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La Unión Europea acuerda ofrecer a Rusia un tratado de seguridad con la Alianza Atlántica

Xavier Vidal-Folch

A Rusia hay que ofrecerle la firma de un auténtico tratado de seguridad con la OTAN. Los ministros de Exteriores de la Unión Europea (UE) acordaron ayer ofrecer a Moscú una vinculación de alto nivel con la Alianza Atlántica que incluya mecanismos de consulta mutua, diálogo político reforzado y garantías de seguridad no concretadas, a cambio de que el Kremlin no obstaculice la ampliación de la OTAN a sus antiguos socios de los países del Este. Los ministros examinaron en su reunión un documento sobre las relaciones Europa-Rusia desde la óptica de la seguridad, con tres opciones. La primera era continuar con el actual diálogo específico entre Moscú y OTAN.

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Pero este diálogo alcanzó su techo el pasado 1 de diciembre, cuando el ministro ruso de Asuntos Exteriores, Andréi Kózirev, plantó a los 16 Estados miembros de la OTAN, considerando que sólo se le pedía la bendición ante un "hecho consurnado", la integración a plazo de los países del grupo de Visegrado (Polonia, República Cheea Eslovaquia, Hungría, Rumania y Bulgaria), sus antiguos aliados en el Pacto de Varsovia. Estos países forman parte junto con otra veintena de la llamada Asociación para la Paz (APP), una especie de antesala de la OTAN.Otra. opción examinada, aunque a título de ejercicio teórico, fue la simple y llana integración de Rusia en la Alianza Atlántica. Entre ambas, se abrió paso una idea ya esbozada recientemente por el ministro francés, Alain Juppé: establecer un verdadero tratado entre la OTAN y Rusia.

No hay más detalles que la decisión de establecer mecanismos de consulta mutua y reforzar el diálogo político. No se sabe aún si se pretende incorporar auténticas obligaciones de defensa mutua. Pero los presentes (sobre todo Alemania, Francia, Bélgica, España e Italia) consideraron que hay que ir más allá del vago acuerdo específico ofrecido hasta ahora, si se quiere obtener la aquiescencia de Moscú a la futura ampliación de la Alianza, cuyo impacto económico y militar se está estudiando este año desde un punto de vista técnico. La actitud británica era "más bien fría". Y en cualquier caso, los ministros europeos son conscientes de que ellos pueden proponer, pero es Washington quien dispone. "La naturaleza del acuerdo", ilustró Juppé, "está por determinar".

El Consejo decidió también que la UE apoye la integración de Rusia en el Consejo de Europa y en la Organización Mundial del Comercio, y dejó para su próxima sesión la decisión sobre el acuerdo económico interino, a la luz de los sucesos de Chechenia. La UE exige a Yeltsin el cese de todas las hostilidades, el establecimiento de conversaciones para resolver el conflicto y la autorización para el envío de ayuda humanitaria de urgencia a las víctimas de la crisis, ayuda que en estos momentos está bloqueada, como recordó el presidente en ejercicio, Alain Juppé.

El otro plato fuerte del día fue la situación en la antigua Yugoslavia. Un plato amargo. Los ministros de Exteriores recordaron que con la llegada de la primavera la situación se complicará a causa de cuatro factores: la llegada a su término del plazo de alto el fuego (el 30 de abril), las dificultades para la renovación del mandato de los cascos azules de la ONU en Croacia (que debería acordarse a final de este mes), el final del invierno y la actitud del Congreso de los EE UU, partidario de levantar el embargo de armas a Serbia.

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"Novedades positivas"

Sólo ha habido "novedades positivas" -según el calificativo del ministro español de Exteriores, Javier Solana-, en el factor Croacia, puesto que el presidente Franco Tudjman se ha avenido a renovar la presencia de Unprofor, aunque reduciendo sensiblemente su contingente. Todos acordaron seguir insistiendo en las prórrogas del alto el fuego y de la presencia de los cascos azules en Croacia.

Los ministros constataron la escasez de efectos de las sucesivas ofensivas diplomáticas, caracterizadas por las tensiones dentro del propio grupo de contacto (Estados Unidos, Rusia, Alemania, Francia y el Reino Unido). Así, el alemán Klaus Kinkel criticó el desarrollo de la reciente visita de Kózirev a Belgrado.

Y una densa discusión sobre el trato a dar al líder serbio Slobodan Milosevic, acabó sin conclusiones claras. La mayoría sostenía que el reconocimiento de Bosnia y Croacia por Serbia, y las presiones de Belgrado sobre los serbiobosnios para que acepten el plan de paz deben ser previos al levantamiento de sanciones. Pero ni siquiera algo tan evidente cosechó la unanimidad.

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