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Darío Villalba muestra en Madrid sus fotografías empleadas como pintura

El artista abre hoy una exposición con sus últimas obras

Darío Villalba (San Sebastián, 1931) inaugura hoy en la sala Gamarra y Garrigues, en Madrid. El verano pasado tuvo su antológica en el Instituto Valenciano de Arte Moderno (INAM) y, fiel a la obligación que él mismo se impone de exponer cada dos años en Madrid, no se ha concedido un descanso después del esfuerzo de la muestra valenciana: "La serie que expongo consta de 60 obras y de más de quinientas fotografías. Pero, por motivos de espacio, en la galería sólo mostraré una selección muy rigurosa de todo ese material", dice.

Dicho así, podría hacer pensar que la muestra madrileña no aporta nada nuevo. Impresión errónea. Villalba ha trabajado en estos meses fascinándose con el medio millar de fotos suyas de los años sesenta que recientemente rescató del archivo de una coleccionista. Algunas de las fotografías ya estaban manipuladas, tal como él suele hacer, y otras muchas eran material en bruto y las ha manipulado ahora, ampliándolas, velándolas, transformándolas."Pero mucho cuidado", advierte, "que no se malinterprete lo que quiero decir cuando hablo de fotografía". Y es que Darío Villalba se considera inventor de un género artístico:Yo inventé un idioma que ha servido dellave para entrar en el espíritu totalizador, que es la fotografía empleada como pintura y no como testimonio pop o como testimonio conceptual".

Ese lenguaje, afirma, sigue siendo el suyo y con él se propone expresar las muchas cosas que aún tiene que decir: "Dado que inventé este idioma en la década de los sesenta Y que la madurez en el artista suele ser enriquecedora cuando no te traicionas a ti mismo, siempre que la cantera siga viva, y creo que ése es mi caso, resulta que cuando te pones a trabajar con tu lenguaje propio surgen unas armonias y unas poesías y hasta unos bodegones íntimos, hirientes pero de una ternura que casi, casi, no me parece mía. Este Darío Villalba que se presenta ahora en, público es un Darío Villalba que revista en los noventa a un Darío Villalba de los sesenta, una especie de cortocircuito extrañísimo de madurez, con todo el candor y con toda la poesía y con toda la lírica que pueda tener la juventud", asegura.

Desde que en 1957, con sólo 18 años, Villalba expuso en la Sala Alfil, de Madrid, el número de sus exposiciones es casi literalmente incontable. Los museos y colecciones, buena parte de ellos en el extranjero, que poseen obra suya pasan del medio centenar. Y también son numerosos los premios recibidos a lo largo de su carrera. Eso le permite asegurar: "Ya estoy de vuelta del mundo del arte, y espero que no caiga en soberbia, pero me puedo permitir hacer lo que me dé la gana. Nunca me ha gustado demasiado este mundillo, pero ahora que conozco bien sus entresijos me produce menos miedo Trabajo con mucha más holgura y muchísima menos ansiedad de reconocimiento".

Desde esa libertad, lanza un mensaje para los jóvenes "que también vale para los maduros y los viejos". Un mensaje que recomienda "olvidarse por completo de las instituciones y de la política que puede venir y que nos ate rroriza, y que sigan pintando pase lo que pase, porque la cultura debe ir siempre en vanguardia, esté en el poder el régimen político que esté".

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