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Muti acompaña 'La Traviata' al piano, por huelga de la orquesta de La Scala

La Scala de Milán y su director, Riccardo Muti, registraron ayer el triunfo más atípico de su historia. Poco antes de la medianoche, un público enardecido aclamaba con gritos de "¡Muti!,¡Muti!" a quien se había tomado la responsabilidad de acompañar al piano La Traviata, que, de otro modo, no se habría representado por huelga de trabajadores del teatro, incluida la orquesta.

Se trataba de la cuarta y última representación del drama verdiano programada para la presente temporada. Por una de las muchas reivindicaciones de los empleados estatales italianos, protagonistas de la inmensa mayoría de las huelgas del país que paralizan periódicamente sectores básicos, como el transporte, y, en este año de crisis, también la ópera, la orquesta y el coro de La Scala plantearon en días pasados la posibilidad de la huelga.Muti, quien, por otros problemas laborales, no pudo dirigir hace pocos días el Requiem de Verdi en la ópera de Roma -debiendo aceptar el traslado del concierto a otro teatro de la capital italiana- confió desde el principio en que la situación se resolviera. Cabe señalar que las gentes de Milán miran muy por encima del hombro a la ópera romana. Pero las esperanzas del director resultaron vanas.

"Estoy angustiado, es la primera vez que me veo en esta situación, pero las razones del arte, de la música y el respeto del público me lo imponen", dijo Muti, napolitano de origen, para justificar su presencia en escena, al abrirse el telón, junto a un piano de cola. De fondo, los decorados del primer acto diseñados por Dante Ferretti. Tiziana Fabbriccini, como Violeta; el tenor mexicano Ramón Vargas, como Alfredo, y Paolo Coni, como Germont, completaban un-reparto para el que, a falta de coros y figurantes, la dirección teatral de Liliana Cavani resultaba superflua.

El público, que, tras pagar entre 5.000 y 13.000 pesetas por la entrada, había protestado ruidosamente contra la confirmación de la huelga, acogió bien la iniciativa de Muti. Hay que señalar que, solo ante el piano, cantando él mismo a ratos la partitura, este gran músico napolitano ha impartido lecciones magistrales sobre, por ejemplo, Rigoletto, que comunican más que muchas representaciones de gala.

La función de ayer tuvo dos partes: la primera, de una hora, y otra, de 30 minutos, sin cambio de decorados y con un descanso de aproximadamente un cuarto de hora. Ello quiere decir que apenas se pudo oír la mitad de La Traviata. Pero el final fue totalmente entusiasta. Lo confirma un empleado anónimo de La Scala consultado por este diario, quien añade que, como es de rigor, Violeta Valery terminó la representación "difunta".

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