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Entrevista:

"Ni la ONU, ni la UE, ni España están dando las ayudas a los países que más las necesitan"

Milagros Pérez Oliva

Cuando Lluís Magriñà, jesuita, se hizo cargo de la dirección de Intermón, hace 15 años, esta organización humanitaria fundada por la Compañía de Jesús contaba apenas con 14 personas y aportaba unos 20 millones en ayudas a dos países del Tercer Mundo. Intermón tiene hoy 350 colaboradores y se ha convertido en una de las ONG con mayor proyección mundial: en 1994 canalizó ayudas por valor de 3.000 millones de pesetas a 28 países. Cuando podría decirse que ha llegado a la cima, en lugar de instalarse eh ella, Lluís Magriñà ha decidido,. con 48 años, descender y emprender una nueva ruta. En el Sur. El 1 de abril dejará la dirección de Intermón en manos de su principal colaborador, Ignasi Carreras.

Pregunta. ¿Cansado?

Respuesta. En absoluto. Han sido unos años muy intensos, pero muy gratificantes.

P. ¿Y por qué se va, pues?

R. No estoy mal, ni aburrido, ni me pesa el trabajo que hago. Pero las instituciones tienen que renovarse. Siempre he dicho que no está bien que la misma persona gobierne una institución durante veinte, treinta años. Porque corre el riesgo de enquilosarse. Hay un momento en que hay que tomar la decisión, porque si no, se va alargando, alargando, y luego uno ya no se va porque ya no tiene fuerzas para emprender otro proyecto.

P. ¿Y qué proyecto va a emprender ahora?

R. Me voy a un campo de refugiados. Me gustaría ir a uno de Zaire, Burundi o Tanzania. Quiero iniciar una etapa de reflexión. Hasta ahora he estado trabajando en el Norte para aumentar la sensibilidad hacia el Sur. Quiero ir al Sur a ver cómo se ve el Norte desde allí. Ver qué nuevas necesidades han surgido en estos años y qué perspectivas hay para el futuro.

P. ¿Qué ha hecho posible que aquella pequeña organización creada en 1956 se haya convertido en la multinacional de la solidaridad que es hoy?

R. Cuando yo llegué a Intermón, en 1980, había ya una estructura y una experiencia muy rica. Lo único que había que hacer era extenderla a mucha más gente. Entonces en España no había una cultura de la cooperación. De hecho, España dejaba de ser receptora de ayuda. Nos propusimos crear esa cultura de la cooperación y para ello era preciso abrir ventanas al Sur, trabajar en la sensibilización de la sociedad y hacerlo de la forma más profesional posible. Nosotros fuimos en 1986 los primeros en hacer anuncios en la televisión y también en utilizar la comunicación por correo. En estos momentos tenemos en marcha 465 proyectos gracias a la colaboración de 80.000 personas, 18.000 de las cuales aportan cuotas fijas.

P. Ha crecido la cultura de la solidaridad, pero también el número de ONG, y a veces resulta difícil distinguir las solventes de las que no lo son.

R. Cuando hay mucho dinero, surgen organizaciones dispuestas a captarlo. El peligro es que crezcan las ONG porque la Administración pone más recursos y no porque haya crecido la solidaridad. Creo que ahora puede estar ocurriendo algo de eso, aunque es cierto que hay una mayor sensibilidad social. En cualquier caso, las ONG no deberían funcionar sólo con el dinero que consiguen de la Administración. Es la sociedad civil la que, con su respaldo, juzga el acierto de un trabajo. Si no consiguen ayuda de la sociedad civil tal vez es que no trabajan bien.

P. A veces da la impresión de que la solidaridad también se mueve a golpe de impacto televisivo. ¿Ocurre así?

R. Creo que, en estos momentos, las ONG tenemos el deber de pedir a los Gobiernos a la Comunidad Europea y a las Naciones Unidas que trabajen en una línea que favorezca a los problemas de los más pobres y desfavorecidos.

P. ¿Es que no lo hacen?

R. Ni la ONU, ni la CE ni España dirigen su ayuda a los países más necesitados, ni a las capas más desfavorecidas de los países que ayudan.

P. ¿Por qué razón?

R. Porque la ayuda oficial se canaliza siempre a través del Gobierno del país y no de las organizaciones civiles o populares. Y los Gobiernos tienen, con mucha frecuencia, intereses particulares, partidistas e incluso éticos, de modo que la ayuda no llega a la población que lo necesita. Además, muchos Gobiernos de los países en desarrollo ignoran por completo a su población más pobre. Por eso, Intermón trabaja siempre en proyectos elaborados y dirigidos conjuntamente con gente del propio país. Ellos son los que mejor conocen cuáles son las necesidades y los resortes culturales.

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