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Nadie se atribuye el primer atentado tras la captura del máximo jefe del narcotráfico

Ayer domingo los perros guardianes del parque San Antonio, en el centro de Medellín, se comían las sobras de la tragedia. Cuatro canes acababan con los restos de alimentos que encontraron al pie de un montón de pequeños fogones de carbón y calderos donde la fritura de maní se interrumpió a las 21.20 del sábado (pasadas las cuatro de la madrugada, hora peninsular española), cuando estalló una bomba que mató a 28 personas y dejó malheridas a otras 200. La estampida y la confusión pusieron fin a una verbena a la que asistían unas 1.500 personas. El pájaro, una monumental escultura en bronce, de Fernando Botero, en cuya base camuflaron la carga de 10 kilogramos de dinamita, quedó completamente destrozada.

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Restos de sangre y de los impactos de las esquirlas en el tejado que bordea el parque, eran observados con una curiosidad casi ritual por los vecinos del barrio de Guayaquil que amanecieron con miedo. Algunos temen que el atentado en este sector donde las casas de empeño son un negocio habitual y todavía quedan vestigios del barrio de vida alegre que fue Guayaquil a mediados de siglo, sea un aviso de que el terror va a volver a la ciudad."Quién sabe si la situación se va a volver a poner fea", dijo una mujer que por precaución no quiso aceptar una invitación al partido de fútbol que ayer jugaron el equipo local Deportivo Independiente Medellín y el Atlético Huila, en el estadio Atanasio Girardot. "Cuando esto de las bombas empieza, no se sabe cuándo acaba y esa gente [los terroristas] siempre eligen las multitudes", argumentó. Tal vez, recordaba el anterior atentado, el 22 de mayo del año pasado, cuando una bomba mató a seis policías que iban en una patrulla que transitaba cerca del estadio. Ese día habían jugado la selección colombiana de fútbol y el equipo Eintrach de Francfort. Entonces la acción fue atribuida al cartel de Medellín en venganza porque Alemania no dio asilo a la esposa y los hijos de Pablo Escobar, el jefe mafioso que había muerto en un espectacular cerco policial cinco meses antes.

El ataque indiscriminado del parque San Antonio, este fin de semana, trajo a la memoria también el fatídico 1990, cuando el cartel de Medellín respondió con terrorismo a la declaración de guerra del Gobierno al narcotráfico. Ese año explotaron en la capital del departamento de Antioquía 11 coches bomba que dejaron 130 muertos y 450 heridos.

Ayer, la cadena de solidaridad, creada por los policlínicos y bancos de sangre para afrontar las emergencias, a la manera de hospitales de guerra, se reactivó.Patrullaje y recompensa

Volvieron también los patrullajes militares, las operaciones de requisa de automóviles y motocicletas y otras medidas preventivas, que para algunos ya empezaban a formar parte del pasado.

En la alcaldía de Medellín, a pocas calles del escenario de la tragedia, se celebró una reunión de emergencia sobre seguridad pública, a la que asistió el ministro de Defensa, Fernando Botero.

Entre las múltiples hipótesis sobre la autoría del atentado, cobra fuerza la de que la bomba es un mensaje contra el ministro de Defensa, hijo del escultor Fernando Botero, en cuya voluminosa obra de bronce se ocultó la carga mortal. Desde el inicio, en agosto de 1994, del Gobierno de Ernesto Samper, Botero ha sido el más caracterizado portavoz de la línea dura tanto contra la guerrilla como el narcotráfico.

Una primera señal, desmentida posteriormente, la hizo el comandante de la policía metropolitana de Medellín, general Alfredo Salgado, quien dijo que "el acto de barbarie tiene el sello de la guerrilla". Pero el gobernador de Antioquía, Álvaro Uribe Vélez, pidió no adelantar acusaciones, "ni responder con hipótesis débiles". Lo que "se necesita", dijo, "son resultados concluyentes" de la investigación, a cargo de la fiscalía regional de Antioquía, para la que el ministro Botero dio un plazo perentorio de 72 horas, es decir, hasta el martes.

A la ofensiva policial se sumó

el anuncio de una recompensa de 600.000 dólares (unos 85 millones de pesetas), que hizo el alcalde de Medellín, Sergio Naranjo, con el propósito de agilizar las pesquisas que inicialmente se apoyan en interrogatorios a tres sospechosos, jóvenes a los que decomisaron frascos de café con residuos de polvos.No importa que el gobernador haya pedido no hacer especulaciones hasta conocer resultados oficiales. En los autobuses, en los cafetines y en los parques, donde el domingo, a pesar del sol que sobrevino a una temporada de lluvias, era sombrío, la gente buscaba responsables de la tragedia. "Yo creo que eso es obra de esos señores de Cali" -en referencia al cartel de Cali, cuyo jefe, Gilberto Rodríguez Orejuela, fue capturado el viernes-, argumentaba un limpiabotas a un cliente que se inclinaba por la tesis inicial del comandante de policía: la guerrilla.

"Fíjese, hombre, que esos bandidos -[los guerrilleros] han celebrado con toma de poblaciones y asesinatos, otro aniversario de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia)". [El gobernador del departamento de Caldas, Ricardo Zapata, fue secuestrado ayer por presuntos guerrilleros de la FARC, informa Efe.]Como eludiendo el temor que despierta una ofensiva de cualquiera de los dos frentes a los que en principio se atribuye el atentado, el narcotráfico y la guerrilla también hay quienes prefieren decir "que esa vaina es cosa de los dementes que nos dejó la guerra".

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