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Tribuna
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Pobre Guerrero del Antifaz

Está visto que la gente de mi generación -los del 68, como ahora se dice, aunque aquí no hubo 68- no tenemos remedio. Cuando éramos niños, nos enseñaron que el infiel (el moro) era el infiel: el perro infiel, que clamaba el Guerrero del Antifaz. Cuando fuimos mayores, aprendimos Por nuestra cuenta que Marx no era tan malo como nos habían dicho los del perro infiel. Pero ahora resulta que el moro no era tan infiel y que el único Marx que vale es Groucho, no el otro, que está ya muerto y sepultado. Y digo esto porque Salman Rushdie, a quien a lo mejor Irán, bajo las presiones de la UE, levanta la sentencia de muerte dictada en su día por Jomeini, no sólo fue condenado por el ayatolá; también lo fue por la Iglesia católica romana, aunque no a muerte: L'Osservatore Romano señaló en su momento que Los versos satánicos eran ciertamente blasfemos. ¿Blasfemos por permitirse algunas licencias con la vida de Mahoma, un perro infiel? Pues sí, por eso. De ahí a pedir el cadalso mediaba un paso, que la evolucionada Iglesia católica romana, no dio, pero que el ayatolá, más atrasado, más tridentino, no dudó en dar.Lo dicho: el infiel no era tan infiel, aunque el pobre del Guerrero del Antifaz creyera lo contrario. Jomeini fue un poco excesivo, sí, pero defendía la causa de Dios. El infiel infiel era, es, Rushdie, un escritor correcto solamente, pero dispuesto a no tragarse ni las mandarinas de Mahoma ni las de ningún otro inspirado profeta. La cosa ha quedado transparente: Jomeini no era un perro infiel, pero qué poco civilizado, en cambio, el Guerrero del Antifaz, qué antiguos y qué tontos nosotros, los del 68. Claro, que al final quien va a ganar la batalla (y ojalá, ojalá la gane) es el viejo y novísimo capitalismo calvinista -hoy Calvino no es más que un hermano separado- dispuesto a rescatar la libertad de un hombre con créditos y con ecus. A uno, sesentayochista, que ya no se atreve a decir su nombre -cualquiera lo dice-, sólo le queda repetir el lema de Voltaire: "Écrasez l'înfame" (aplastad a la infame), y que cada uno entienda por la infame lo que quiera: la superstición, la intolerancia o... cualquier iglesia de sotana-chilaba, como en la que metieron también a Marx; no a Groucho, claro.

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