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DOS DE MAYO

Héroes públicos, tumbas privadas

Los cuerpos de los fusilados, de Goya yacen en un cementerio 'blindado' para impedir nuevos daños y saqueos

Goya los mantiene vivos mientras el tiempo anida en su tumba. Los héroes del 2 de mayo de 1808 gozan de buena -y discreta- salud. La llama del heroísmo, a butano, se enciende hoy en su honor. Llega su día, y con él, las flores y las autoridades. Los arcabuceados en Los fusilamientos de la Moncloa, que fueron albañiles, nobles o comerciantes, reviven en la memoria. A partir de mañana, el camposanto que los alberga -de propiedad privada- se volverá a cerrar con puerta blindada y alarma para evitar saqueos. De nuevo el silencio, hasta dentro de un año.El lugar haría las delicias de un poeta romántico, aunque haya quedado ceñido por la modernidad de las vías férreas. Está a tiro de piedra de la iglesia de San Antonio de la Florida y linda con la escuela de cerámica del parque del Oeste. Una reja deja entrever dos hileras de cipreses y anuncia en placa: "Cementerio de La Florida, construido en 1796. En él están sepultados los 43 patriotas fusilados por los franceses en la montaña del Príncipe Pío en la madrugada del 3 de mayo de 1808".

Justo a la entrada, la instantánea del aquel momento, captada anos después por el ojo de Francisco de Goya: una reproducción en azulejo de Los fusilamientos del 3 de mayo en la Moncloa. Al lado, el pebetero y un elogio "al valor y heroísmo de un pueblo". Por detrás se atisba la bombona de butano que da energía a la llama.

Es sólo un aperitivo. Los aproximadamente 200 metros cuadrados del viejo camposanto, creado en la antaño finca real de La Florida (un predio que iba de la Casa de Campo a la calle de la Princesa), reservan otras sorpresas. Pero están tras la puerta blindada del fondo. La puerta metálica y la alarma se instalaron hace poco más de un año. "Es que algunos gamberros se colaban a hacer orgías y hubo saqueos", explica Juan Luis Vives. El es el secretario de la Sociedad Filantrópica y Batallón de Milicianos Nacionales, una organización de raigambre decimonónica que es la propietaria del camposanto, donado por la Casa Real.

El portón se abre. Aparece la capilla, restaurada en los años sesenta. Un altar, un par de bancos y algunas imágenes. Faltan piezas de su decoración, como un Cristo obra de Mariano Benlliure. "Nos lo hemos llevado para que no lo roben", dice Vives mientras pelea con la reja que cierra la pequeña iglesia dieciochesca. Los restos de los héroes están ya más cerca.

El último paso. Dentro del templo hay que bajar a la cripta. Al pie de la escalera aguardan los restos de Evaristo San Miguel, presidente del Gobierno en 1822. En el frente, justo bajo el altar, la lápida de los caídos, enmarcada por dos candelabros de época. Vives da los antecedentes de los héroes fusilados: Francisco Gallego, sacerdote, el único juzgado directamente por el jefe de, las tropas francesas, Murat; Bernardo Morales, carrocero; Domingo Méndez, albañil arcabuceado por tirar ladrillos a los ocupantes. El mismo delito fue el de Fernando de Madrid, carpintero de profesión. Otros patriotas enterrados: Francisco Bermúdez, héroe segoviano; Francisco Escobar, plebeyo; Julián Tejedor, noble y comerciante; también el cadete Zapata, el héroe más joven. Él ha logrado identificar a algunos de los fusilados.

No son las únicas víctimas, pero sí son aquellas cuya muerte inspiró a Francisco de Goya. Y hubo quien se libró del pelotón, relata Vives. Fue el condenado Juan Suárez, que se hizo el muerto y, tras deslizarse por el terraplén, encontró refugió en la ermita de San Antonio, cuya cúpula había decorado Goya a finales del siglo XVIII. Los otros muertos ilustres de la jornada levantisca, Ruiz, Daoíz y Velarde, yacen en la plaza de la Lealtad.. El número de víctimas se ha cifrado en un millar, soldados galos incluidos.

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Dentro de pocas horas, cuando las conmemoraciones vuelvan página en el calendario, los fusilados de La Moncloa volverán a otro año de silencio. La sociedad dueña del camposanto seguirá haciendo las mejoras que pueda. Hasta gastar un millón por año. Los vigilantes del Pasillo Verde continuarán encerrando aquí sus motos por la noche a cambio de echar un vistazo. Y la mujer que da de comer a los gatos que campan por tan heroico lugar seguirá asomándose por la reja. Támbién Napoleón reposa tranquilo.

Un cuadro bien presente

La escena pintada por Francisco de Goya (ver ilustración) ocurrió un poco más arriba del ce menterio de La Florida, en lo que ahora es el templo de Debod. Los edificios plasmados al fondo por el pintor aragonés corresponden al palacio del Príncipe Pío y al convento de la Cara de Dios, según el erudito Juan Luis Vives. Goya pintó la escena de la madrugada del 3 de mayo años después de ocurrida, en 1814. Pese a todo, en una guía del Museo del Prado se puede leer una versión más hagiográfica: "Durante la Guerra de la Independencia

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