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La patria errante de Mario Vargas

Juan Cruz

La mafia internacional de la intolerancia ha acusado ahora a Mario Vargas Llosa -y a su hijo, el periodista Alvaro Vargas Llosa- de traición a la patria por lo que ambos escribieron de la guerra chiquita y absurda que hubo en la frontera de Ecuador de Perú. A Mario le quitaron la patria recientemente, y para recuperar una le dieron la nacionalidad española y le entregaron ya el pasaporte español que le hicieron en Londres.Pero los libros son la patria verdadera de este personaje que a nadie ha dejado indiferente. Los libros no se los pueden quitar, ni siquiera de la memoria, la más pegajosa de las facultades humanas, y también la- más bella porque no sólo recoge la fuente del remordimiento, sino el propio origen de la belleza. Mario Vargas tiene miles de libros en Perú, esa parte de patria violentamente perdida ahora, y tiene también miles en Londres.

Uniberto Eco dice que cuando entran en su casa le suelen preguntar: "¿Y los ha leído todos?", a lo que él. responde: "No, estos son para este fin de semana: los que he leído están en la universidad".

El fin de semana pasado Mario Vargas Llosa tenía sus libros metidos en cajas de embalaje, sepultados por la enésima mudanza, a la espera de revivir de nuevo en las estanterías luminosas y móviles que le ha preparado un amigo arquitecto y que cumplen la función de acoger el mayor número de libros en el menor espacio posible: estanterías de madera y alambres, fabricadas en forma de ese y pendientes del techo, de modo que pueden ser trasladadas para cambiar el ámbito de la habitación donde Patricia, su esposa, y él los sitúan en la casa con la paciencia mínuciosa de los bibliófilos. Da la impresión de que esas estanterías innumerables van a crecer para seguir acogiendo libros acaso hasta el infinito.

-Es bueno mudarse, y yo me he mudado cerca de cincuenta veces; en cuanto a los libros, las mudanzas te permiten verlos de nuevo, porque cada uno ha sido una aventura, y de este modo esa aventura se refresca en la memoria cuando los descubres otra vez.Cuenta el bibliófilo Mario Vargas que Álvaro Mutis, el gran escritor colombiano, tiene una teoría para conservar inmóvil el número de volúmenes que conserva: cada vez que supera los 5.000, elimina los excedentes para quedarse con la cantidad que: supone ideal.

-¿Ycómo los elimina, con qué criterio?

-Ah, eso sí que debe ser complicado; debe ser un dolor quitarse los libros que ya uno no puede, tener en las estanterías. Pero debe ser un ejercicio interesante establecer por qué te quedas con unos y no con otros.

Leer, como escribir, es para Mario Vargas Llosa una manera de vivir, una adicción que crece con el ejercicio. Si ahora vive en Londres -vecino, por cierto, de la madre de todas las bibliotecas británicas- es porque el tiempo para leer y escribir le crece como las estanterías.

-En Madrid, donde quizá muera, tengo tantos amigos y estaría tan interesado, seguramente, por estar con ellos que acaso no podría escribir una línea ni leer un libro, y aquí sin embargo puedo hacer ambas cosas a placer.

¿Y cuál sería el primer libro del autor de La ciudad y los perros? No fue el primero, seguramente, pero el que cita sí tiene que ver con su vocación literaria verdaderamente voraz.

-Quiero ser escritor, le dijo, pidiéndole consejos, a un profesor suyo del primer curso de la universidad, en 1953.

-Mira, le respondió el maestro: no te voy a dar ningún consejo, sino a proponer un libro.

-¿Qué libro fue ése?, le preguntan ahora a Vargas Llosa..

. -Cartas a un joven poeta, de Rainer Maria Rilke. Lean ese libro si tienen la necesidad de escribir.

La casa actual de Mario Vargas es su nueva patria y huele a libros y a madera joven; a pintura y a papeles. Y él sigue, a pesar de los años que han pasado por encima de su vocación y de su persona, como si fuera siempre el joven poeta que escribió la historia de Píchula Cuéllar.

-Escribir rejuvenece; de hecho, siempre se siente la misma sensación cuando uno se enfrenta a la página en blanco, y eso te devuelve a una edad similar, constante.

La edad de escribir. Otro libro que le afectó, como escritor, fue la primera y convulsiva obra de William Burroughs, Yónki. Probablemente ambos libros convivan ahora en esta biblioteca errante que ha recalado en Londres. Mientras se deshacen las cajas, Mario Vargas escribe. su discurso para la Academia Española, sobre Azorín, una de sus pasiones. Acaso él pueda ayudar a resucitar al sepultado de Monóvar. Además, tendrá que escribir sobre Cervantes para recibir en abril, en Alcalá de Henares, el principal premio de las letras españolas. Le podrán quitar la patria e incluso los pasaportes los que ignoran que la única patria posible de Mario Vargas es su memoria de los libros.

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