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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Aparece una, escuela

Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte

Colección de piezas de Valle-Inclán. Dirección: José Luis Gómez.

Intérpretes: Carmen Machi, Beatriz

Argüello, Ernesto Arias, Carmen Losa, Felipe Vélez, Jorge Padín, Joaquín Candelas, Francisco Rivero, Pedro Casablanc, Ester Bellver, Rafael

Salama, Alberto Jiménez, Lola Dueñas, Montserrat Merino. Escenografía:

Curt Allen Wilmer. Espacio plástico, vestuario y máscaras: José

Hernández. Teatro de la Abadía. Madrid, 14 de febrero.

El teatro es siempre megalómano: puede que sea una de sus funciones principales la de tomarnos desde aquí, y como somos, y llevarnos al palacio de los atridas. O a uno de estos subhombres, infrahombres de Valle-Inclán en sus piezas breves -estampas, chafarrinones- que tienen entre los harapos la corona de luz de la faca blandida. Y un idioma.Dentro de lo maníaco, esta capillita desafectada de un colegio de barrio en Chamberí se ha hecho llamar Abadía; y hace sonar campanas a porfía, lucir estrellas en el ábside y volar un botafumeiro. Hay que hacer ahora que un teatro sea algo más que un teatro: un misterio, una oscuridad y una evocación.

Tampoco es un teatro. Es un espacio de escuela, de la Comunidad de Madrid; escuela de teatro, dirigida por José Luis Gómez, y esto que se ve en ella ahora es el resultado de su primera promoción. Sea bien venida.

Ha caído sobre ella todo el sistema de este último medio siglo: el Tai Chi; el movimiento de imitación de los animales para la generación de la sabiduría del cuerpo; y las máscaras, y la prosodia (de Agustín García Calvo), y las voces impostadas.

Todo ello, con la oscuridad del ambiente, el estilo del teatro a medio ver, se vuelca sobre unos personajes que no son humanos ni dejan de serlo. Piezas para siluetas, marionetas, sombras o muñecos. En toda esa época de veintitantos anos previos a la República, los escrito res jugaron mucho ese juego: Valle, y Lorca, y Dieste y catorce más.

Teatro y vida

El muñeco que finge que es hombre trasciende, al mismo tiempo, comicidad y angustia; el melodrama de no llegar a ser. Una vuelta de tuerca más, y el hombre que finge que es muñeco que finge que es hombre tiene más registros. Toda la carga del ser o no ser, del pirandellismo, de sentir una peculiar condición humana de objeto de teatro-vida...

A Valle le pareció que para estos cuatro golpes de costumbres duras v brutales de una vida rural española sin redimir había un distanciamiento palabra anterior a su invento por Brecht- que permitiría el descanso de la ferocidad; y la burla de una palabra desmesurada, (le una elección del adjetivo y (le una mención insólita.

Sobre esta palabra artificial, literaria, ha hecho trabajar José Luis Gómez a sus numerosos actores y actrices. No ha forzado ninguna clase de extremos o de imitaciones, y ha conseguido que el texto llegue con claridad. lo cual es suficiente. Quizá no ha conseguido llevarlo mucho más allá de un tono zarzuelero que siempre ha sido la inevitable compañía de estas piececillas representadas por aficionados, y que suele acompañar los gestos de los actores entregados a lo rural; pero la oscuridad del ambiente nos evita verlos con exceso, aunque se lleve las calidades de la escenografía de Curt Allen Wilmer y las excelentes máscaras y trajes de José Hernández.

Parece que todo ello es un buen paso, incluso magnífico, para una promoción que sale de una escuela por primera vez, y de la que pueden estar orgullosos profesores, directores y promotores.

Esperemos ahora su llegada al teatro directo y claro, de interpretación, de personajes. Y cuando cada uno de ellos pueda añadir su inventiva, su creación, su carácter. Tendrán, sin duda, más éxito del mucho que tuvieron el martes ante sus profesores e invitados.

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