Un obra de pasiones radicales
Con premio o sin premio, y creo que el Rómulo Gallegos no es el primero que recibe, Mañana en la batalla piensa en mí es una excelente novela. Su arranque (la muerte, en los brazos del protagonista, de su amante, una mujer casada, en el domicilio de ella, de noche y con la presencia del hijo pequeño) es verdaderamente memorable. Son las páginas de un escritor, en el sentido pleno y tan escaso del término. Pero el resto de la novela no desmiente tan esplendoroso comienzo.Quienes le reprocharon a Marías exceso de cerebralismo (es curioso, el exceso de vísceras se reprocha poco), debieran leer atentamente esta novela de pasiones radicales, donde el teatro de la vida social es objeto de un agudo y, sobre todo, fabulado desenmascaramiento. Teatro de la lujuria, el desamor y la muerte.
Por razones más bien anecdóticas se ha jaleado mucho la escena en la que un Rey -el Único- se queja de su oficio de orador de discursos que no son suyos, donde su personalidad no alcanza a expresarse. Pasaje brillante, incluso divertido, se entiende mal, si no se proyecta sobre la línea de fondo que vertebra la novela.
Que no versa sólo sobre la naturaleza humana, aunque también lo haga y es bueno que sea así (Camus lo recordaba en sus últimos años); habla también de la historia, del tiempo nuestro, de nuestras indignidades, de nuestras mentiras.
De nuestro teatro de máscaras, frío, desapacible y destinado a hundirse en el olvido.
Babelia
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