La pareja ideal
La imagen de Ginger Rogers no puede separarse de la de Fred Astaire, que se fue primero, a esperarla en esa pantalla panorámica y azul, estrellada, como los decorados de cartón en que tantas veces hicieron cosas tenidas por imposibles para el resto de los mortales. -Ginger y Fred aparecieron por primera vez en el cine como pareja de baile en Volando a Río en 1933, donde gustaron lo suyo al interpretar The Carioca, una especie de samba; aquello fue el comienzo de una imagen emblemática y hasta tópica del cine musical y de danza; junto! hicieron un total de 10 películas y la rubia platinada dejó pocos bailes en solitario que merezcan recordarse.
Ginger no era una, bailarina enteramente musical, con una formación limitada y hasta accidentada que comenzó en revistas de Broadway y acompañando orquestas de segunda. Una vez, se cuenta, mientras se repetía sin fin una secuencia difícil, Freid le susurró al oído: "No pasa nada, sígueme y déjate llevar".
Ya fuera en un vals, una rumba californiana o un fox-trot, la pareja creó una química de exactitudes. Eran como dos gotas de agua que a veces se daban el lujo de mantener diálogos con su fino taconeo de cristal, y donde siempre, por cierto, el protagonismo era justificadamente de Astaire. Tanto fue, que el baile popular de escuela les convirtió en sus dioses. Los vestidos de Ginger, vaporosas faldas volantes que hacían, más aéreas sus discretas piruetas sobre el suelo de espejos, no han dejado de ser la indumentaria ideal de los competidores de salón. Ella sabía cuál era su papel al lado del mejor.
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