Argelia en coma
EL DIÁLOGO entre la junta militar argelina y la guerrilla islámica, confirmado y, desmentido casi tantas veces como' se ha intentado, parece haber entrado en coma profundo. Situación ésta hacía la. que también camina a pasos agigantados la propia Argelia, donde las tablas virtuales en el enfrentamiento armado hacen que no quepa imaginar otra solución a la guerra que el diálogo sin condiciones entre mortales enemigos.¿Por qué ha fracasado esta ronda de conversaciones? Aparentemente, las diferencias que separaban a los negociadores eran superables. El preacuerdo entre el líder visible del Frente Islámico de Salvación (FIS), Abasi Madani, y la junta que preside el general Liamin Zerual era un procedimiento por etapas que comportaba la observación de una tregua, de hecho por los islamistas a cambio de lo cual serían liberados sus dirigentes en prisión, entre ellos el propio Madani.
Más tarde el FIS depondría públicamente las armas y volvería a ser sólo un partido político, aunque bajo otra denominación para salvar la cara de la legalidad argelina. Sólo entonces seria posible convocar elecciones presidenciales, en las que el candidato del FIS tendría excelentes oportunidades de victoria.
¿Qué exigía la junta para dejar ganar al FIS? Posiblemente, algún tipo de garantía sobre su conducta en el poder, como la aceptación de los límites constitucionales y el sometimiento a mecanismos de control ejercidos por el Ejército. Ante ello, la posición del FIS no sólo era irreductible en no aceptar condiciones para su eventual acceso al poder, sino que exigía la desaparición del poder militar durante la transición mediante la formación de un Gabinete neutral que convocara elecciones. Eso es lo que la junta y los intereses de una burguesía estatalizada, a la que aquélla también representa, no podían aceptar.
Pero unido a esos problemas de fondo se da un gravísimo hecho táctico que impide, precisamente, progresar en esas cuestiones. No solamente el FIS no agota el universo islamista de Argelia, como muestra la existencia de los terroristas del Grupo Islámico Armado (GIA), que acaban de asesinar en París a uno de los fundadores del frente, Abdelbaki Saharaui, reputado por su moderación, sino que en el propio FIS dista mucho de reinar la unanimidad sobre cómo conducir las negociaciones. Y otro tanto cabe decir de la junta.
De esa manera, cuando Madani negocia ha de estarmírando siempre por encima del hombro para ver qué opinan sus pares. Tampoco Zerual goza de manos total mente libres. En, ambas constelaciones, la del poder militar y la de la guerrilla, los negociadores deben tener muy en cuenta a sus propios extremistas: sectores del Ejército que formalmente aceptan la negociación, pero sólo ansían una imposible victoria sobre el terreno, y líderes del FIS que se radicalizan porque teme n que cualquier concesión sea aprovechada por el GIA para presentar al Frente como colaboracionista.
Eso explicaría que, al menos nominalmente, la negociación se haya estrellado porque una parte de la dirección del FIS no aceptaba que la liberación de los islamitas se produjera sólo después de establecida la tregua. Cuando la negociación entra en barrena por los temores de una y otra parte, quien gana es la opción más radical. En un cierto paralelismo con Palestina, donde la moderación de la Organización para la Liberación de, Palestina (OLP) sufre el acoso del radicalismo de Hamás, es preciso que las partes sean capaces de cortar un. terrible nudo gordiano. Sólo un gesto audaz del poder y la moderación en las exigencias de la guerrilla pueden desatascar el conducto negociador. Ésa es la única forma de hacer frente a ambos extremismos: siendo más radicales que ellos mismos en la búsqueda de la paz.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.