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Marina defiende en su próximo libro el valor de una "sentimentalidad inteligente"

El filósofo critica la idea de lo artificial como modelo

Javier Sampedro

Del término griego para designar la pasión (pathos) deriva la palabra patología. "Éste ha sido el inmenso error de la cultura occidental", sostiene el filósofo y escritor José Antonio Marina. Demonizar las pasiones, identificar el intelecto con la mera razón lógica y separar la inteligencia de los sentimientos en dos compartimentos estancos es un desaguisado.En su próximo libro, El laberinto sentimental, Marina expone la necesidad de abandonar esa división para construir una sentimentalidad inteligente. "Los sentimientos son el lugar donde vivimos", dice el filósofo, "son lo que nos pone en contacto con el universo ético de los valores". Y Marina, que intervino ayer en los Martes literarios, de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander, no ve el panorama sobrado de valores. El autor de Elogio y refutación del ingenio cree que la iconoclasta cultura de este siglo ha sido más ingeniosa que creadora. Lo bueno, según él, es que "ya no valoramos lo que no tiene valor", pero lo malo es que tampoco valoramos lo que sí lo tiene. La receta del filósofo es poner la inteligencia humana al servicio de los sentimientos y de, la bondad. Pero el camino que se está siguiendo es justo el contrario, según. él. "Nos movemos hacia una inteligencia muy especializada, que toma a los ordenadores como un modelo", opina.

La experiencia de José Antonio Marina con la inteligencia artificial ha sido nefasta. El filósofo se propuso programar un ordenador para que pudiera reírse de un chiste y salió escaldado. Señala que entender el chiste más bobo requiere una inabarcable cantidad de información: la gramática, las normas de convivencia, los inasibles principios del sentido, común y hasta la capacidad de sorpresa.

Por si no fuera poco, con la judicialización de la vida política, hemos empezado a padecer padecemos una "judicialización de la ética", según el escritor, por la que lo malo ha pasado a ser aquello que aparece en el Código Penal, y lo bueno, todo lo demás. Ni la falta de vergüenza ni la crueldad de la vida íntima están penalizadas, dice Marina, que concluye: "La inteligencia alcanza su grandeza cuando se une a la bondad".

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