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Washington y Pekín resucitan la época de la guerra fría

Las similitudes entre China y la Union Soviética hacen que EE UU especule con aplicar una política de contencion

Cualquier rumor sobre la posibilidad de que el legendario diplomático y estratega de relaciones internacionales George Kennan vaya a emerger a sus 91 años de su retiro en Princeton para hacerse cargo de la política de EE UU con respecto a China puede ser descartado por completo. Pero no se puede afirmar lo mismo sobre la doctrina que él hizo famosa, y sobre la cual Washington edificó su estrategia contra la Unión Soviética durante la guerra fría. Frente a las ambiciones del gigante del Pacífico, que parece destinado a retomar el papel de superpotencia rival ocupado anteriormente por Moscú, EE UU especula una vez más con la "contención".En público, los responsables de la política exterior no lo admiten. Estados Unidos, insisten, apuesta por una estrategia de "compromiso constructivo" con China. Éste es el mensaje de Peter Tarnoff, el número tres del Departamento de Estado, llevó a Pekín.

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Harry Wu, el activista de derechos humanos condenado a 15 años de cárcel por espionaje, fue expulsado el jueves de China y se encuentra ya en su casa de California. La primera repercusión de la liberación de Wu es que Hillary Clinton viajará en septiembre a Pekín como representante honoraria de la delegación de EE UU para la Conferencia de la Mujer. Y ese gesto suavizará, a su vez, otras disputas existentes: desde Taiwan hasta la proliferación nuclear y el comercio.

Coloso económico

Pero, aunque Pekín también anunció el viernes que había finalizado las pruebas de misiles al norte de Taiwan, los problemas no han desaparecido. China será pronto un coloso económico de la talla de Estados Unidos, y el crecimiento de su poder diplomático y militar hará cada vez más atractiva la política de neocontención. Después de todo Washington siempre ha favorecido una visión maniquea del mundo, divido en buenos y malos. Y ahora, la antigua reputación de la Unión Soviética se ajusta como un guante a China.Los abusos de derechos humanos cometidos por los gulags soviéticos -desde la intolerancia para con los disidentes políticos hasta los trabajos forzados, en las prisiones, y peor- son semejantes a los que ocurren en China; basta con intercambiar el nombre de Andrei Sajarov por el de Harry Wu. Teóricamente al menos, China sigue siendo comunista e igual que la antigua URSS es un país espinoso, reservado y prácticamente incomprensible para los extranjeros. También intenta expandir su territorio: Tíbet ayer, Hong Kong hoy; antaño Taiwan y quizás las islas Spratly y el mar del Sur de China mañana.

En cierta medida, la política de contención, diseñada por Kennan en 1946, está en vigor en China. El país se encuentra rodeado por aliados de Estados Unidos: Japón y Corea al norte, y Filipinas al sur. Visto desde esta óptica, el reciente restablecimiento de relaciones entre Washington y Hanoi, histórico enemigo de Pekín, es contención pura y simple.

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Aunque la contención forme parte de las políticas de Estados Unidos con respecto a China, no puede ser la única opción. El desafio para Washington está en apreciar las diferencias existentes entre la Unión Soviética de ayer y la China de hoy día.

Al reclamar como parte de su territorio Taiwan y Hong Kong, China tan sólo busca recuperar unos territorios habitados por chinos y que históricamente fueron parte del país. Washington debe aceptar que Pekín siempre fue y siempre será un coloso regional, aunque sea sólo a raíz de su vasta extensión y población. La Unión Soviética nunca fue considerado un poder económico, y mientras que la fuerza de la URSS era principalmente militar, la de China es económica. Por ello se puede decir que el peligro más importante para las relaciones entre EE UU y el gigante asiático es el inmenso y creciente superávit comercial con Washington, que en pocos años puede llegar a superar al de Japón.

Quizá la última palabra la tenga Kennan, que dijo recientemente que Washington, al llevar la política de contención hasta extremos excesivos, "retrasé los grandes cambios que sacudieron la Unión Soviética". Los cambios que llegan ahora a China son distintos -económicos y no, o al menos todavía no, políticos-, pero el resultado puede ser el mismo. Y una política de contención podría resultar igual de contraproducente en esta ocasión.

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