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Saramago abre las puertas de Portugal

El autor busca la identidad cultural lusa en un libro de viajes

Andrés Fernández Rubio

"La portuguesa que tiene un Cadillac no tiene nada que ver con la portuguesa que tiene un burro". José Saramago escribió en 1980 el relato de tres viajes que hizo a lo largo y ancho de Portugal. Se publicó primero en un volumen con fotografías,y ahora aparece únicamente el texto de forma simultánea en Portugal (editorial Caminho) y España (Alfaguara). Saramago dice haber pasado por encima de los tópicos de la saudade y el fado para demostrar que hasta un país tan pequeño como el suyo tiene diversas caras.

Saramago venía dispuesto a hablar de su libro de viajes, de las personalisimas rutas que siguió por los caminos y monumentos de Portugal. Pero derivó a la política, a Europa, a cosas de la vida de hoy sobre las que este infatigable conversador insiste con términos de suave tolerancia. Como, por ejemplo, al sustituir el término nacionalismo por "sentimiento de pertenencia". Según Saramago, "estamos en un momento de contradicción total: un mundo que se está volviendo cada vez más igual y, por otro lado, cada vez más distinto".El texto de Saramago muestra la imagen de un Portugal cuya identidad está modificándose. "Es posible que este libro tenga una función testamentaria", señala. "Porque en el interior se mantenía un algo de la vida antigua. Y las cosas están cambiando mucho".

Respecto a la relación que mantiene su país con Europa, Saramago critica el creciente burocratismo y la uniformidad. "Se llegó a decir que Portugal era un buen alumno de Europa, que estábamos aprendiendo. ¿A qué?. A ser dóciles, a no crear problemas, a hacer lo que piensan los señores burócratas, de Bruselas". El escritor opina que en la empresa europea manda quien más acciones tiene y que, por lo tanto, el corazón de Europa está en el Bundesbank. "Si alg1en tiene una idea clara de Europa esa persona está en Alemania", afirma.

Pero Saramago no quiere que se piense que su intención es de nacionalismo antiguo. "Yo estoy por la cooperación, por el encuentro", explica, pero desde la crítica y desde un debate que le parece imprescindible y permanente: la Europa económica no coincide siempre eón las raíces de los países que la integran. "Se reflexiona poco sobre Europa", dice. "No se habla de ella si no es para decir si llegaron o no las subvenciones".

En el caso de Portugal, esa falta de reflexión europea se une a otras incertidumbres, según Saramago, que mantiene que su país está muerto. "Nosotros estamos viviendo al día, sin idea de futuro", se lamenta, y echa la culpa a gobiernos incapaces de dibujar la ilusión de lo que va a ocurrir con su país mañana.Pero, en el libro, Portugal está vivo, a través de los hombres del campo y las ciudades que se va encontrando por el camino. Como aquél que le preguntó si ya tenía posada. Saramago dijo que sí e indagó el motivo de la pregunta. Y el hombre respondió que iba a ofrecerle su casa.La identidad del viajero

Para abrir las puertas de su país, en el que nació hace 73 años, Saramago, que vive ahora entre Lanzarote y Lisboa, toma la identidad del viajero. Igual que hizo Cela en su Viaje a la Alcarria. "No se puede escribir un libro de viajes hoy sin tener en cuenta la existencia del de Cela", comenta. "Al igual que Cela, yo estoy hablando del viajero, qué hace, qué mira, qué se encuentra. Es un homenaje a una de las obras maestras de la literatura en castellano del siglo XX".Para el autor de Memorial del convento, la obra de Cela o de cualquiera que haya obtenido el Premio Nobel de Literatura es igual antes o después del galardón. "Tras el Nobel una obra no se vuelve más importante", dice Saramago, que ha sonado varios años, junto a Jorge Amado, como posible primer destinatario de ese galardón para la literatura portuguesa. "Amado y yo hacemos bromas y nos divertimos mucho con las quinielas. Claro que nos gustaría recibirlo, no somos santos, pero yo lo veo claro: no creo que el prestigio de una literatura dependa de tener o no el Nobel. Lo que cambia, y mucho, es la cuenta bancaria del autor".

Saramago publicará a finales de año una nueva novela, Ensayo sobre la ceguera, en la que intentará mostrar que el hombre se volvió loco el día que descubrió que tenía razón. "No aguantó el hecho de ser racional. Porque en eso estamos de acuerdo, nos comportamos como locos".

Pasos dados

Antes de acometer la aventura de Lisboa, Saramago se detiene en Carcavelos, "para ver lo que sólo muy. pocas personas conocen". Una iglesia. Por fuera, cuatro paredes. Pero, por dentro, "una de las más magníficas decoraciones de azulejos que el viajero haya tenido ante sus privilegiados ojos".En Viaje a Portugal, Saramago va dando pistas, llevando al lector por rutas artísticas y literarias, maravillándose ante los pilares, increíblemente delgados para la carga que soportan, en el monasterio lisboeta de los Jerónimos.

"Viajar es descubrir, el resto es simplemente encontrar". Al final, el autor se da cuenta de que sólo los viajeros acaban. "Cuando el viajero se sentó en la arena de la playa y dijo: 'no hay nada más que ver', sabía que no era así. El fin de un viaje es sólo el inicio de otro. Hay que volver a los pasos ya dados, para repetirlos y para trazar caminos nuevos a su lado. Hay que comenzar de nuevo el viaje. Siempre. El viajero vuelve al camino".

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