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Las potencias occidentales que crearon al dictador zaireño no saben ahora cómo librarse de su criatura

Alfonso Armada

Mobutu Sese Seko también sabe ser modesto. Cuando le sitúan a la cabeza de las fortunas de África, el dictador decano del continente negro, con más 30 años de ejercicio al frente de Zaire, dice con la boca pequeña: "La segunda". Pero su montante, en divisas, diamantes, oro y posesiones en su país y en Europa, es superior a toda la deuda externa de Zaire, una de las naciones más corruptas, peligrosas, insalubres y castigadas del mundo. El reciente brote del mortífero virus Ebola eligió bien donde golpear. Era la segunda vez en 20 años que la fiebre hemorrágica viral, que ganó su nombre de un río del norte del país, elegía a Zaire para multiplicarse. Con 64 años y un aspecto envidiable, Mobutu sigue al frente del país, pero las condiciones de vida se han degradado a los niveles de 1958, dos años antes de la independencia, para una población de 40 millones de habitantes, tres veces la de entonces. Una vida que tiene en Kinshasa, junto al curso del río Zaire, el antiguo Congo por el que Joseph Conrad decía que se adentraba uno en el corazón de las tinieblas, la cara sucia de un régimen devastador. Convertida en una gigantesca huerta, porque cualquier rincón sirve para arrancar una brizna de jugo a la tierra, Kinshasa la bella agoniza en un mar de barro y miseria. Los brazos del río están habitados por miríadas de pobres que ocupan barcos encallados, chabolas y casas ruinosas que se suceden como una condena hasta el horizonte.La guerra fría le vino a Mobutu como anillo al dedo. Estados Unidos depositó en sus manos la gendarmería ideológica de la zona, para hostigar a los vecinos comunistas de Angola. A cambio de esa tarea de amigo y de concesiones para que multinacionales del bloque occidental explotaran el prodigioso subsuelo del país, los artífices de este Frankenstein tropical cerraron los ojos a todos los crímenes contra su propio pueblo. La Conferencia Nacional Soberana, creada en 1992 por los partidos de la oposición pata impulsar la democracia en el segundo país más grande de África, en el que cabe casi cinco veces. España, consideró culpable a Mobutu de "detención arbitraria, tortura, secuestros y homicidios políticos". Amnistía Internacional, por su parte, además de señalar la absoluta impunidad de las fuerzas de seguridad, que en 1991 y 1993, desencadenaron el más absoluto pillaje en Kinshasa y provocaron centenares de muertos, señala que "el presidente se ha valido cínicamente de la inestabilidad provocada por él mismo para afirmar que debe permanecer en el poder puesto que es el único capaz de controlar al Ejército y garantizar así la seguridad y estabilidad de Zaire. El dictador dispone de una fuerza especial de 15.000 hombres, bien pagada armada y entrenada por Israel, denominada División Especial Presidencial (DSP.)".

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Pero la evaporación de la Unión Soviética dejó sin trabajo al "impresentable Mobutu", como le califican en el cuerpo diplomático acreditado en Kinshasa, un impresentable al que el ex presidente norteamericano George Bush le agradaba como compañero de pesca y al que el ex presidente francés Valéry Giscard d'Estaing ayudó a sofocar con paracaidistas una rebelión secesionista en la rica región minera de Katanga en 1978. El problema es que la criatura occidental le ha cogido gusto al cargo, que le permite a él y a su extensa familia política arramblar -según fuentes del Gobierno estadounidense- con no menos de 2.000 millones de pesetas cada mes de las riquezas nacionales mientras su pueblo se muere literalmente de todo lo que se puede uno morir en África.

Las presiones occidentales sobre su antiguo amigo y aliado se hicieron tan intensas que, en 1990, Mobutu se vio obligado otorgar la democracia. Ese mismo año, unidades de la DSP abrieron fuego contra los estudiantes en Lubumbashi, la capital de Katanga, lo que acabó de resquebrajar las relaciones con Occidente. Sin embargo, su condición de apestado no le ha impedido asistir a las cumbres de la francofonía presididas por François Mitterrand y visitar a su dentista en Francia. Mobutu ha encontrado una grieta ante el repentinamente hostil mundo exterior gracias a la crisis ruandesa la Operación Turquesa montada por Francia para prestar ayuda al Gobierno hutu en retirada necesitó de la inestimable colaboración de su viejo amigo Mobutu.

Desde que el rey implacable lanzara su oferta de democracia orgánica, 10 primeros ministros se han sucedido al frente del país durante una transición en la que la vida se ha degradado a ojos vista, con una hiperinflación que el año pasado rondó el 24.000%. El actual primer ministro, Leon Kengo Wa Dondo, acusado de "títere al servicio de Mobutu" por la oposición radical, goza del favor de las instituciones financieras internacionales. Muchos consideran su nombramiento como otra maniobra de Mobutu: tras verse obligado a tomar medidas impopulares, Mobutu se presentaría a sí mismo como la cara dulce de la moneda. En cualquier caso, el jefe no ha cedido un ápice el control del Ejército, cuyo 70% de altos mandos pertenecen al Ecuador, su región natal. A pesar de todo, Mobutu no se fía y raramente aparece por la capital, y cuando lo hace duerme en el campo militar de Tsha Tshi. El dictador pasa la mayor parte del tiempo en su palacio de Gbadolite, a casi 1.000 kilómetros de Kinshasa, en Ecuador, junto a la frontera con la República Centroafricana, por si algún día las cosas se pusieran imposibles y hubiera que poner pies en polvorosa.

El 9 de julio próximo expira el, periodo de transición, que cumple así cinco años sin que el horizonte democrático se atisbe con claridad. El antiguo sargento de las tropas coloniales belgas, instruido en la metrópoli y campeón militar de boxeo, jugó bien sus cartas cuando las diferencias entre Patricio Lumumba, el ideólogo de la independencia del entonces Congo belga, y el primer presidente del país, Joseph Kasavubu, le invitaron, en 1960, a dar su primer golpe de Estado, que ratificaría en 1965, cuando se hizo con todo el poder. En los colonizadores belgas tuvo un ejemplo de explotación y desprecio de sus compatriotas que ha mejorado en 30 años de dictadura. Mobutu se ha inspirado en su predecesor, el rey Leopoldo II de Bélgica, que tras la, conferencia de Berlín de 1885 vio cómo el Congo se convertía en "propiedad personal del rey de los belgas". Allí se creó el más terrible campo de trabajos forzados del mundo moderno.. El sistema colonial belga, paternalista, mantenía a los súbditos indígenas en un estado de inferioridad permanente, sin derechos cívicos ni acceso a la educación. En 1960, ano en que se desencadenó la independencia, no había ningún ingeniero, ningún agrónomo ni ningún médico congoleño. El colapso de Zaire como un Estado nación y la caída libre de su economía continúa minando la capacidad de Mobutu para sobrevivir políticamente. Pero el destino del antiguo Congo sigue en sus codiciosas manos.

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