El comentario de texto en selectividad
Entre los ejercicios de que se compone el examen de selectividad hay uno, el conocido como comentario de texto, cuyo carácter es distinto al de los demás. La peculiaridad radica en que se juzga aquí una materia altamente sutil que ni obedece a programas ni se expone en libros de texto: la madurez de los alumnos. Es posible saber por un examen si se domina la matemática, la filosofía, la química o los idiomas, pero ¿cómo se mide la madurez?, ¿es examinable la madurez?, ¿qué es, en fin, la madurez? Espinosas preguntas, sin duda. Para allanar un poco las dificultades se puede recurrir al diccionario académico, en concreto, a la segunda acepción que se recoge en él de la palabra madurez y que dice así: "Buen juicio o prudencia, sensatez". No sé si esta definición de la cosa será la más ajustada desde el ámbito de la psicología, para nuestro propósito, sin embargo, da en el clavo porque designa con justeza la línea divisoria entre el ejercicio de comentario de texto y los demás: en el primero, uno pone a prueba su buen juicio, su prudencia y su sensatez; en los segundos, uno pone a prueba sobre todo sus conocimientos.La de comentario de texto es una prueba para cuya resolución no se exige conocimiento específico de ninguna materia, científica o humanística; es más, a la hora de seleccionar los textos que se sortearán para el examen se suele tener un cuidado escrupuloso en salvaguardar su neutralidad, es decir, en lograr que aparezcan con las mismas calidades para todos los alumnos sea cual sea su dominio en cualquier asignatura de las impartidas a lo largo del curso. Sin embargo, el hecho de que en los últimos años el comentario de texto vaya ligado a la prueba de lengua española (las dos se hacen a la vez y el mismo texto sirve para ambas) puede haber creado ciertas dudas respecto a la citada neutralidad, incluso puede haber llevado a considerar que el comentario de texto es un complemento del examen de lengua y que, por lo mismo, los conocimientos concretos de materias de letras contribuyen notablemente a su brillantez; no es así, la razón de aunar ambos exámenes fue una decisión práctica que resultaría largo de explicar, lo que sí quedó claro entre quienes tomaron la decisión fue que el comentario de texto es un ejercicio básicamente lingüístico pero no un ejercicio de lingüística.
No cabe duda de que el alumno que tenga una capacidad verbal afinada estará mejor pertrechado ante el comentario que otro menos aventajado al respecto, pero, habitualmente, estas ventajas y desventajas tienen poco que ver con los conocimientos concretos de gramática y sí guardan relación con hábitos que no son del dominio particular de una formación de letras, sino que se extienden, o deberían extenderse, a la formación general de cualquier alumno: la lectura, por ejemplo, es lo primero que se me ocurre; la facultad de expresarse, la capacidad de tener, ordenar y sintetizar ideas u opiniones, la capacidad de presentarlas, si se diera el caso, por escrito con corrección; saberes, en fin, que no están en los libros pero que deben formar parte de una educación intelectual donde se persiga la formación de criterios propios antes que el inculcar conocimientos repetitivos. Por todo ello, la prueba de comentario de texto es, según se mire, la más sencilla o la más difícil. Si esos hábitos intelectuales van desarrollándose bien y se ejercitan no presentan mayor dificultad; si no, no hay conocimiento, ni memoria, ni repetición, que la resuelva con éxito.
Juan Ramón Lodares es profesor titular de Filología Hispánica de la Universidad Autónoma de Madrid.
