El gladiador decapitado
Gabriel Cañellas se vistió de gladiador y fue aclamado por los amigos, pero el César le decapitó inmediatamente. Él, desde las islas, y su padrino, Manuel Fraga, por Finisterre, emprendieron la reconstrucción del coloso de la derecha que subsistía debajo de un paisaje socialista. Una larga marcha propia de andarines. El dimisionario presidente de Baleares, de 54 años de edad y del Partido Popular (PP), es un conservador de corte clásico, alejado de los discursos y las cuitas de la metrópoli. Pero, recién lograda su primera mayoría absoluta, se ha convertido en el barómetro, en la prueba del nueve, de la cruzada regeneradora y anticorrupción emprendida por José María Aznar.Doce años después de su llegada a la presidencia autonómica quedó atrapado bajo una gran tormenta, que le ha arrastrado. Casi sin percatarse. Ni él ni sus adversarios. El político insular, que ha visto crecer a dos generaciones, es el primer barón territorial del Partido Popular sacrificado por los suyos, "por Madrid", dice, disonante en el seno de su moderno partido. Es también la memoria de la derrota y testigo de la prehistoria de Alianza Popular, como su mentor, amigo y socio, el magnate y europarlamentario ibicenco Abel Matutes.
Cañellas ha cosechado un granero de votos, pero en las alforjas aguanta más de un decenio de episodios complicados. Baleares, SA; Presidente público, negocio privado; La gran familia; Gobierno de media jornada, y Una mayoría bajo sospecha policial son titulares de archivo que describieron episodios y contradicciones éticas del Gobierno de una comunidad rica, en la que la sociedad civil, el poder, el partido y los intereses particulares no siempre están separados.
En las últimas semanas, Cañellas se ha cubierto con más canas y ha acentuado los pliegues de sus arrugas. Es de rostro impenetrable, pero, bajo la mesa del despacho, mueve inquietas las piernas. "Siempre estoy nervioso", reconoce. Añora las caminatas solitarias de casi tres horas sin salir de su enorme finca de montaña, en Bunyola, situada a la vera de la boca sur del interminable túnel de Sóller, el agujero negro de sus últimos disgustos Políticos.
La mansión que habita -que es de su esposa, la terrateniente Amparo Rotger, que firma los talones y lleva la voz cantante en muchas cosas- debe de ser el mejor domicilio del que disfruta un político en España. Allí se retiró a principios de siglo, tras un atentado en Barcelona, el patricio conservador Antonio Maura que supo también de acosos y excesos políticos. El dimisionario Cañellas, abandonado por el nuevo Maura, repasa en su blindada y celosa intimidad la correspondencia del antiguo estadista, lee las poesías de Costa, ensaya algún verso y lamenta no tener siquiera un hilo de voz para poder acompañarse con una guitarra.
El ciudadano Cañellas se ha visto empujado a las portadas y editoriales de los diarios por la presunta financiación irregular del Partido Popular balear a través de la empresa que logró la concesión del túnel. El cesante presidente regional ha sido el político del PP que más tiempo se ha mantenido en el poder. Pero ha disparado también las alarmas de los columnistas afines a Aznar. Hasta ahora había creído que lo que decían los diarios no tenía importancia. "No los lee nadie", le dijo a un editor, que le replicó: "Ya lo veremos`.
Supo perder estrepitosamente sus primeras elecciones, empezar sin eco y navegar contra corriente. Juega a la política con un perfil populista y sin retóricas ideológicas. Le place ser victimista ante Madrid y se explica con citas e imágenes del grandilocuente cine histórico-religioso de cartón piedra. Este verano se ha arremangado y transformado en un gladiador; también, en papa. Ha intentado no ser condenado a galeras por su propio partido, por su líder, Aznar; no ser seña lado por la marginalidad.
La bestia feroz, la adversa realidad que se le ha dibujado enfrente, no es sólo la oposición, la policía, Hacienda y la prensa, -"parecéis leones detrás de las rejas", ironizó ante varios periodistas-. El Partido Popular le ha apartado por replicar mal a las primeras señales de fuego del caso Sóller, por haber maniobrado sobre una baldosa, sin ofrecer "una respuesta satisfactoria a la sociedad", según Francisco Álvarez Cascos, el secretario general de la formación.
Su carrera política la comenzó Cañellas con una foto de carné y una tarjeta de visita en la mano, recorriendo con humildad las redacciones a la caza de una entrevista. ¿Quién está detrás de este señor?", preguntó en 1979 a un viejo redactor un cronista. "Es un abogado emparentado con la familia Salas, los dueños de la salinera, de la naviera, de muchas grandes fincas en Baleares, socio de Matutes, nieto de un ex alcalde conservador, hijo de un nota ble abogado, que además tiene una empresa de construcción" detalló una enciclopedia ambulante ya jubilada. Aquella síntesis biográfica es la madre de buena parte de su trayectoria, de sus lastres y problemas.Apenas ser presidente, Cañellas encargó a dos empresas de construcción que eran suyas obras en las sedes oficiales del Gobierno. Más adelante cambió la Ley de Espacios Naturales para no perjudicar proyectos de urbanización propios, de su familia y de Matutes en Ses Salines de Ibiza, que negoció como propietario en su despacho oficial con el alcalde de la zona. Fue siempre atento con los constructores y creó, y preside, una fundación privada con 1.029 millones de pesetas que aportaron diferentes grandes empresas y diversos concesionarios del Gobierno. Allí se retirará el gladiador herido.
Sus dos hermanos, José y Carlos, fueron protegidos para seguir la tradición del clan familiar y por ello son senador y diputado, respectivamente. Sus parientes, y otros muchos descendientes y altos cargos del Partido Popular, han hallado ocupación pública y amparo en la Administración. El clientelismo y nepotismo alcanza desde cuñadas y sobrinas hasta ahijadas de tías políticas suyas. Ex empleados de alguna sociedad del político popular también están en la nómina oficial. "Cañellas sabe cuidarse muy bien de los negocios y tener bien a la familia", explica un financiero de la región que se relaciona con él.
La crónica casi anónima de la democracia de la periferia autonómica tiene una carpeta casi secreta que recoge cómo Cañellas llegó al poder en 1983. Fue gracias a la mano larga y poderosa del dinero. Pactó la mayoría parlamentaria con sus inevitables aliados de Unió Mallorquina en Madrid, en una mesa de cristal, bajo la mirada de los banqueros March. Éstos no repetirían hoy aquella operación.
Es como una estatua frente al entorno que arrastraba con todas las cosas. Se enfrenta blindado a cualquiera y mira a los demás de lado, a distancia, casi como si el pastor de su rebaño fuera Dios. En los últimos días, en cambio, no ha podido por menos que mostrarse emocionado y caballeroso con gente que no era de su círculo.
¿Esta foto es para EL PAÍS? ¡Pues pondré cara de corrupción!", espetó hace tres meses a un fotógrafo de este diario. Luego, le dio la espalda y se levantó el faldón de la chaqueta del traje. Finalmente, se colocó de perfil. Como los sellos. Aznar no descarta ahora ponerle en circulación de nuevo.
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