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Los tesoros de la catedral de Burgos salen de sus muros

Medio centenar de piezas artísticas se exhiben en la sede del BBV en Madrid

Mientras continúan en la catedral de Burgos los trabajos de restauración, una buena muestra de las joyas artísticas que allí se albergan viajan a Madrid y configuran la exposición Tesoros de la catedral de Burgos, que se exhibe al público en la sala del Banco Bilbao Vizcaya (Paseo de la Castellana, 81) desde el jueves 4 de mayo hasta el próximo 1 de julio. La muestra contiene cerca de medio centenar de piezas -pintura, escultura, orfebrería, textiles, documentos-, entre las que destacan las tablas flamencas e hispanoflamencas de los siglos XV y XVI.

Por primera vez, salen de los muros de la catedral estos tesoros que fueron aportados a lo largo de los, siglos por Reyes castellanos, nobles y canónigos. Contiene esta exposición media docena de trípticos flamencos absolutamente exuberantes en sus detalles: paisajes que se desbordan, expresiones maléficas y composiciones refinadas. El más antiguo es el Tríptico de la Piedad, anónimo; el más delicado es el de La Virgen con el Niño de la leche, de fondo negro y del que asoma sólo la placidez del paisaje del lateral derecho; el más inquietante, el de El descendimiento, de Jan Beer (hacia 1525), con la sensación de movimiento de los troncos y de las capas y la ferocidad caricaturesca de los esbirros que acompañan a Cristo al Calvario.De Ambrosius Benson, artista de ascendencia lombarda que ganó fama y fortuna en Brujas, se recogen tres obras en las que supo conjugar la tradición italiana con la composición flamenca. No pueden pasarse por alto los detalles del San Jerónimo en su estudio, tema muy demandado en la época para decorar despachos distinguidos. Además de las lentes, el reloj y el paño que cuelga de la pared, hay una calavera con incisiones que representan una hoja y contrasta con el cráneo hundido del santo. Algunos han visto un claro precedente surrealista. Entre las sombras del Cristo con la cruz, obra flamenca anónima, se advierte una memorable representación del diablo aumentando el sufrimiento del peso de la cruz con expresión jocosa.

El capítulo de las tablas hispano-flamencas se abre con el Tríptico de la Adoración de los Magos, de Diego de la Cruz, artista burgalés de gran éxito e influencia. Su forma peculiar de pintar los ojos, grandes y redondos, y su insistencia en las cejas, delineadas pelo a pelo, crearon escuela. Del maestro de los Balbases, contemporáneo del anterior, cabe enfrentar el Nacimiento de Cristo con el Prendimiento de Cristo, la dulzura de las líneas curvas con la violencia de las rectas.

Lienzos del XVII y XVIII

Se exhiben cuatro tablas y un lienzo de los siglos XVII y XVIII. Incuestionable es la Sagrada Familia de Sebastiano del Piombo, así Como otra Sagrada Familia, versión de la clásica composición de Andrea del Sarto.. Otras dos tablas, el Pentecostés de Pedro de Campaña y la Adoración de los Magos, han sido rescatadas del olvido en el actual proceso de restauración de la seo burgalesa. El lienzo es una de las mejores obras de Mateo Cerezo, artista burgalés que murió con sólo 29 años y dejó en esta incruenta Crucifixión de finales del siglo XVII memoria de su arte.

La muestra se completa con objetos de orfebrería, de artes suntuarias, textiles y documentos -la Carta de arras del Cid, por ejemplo-, además de la escultura de un Ecce Homo de finales del siglo XV y un altorrelieve de Gil de Siloé.

Un artista finisecular

De sólida formación y fuerte personalidad, Alonso de Sedano -del que esta exposición presenta hasta siete obras- volvió, a Burgos a finales del siglo XV, después de viajar por Levante y Mallorca, donde recibió influencias italianas. Sedano siente cierto desinterés por la belleza establecida, y simplifica las formas hasta convertirlas en un elemento más de un espacio cerrado y definido por líneas cuadradas o romboidales, como se ve en La Anunciación, (sobre estas líneas), donde la figura de La Virgen tiene amplias facciones y mejillas redondas, nariz corta, manos grandes y pliegues irregulares y artificiosos. Más arriba, La Sagrada Familia, atribuida a Andrea del Sarte.

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