. José María Hinojosa fue un derechista conspicuo, que en los años treinta se olvidó de la literatura y del surrealismo, participó en la trama civil que apoyó la intentona del general Sanjurjo en agosto de 1932, pertenecía un partido ultraderechista y apoyó en Málaga a la aislada guarnición. militar que se adhirió a la sublevación contra la II República. Pero fue asesinado, junto con su padre y su hermano, en una de las sacas que se produjeron al parecer como respuesta a los bombardeos de la aviación franquista. Asesinado: de esto no hay la menor duda. Calidades literarias al margen, Hinojosa corrió el mismo trágico destino de García Lorca.
Si subrayo el caso de Hinojosa es porque entiendo que sumergirnos, con este asunto, en la dialéctica guerracivilista resulta muy peligroso. Hasta sobre Jorge Guillén, el poeta puro por excelencia, podrían proyectarse las sombras guerracivilistas (aquella traducción suya de la oda A los mártires españoles, de Paul Claudel), aunque yo no tengo la menor duda de sus absolutas convicciones republicanas y liberales, que demostró con creces durante muchos años. Pero creo que es necesario dejar a un lado esa dialéctica. La realidad política que se avecina (o parece que se avecina) va a ofrecer perfiles y coyunturas sorprendentes o impensables hace sólo algunos años. Este proyecto de homenaje al 27 es el primer eslabón de una cadena que, sin duda, será larga.
En puridad, no es ni siquiera el primer eslabón: eso lo forjó el escritor Federico Jiménez Losantos al escribir su libro sobre los últimos días de Manuel Azaña y presentarlo en el Palace con José María Aznar de solemne muñidor de la Ceremonia. Un Aznar que viene invocando repetidamente el nombre del presidente de la II República. Invocación más grave que la apelación laudatoria a los poetas del 27, porque Aznar es un político situado en los antípodas del liberalismo jacobino de don Manuel, que hoy hubiera sido un más o menos templado socialdemócrata cuyas convicciones centrales laicismo, es cuela pública, prevalencia irrestricta del poder civil- no ha brían recibido,, a buen seguro, los aplausos de Un partido como el Popular, tan concorde en tantos puntos con la doctrina de la Iglesia -véase su posición sobre el aborto-, tan amigo de la escuela privada, tan partidario de aumentar los gas tos militares y últimamente incluso tan buen aficionado a las bombas atómicas, según ha re velado la entusiasta adhesión del azañista Aznar a los fuegos de artificio nucleares de Jacques Chirac.
Con los poetas del 27 la inconsecuencia es bastante menor. La poesía, la literatura, aunque forman parte de la lucha ideológica -engañarse sobre este punto es una falacia-, la exceden al cabo. La sustancia estética trasciende el discurso doctrinario o, simplemente, doctrinal. "La belleza será subversiva o no será", dijo André Breton. Pero se equivocaba, al menos en el alcance universal de su afirmación: la belleza no tiene por qué ser necesariamente subversiva, y admite, en todo caso, recepciones más limita das, menos radicales. Un diario conservador de la mañana viene desde hace años dedicando páginas y páginas a Pablo Neruda, y cuando murió epigrafió solemnemente que "un gran poeta pertenece a la Humanidad entera". A Lenin le hubiera encantado la afirmación, que hablando de un poeta contemporáneo como Neruda no deja de ser problemática. Pero aun que quitándole algún hierro a la afjirmación y entendiéndola de modo más modesto y menos teológico, hay que convenir que sí, que un gran poeta pertenece, o puede pertenecer, "a la Humanidad entera". El problema no es la degustación de la belleza sino su manipulación. Llevamos años suspirando por una derecha menos asilvestrada, más culta, más civilizada, y se supone que la poesía sirve para eso, aunque no sirva sólo para eso. En estas circunstancias, yo creo que estos propósitos culturales del PP no deben recibir la descalificación, el juicio negativo previo y menos en nombre de lo que sucedió en la guerra civil. Hay razones -no seamos ingenuos- para estar alerta y habrá que desenmascarar las manipulaciones, si se producen; pero debemos esperar a ver cómo se desenvuelven las cosas, en qué cristaliza esta súbita pasión por el 27. Por lo demás, una política cultural y educativa de fondo -que es la que permite de verdad acercar las grandes obras de arte a los ciudadanos no se mide por un homenaje de más o de menos. Si la lleva a cabo, ése será el auténtico homenaje del PP a los poetas del 27 y a todos los demás, desde Jorge Manrique a José Hierro.
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